Aiden.
El beso le sabe dulce, quizá lo más dulce que ha probado nunca. Sus labios se mueven con ternura sobre los de ella, con una delicadeza que incluso a él le resulta extraña. Su mano baja hasta posarse en su cintura, atrayéndola más.
No puede creer lo que está haciendo. Después de tanto fantasearlo, de tantas noches imaginándolo, ahora es real. La tiene entre sus brazos. La misma persona que ha ocupado cada página que escribió, cada pensamiento, cada insomnio. La chica con la que quiere quedarse el resto de su vida. La tiene.
No.
Ella lo tiene a él.
Una sonrisa involuntaria se le forma ante la idea.
Se aferra a ella, como si tuviera miedo de que de repente se esfumara; le aterra que esto sea parte de su imaginación.
Summer pasa sus manos a su cuello, acercándolo todavía más, y el tacto de su suave piel contra su nuca hace que su cuerpo se estremezca.
No está soñando. Aunque con ella todo podría serlo; ella es su sueño.
Esta chica es su perdición, lo supo desde el primer segundo. Sabía que había algo que no mostraba y, aun así, se dejó caer. Él era consciente de que guardaba secretos. Y, sabiéndolo, la quiso. Se enamoró de ella, de la chica que le puso un cuchillo en el cuello, de la que conoció dos veces distintas, la que durmió a su lado. Se enamoró completamente de Evie y, si Evie es Summer, entonces está enloqueciendo de amor por ella.
No le importó lo que ocultaba. Ya la quería antes de entender su misterio. Y ahora que lo sabe, nada cambió. No hay manera posible de alejarlo de ella, porque incluso él no pudo hacerlo por su cuenta.
Acaricia su mandíbula con el pulgar, perdiéndose en las sensaciones que esta chica le provoca. La hace retroceder unos pasos, caminando junto a ella en algo tan delicado que podría ser un baile. Solo se detiene cuando sabe que la espalda de ella está pegada a la muralla del lugar.
Siempre sintió una conexión que no podía explicar, como si estuvieran unidos desde mucho antes de cruzar miradas. Incluso ahora, todo le resulta familiar, inevitable. Siente que este momento estaba escrito para ellos; que tarde o temprano iba a suceder. Porque ella es un imán para él. Está perdido en ella. Ya no hay vuelta atrás. Ya cayó y no hay nada que lo pueda remediar.
Se separa un centímetro. Solo uno. Porque, si no lo hace ahora, no podrá alejarse nunca. Y es muy probable que, si no toma distancia, se muera asfixiado por un único motivo: no tener el control de cortar el beso. El efecto que la boca de esta chica tiene es como el de una droga; tan adictiva que es imposible parar.
Aiden pega su frente contra la de Summer, ambos con el aliento entrecortado.
Sonríe con suficiencia por la imagen que tiene de ella: jadeante y sonrosada. Se podría tatuar este momento.
—¿Ahora lo sabes? —consulta con picardía él.
—¿El qué? —murmura ella, confundida.
Él deposita un corto beso en la punta de su nariz.
—Lo que sientes por mí.
Nota cómo ella traga saliva y asiente.
—Tonto —se limita a decir, dándole un empujoncito juguetón en el hombro.
Aiden la mira; no le puede quitar los ojos de encima. Ella es todo lo que él quiere. Todo lo que necesita. La necesita a ella. Summer aparta la mirada, evitando la suya.
—Y… ¿ahora qué? —intenta cambiar el tema.
—Mmm… no lo sé, dime tú. Yo haré lo que tú me pidas, te ayudaré en tu misión, sea cual sea —toma su rostro entre sus manos—. Mírame —pide, y solo continúa cuando ella lo hace—. Puedes decirme cualquier cosa, yo te apoyaré. Utilízame, Summer. Haz lo que quieras. Ocúpame en tu beneficio.
—Estás loco —replica con una sonrisa inevitable.
El recuerdo de la noche en el bosque viene a su mente, donde ella le pronunció las mismas palabras. Quién diría que lo volvería a decir con otra historia de fondo.
—Ya me lo has dicho antes, ¿recuerdas? Ahora puedes ver la locura que puedes provocar tú —sentencia él.
Summer ríe.
—Déjate de estupideces.
Casi casi que se ofende.
—No son estupideces, Sun. Te estoy diciendo lo que siento.
—¿Y lo que sientes es que quieres que te use? Aiden, estás loco, en serio —razona, pero aún sonríe.
—Sí. Estoy loco y lo seguiré estando mientras tú existas. —Y, cuando ya no lo haga, seguirá siendo el loco que ella necesite—. Te puedo ser muy útil. Mi padre es amigo del rey, así que yo puedo entrar al castillo sin escabullirme. Te sirvo, acéptalo —aclara, tomando un mechón de su cabello y jugando con él. De repente acomoda sus manos en sus hombros, clavando sus ojos en ella, aunque eso ya estaba hecho hace rato—. Y no solo eso. Summer, utilízame de la forma que quieras. Haz lo que se te dé la gana, pero nunca me abandones. Quiero servirte para algo, quiero que me involucres en tu vida. Por favor, necesito tener relevancia para ti.
Aiden suelta un suspiro tembloroso, como si por fin se rindiera y quizá… es lo que está haciendo. Se rinde ante ella y su influencia en él.
—Porque odio que tú seas tanto para mí. Que me hagas esto, que me obligues a buscarte en cada cosa que veo. En el silencio y en las sombras. En el caos y en la perfección. Te busco, y es inevitable —traga saliva, quitando el nudo de su garganta. Ella desnudó sus secretos, él está mostrando su alma—. No te quiero, Summer, te necesito. Necesito de ti más que al propio aire que respiro.
Ella pestañea, asimilando las palabras. Pero no interrumpe, y eso es suficiente señal para que él siga hablando.
—Y detesto esto. Porque, siendo sincero, me aterra —levanta su mirada y la clava en ella—. Me da miedo que no me importe nada cuando se trata de ti. Porque el mundo desaparece cuando tú me miras, se me corta la respiración e inexplicablemente mi cuerpo reacciona antes que mi mente.
Summer lo observa en un silencio tortuoso, y se obliga a seguir hablando.
—Me parece incoherente que alguien tan perfecta pueda tener un efecto tan caótico. En lo que se refiere a ti, todo me parece insoportablemente sencillo y, a la vez, insoportablemente difícil. ¿Entiendes lo que sucede?