Royal secrets: la sombra tras la corona

40.

Summer.

Ambos toman asiento en su cama.

La curiosidad se hace un gran espacio entre sus pensamientos. ¿Qué le querrá decir Aiden? Él no ha dado ni un indicio de lo que dirá, así que no sabe qué esperar.

—Bien. Esto sonará loco, pero dijimos que nada de secretos, así que lo diré rápido —inicia él.

Summer escucha atentamente.

—En serio, ni yo sé si creer en esto —ríe; luego se centra en ella con un tono más serio—. Creo que ya nos conocíamos desde antes.

—Pues sí. La vez en la calle, cuando te quedaste en la cafetería como si fuera un hotel.

—No. Hablo de antes de eso.

Eso es imposible. Empieza a retroceder en su memoria, tratando de reconocer cada rostro con el que ha estado o hablado, pero ninguno es de él. Aunque ella, cuando lo conoció, sintió una especie de familiaridad, como si ya lo hubiera visto antes. Pero es lógicamente imposible.

—Aiden, eso es improbable.

—Tiene que ver con los libros que encontramos en la casa del árbol, ¿recuerdas? Cuando llegué a mi casa los revisé, cada uno. Todo coincide. Y aunque yo no recuerde haber escrito esos libros, es mi letra, tiene mi nombre y hay personas que conozco.

No puede ser, es ilógico.

—¿Tu letra? —niega, confundida—. No es posible, Aiden. Yo nunca te había visto antes de esa vez.

—En el diario apareces tú. Describe recuerdos de yo y tú juntos, juegos, tonterías, secretos. Y es una de las razones por las que supe que estabas mintiendo. El libro contiene una descripción física tuya, un lunar. Ese día, cuando me abrazaste, lo vi. Tienes ese lunar en la mejilla, cerca de la oreja. Y estaba escrito. Summer, tu cabello naranjo, tu aroma.

Summer se queda helada. Instintivamente, se lleva la mano a la mejilla, justo donde sabe que tiene ese pequeño lunar que casi nunca muestra, escondido parcialmente por el cabello. Un escalofrío le recorre la espalda, a pesar del calor de la habitación.

Eso no podía saberlo. Nadie lo sabía.

—Pero… si dices que hay recuerdos, yo lo sabría. Si tú hubieras sido mi amigo antes, lo recordaría.

—Hay anotaciones al azar. Y las últimas páginas están en blanco, como si no hubiera alcanzado a escribir más. Aparte, las últimas páginas escritas son… extrañas.

A pesar de lo insólito de todo esto, la curiosidad es más fuerte que la razón. Necesita saber qué ocurre aquí.

—¿Extrañas? ¿A qué te refieres con eso?

Aiden suspira y se acomoda en la cama.

—En las últimas páginas leí algo que hacía referencia a… ni siquiera sé cómo explicarlo —se masajea una sien—. Éramos amigos, aparecías en la mayoría de páginas. Decía algo de que nos iban a hacer un procedimiento inusual. No explica detalles, pero sí… en una parte decía algo de que nosotros nos sacamos algo que nos habían incrustado en la piel. Estaba viendo y… tengo una marca donde se supone que fue.

Esto es demasiado anómalo para creerlo, pero son demasiadas coincidencias para dejarlo pasar sin más. Necesita pruebas; sin eso, sería imprudente caer en el dogmatismo. No quiere decir que no le crea a Aiden. A lo que se refiere es que esto es muy extraño para creer sin más; fácilmente podría ser solo una locura o una coincidencia.

—Quiero ver —exige.

Aiden esboza una sonrisa burlona.

—¿En serio? Wow, me sorprende lo rápido que se te va la timidez.

No entiende su comentario hasta que él se comienza a sacar la camisa que lleva puesta. Sus ojos se deslizan por su torso, admirando los músculos bien tonificados y sus hombros anchos. Traga saliva al posar su mirada en sus gruesos brazos, que están decorados por venas que se le marcan a lo largo de su piel. No puede tener tan buen físico.

«¿Este tipo no era lector…? Es imposible que tenga el cuerpo así solo ejercitando su vista».

—¿Disfrutando la vista? —se mofa Aiden.

El calor se le sube a las mejillas de inmediato, obligándola a apartar la mirada como si eso fuera a salvarla.

«Céntrate».

—¿Dónde está la marca? —indaga, cambiando el tema.

Aiden sigue con su maldita sonrisa en la cara, niega con la cabeza y se gira, ofreciéndole todavía más de una vista que no estaba lista para procesar. Se señala una zona de la espalda, justo a mitad de la columna. Ella se acerca y lo nota: una marca de no más de dos centímetros, con una forma parecida a una medialuna.

—¿Cómo te la hiciste? —prosigue, tocando sin ejercer fuerza la cicatriz, notando un pequeño relieve en la piel. Nota cómo Aiden se estremece por su tacto y ella suelta una risa suave; él tensa los músculos de la espalda al oírla.

—No lo recuerdo.

—¿Así que tienes una cicatriz en la espalda sin siquiera saber de qué? ¿Y no le has preguntado a tus padres o algo?

Aiden niega.

—Le pregunté a mi padre y me dijo que no tenía importancia. No sabes cuántas veces le insistí para que me dijera y no quiso. Y mi madre, pues… otro tema del que él nunca ha hablado.

Su voz baja la hace sentirse culpable, y no sabe por qué.

—Eh… perdón.

—No está muerta —se limita a decir, con una risa que la hace sobresaltarse.

—¿Entonces…? —sin darse cuenta, comienza a tocar su espalda, explorando su suave piel y probando la fuerza de esos músculos. Él se tensa, pero se hace el indiferente.

—No lo sé. Desde que tengo memoria, ella nunca estuvo —hace una pausa—. Ahora, nos estamos desviando del tema —se da media vuelta, quedando frente a ella.

Summer traga saliva al quedar tan cerca de él y, para añadir, con el torso desnudo. Sus mejillas llegan a un tono carmesí y maldice por ello.

—Deberías ver tu cara, ¿tan mal te pongo? —se burla Aiden.

—No, no, es que hay mucho calor, ¿no crees? —corre hacia la ventana y la abre, respirando aire fresco y tranquilizando su corazón desbocado.

«¡Maldita sea! Tranquilízate, tranquilízate. No te puede afectar tanto ver a alguien así. ¿Cuántas veces has visto a Christopher así mismo? ¡Y no te pones así! Y eso que a ese cabro le encanta andar así por toda la jodida casa. Aiden es lo mismo. Es lo mismo. Es lo mismo…».



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 30.12.2025

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