Royal secrets: la sombra tras la corona

44.

Summer.

Los nervios están a punto de consumirla por completo.

Sus pisadas son firmes, pero por dentro es un desastre. El castillo está igual que la última vez que lo vio: antiguo y, aun así, reluciente. Solo que esa vez se estaba escabullendo, sola. Estaba en una misión personal, solo con Christopher de respaldo. Pero ahora tiene a Aiden y Charlotte para cubrirla, para ayudarla.

Sonríe.

Faltan unas cuantas vueltas para llegar a la alcoba de Kaytlinn, la que, si no lo consiguen hoy, en la noche será nombrada reina oficial.

Toma la radio que ocupan los cuatro para comunicarse dentro del castillo.

—Chris, estás en po…

—Sí, señoría —la interrumpe.

Bien, si todo sale de acuerdo a los planes, Christopher está en los pasillos menos transcurridos. No tiene idea de cómo consiguió que lo asignaran exactamente donde quería él, pero tiene sus suposiciones. Él se encarga de las explosiones. Obviamente necesitaban un plan B por si todo se va al carajo, y ese plan es donde explotan el palacio. Christopher maneja eso: explosiones, coordenadas y cálculos, en el subterráneo, donde es improbable que lo encuentren.

—¿Aiden, tú estás…?

—Exactamente donde planeamos —responde este.

Y eso es en medio de la multitud del castillo, solo vigilando que todo vaya bien. Había que aprovechar las situaciones al máximo y, como Aiden puede entrar en el palacio sin tener que esconderse, él está solo caminando por ahí, en caso de emergencias.

Aunque puede que haya sido, en gran parte, porque Summer no lo quiere arriesgar poniéndolo en una posición donde sea seguro que morirá.

—Charlotte, tú estás en posición, ¿verdad?

—Sí.

—Perfecto, todo listo para…

Se interrumpe cuando pasa a chocar con un hombre, unos centímetros más alto que ella. Va vestido con traje, pero ni eso tapa los músculos que eran invisibles hace tres años. Está muy cambiado, pero ese rostro lo reconocería donde sea.

—¿Auren? —abre la boca, asimilando que el chico que le contó todo lo que sabe ahora está aquí, en el castillo.

—¿Disculpa? —pregunta él, confundido.

No la reconoce. Es obvio. El único indicio de la persona que era antes son las raíces naranjas que ahora le llegan hasta la mitad del cabello negro.

—Soy Summer.

Se queda pensando unos segundos, recordando. Y puede percibir el momento exacto en donde hace memoria.

—Summer. ¿Qué haces aquí? —indaga, frunciendo el entrecejo—. ¿No deberías estar en México? —susurra, para que las personas que pasan por el pasillo no los escuchen.

No se lo puede creer. ¿Qué mierda hace Auren en el castillo?

Lo toma del brazo sin delicadeza y lo arrastra entre la multitud hasta una habitación vacía. Cierra la puerta con seguro y se dirige a él.

—¿Por qué estás en el castillo? —exige.

Este ni se inmuta ante su petición, solo se limita a soltarse un poco la corbata que trae atada al cuello.

—Lo mismo debería preguntarte. Te van a reconocer.

—Tú no lo hiciste. Habla, Auren.

Él resopla y se apoya en la pared, con una actitud relajada.

—Trabajo aquí —anuncia sin más, con tanta obviedad que ocupa un gran esfuerzo intentar no darle un golpe en la cara.

—¿Cómo así? —pregunta incrédula, con una risa que no muestra nada más que nervios. Nervios porque todo el plan se podría joder solo con esto—. ¿Y qué fue todo eso de “odio al gobierno”, “son todos unos putos niños malcriados y malagradecidos”? Explícate.

—¿Y quién ha dicho que eso cambió? Que trabaje aquí no significa que sea de aquí o quiera estar aquí —pone sus ojos verdes en blanco—. Solo estoy aquí por lo que supongo que también estás tú. Intento descubrir más sobre toda esta mierda —explica—. Ahora, ¿puede usted, querida princesa fugitiva, quitarse de mi camino? —se burla, con un tono tan arrogante que está a punto de decirle por radio a Christopher que active el plan B.

De todas formas, toma distancia y lo deja pasar. Él afirma la mano en el pomo de la puerta, y Summer habla antes de que se vaya.

—Auren, hay explosivos en el castillo. Es en caso de emergencias, pero si valoras tu vida, yo diría que te fueras.

Porque, a pesar de que la irrita hasta querer matarlo, él es un aliado. O ella es su aliada, dependiendo del lado en que se vea. Perderlo por odio sería una imprudencia.

—¿Qué van a hacer? —investiga.

—Nada en lo que necesitemos tu ayuda —replica Summer.

Auren se encoge de hombros y sale de la habitación.

Summer suelta el aire que no sabía que estaba conteniendo. Auren no es el enemigo. Y, con eso ya claro, sale de la habitación a los pasillos del bullicioso y caótico castillo.

Unas vueltas más y llega a la alcoba de la futura reina.
Las manos le sudan bajo los guantes negros que lleva. Esto puede salir o muy bien, o muy mal. Sinceramente, prefiere la primera opción.

El plan es ir donde la reina, pedirle que renuncie por las buenas y, si se niega, Summer llamará a Charlotte o a Christopher para que la ayuden a sacarla del castillo. Luego la reportarán como desaparecida y tendrán que elegir a alguien más. Y ese alguien no puede tener ninguna relación lo bastante comprometedora con el rey; un ejemplo: su amante. Porque, si tienen una relación con el que tiene dicho poder, es muy fácil que el legado de mentiras continúe por un reinado más, y no hay tiempo para eso. El próximo gobernante tiene que tener la mente clara.

Y, si algo sale de los planes, boom, se activan las explosiones. La idea no es llegar a ese punto, pero hay que tomar precauciones.

Hay demasiados guardias. O es solo que ahora los nota con más facilidad. La mente es muy buena jugando malas pasadas, y ahora se las está jugando muy mal. Las miradas furtivas de los guardias, las cámaras y los criados que pasan por allí la ponen nerviosa, hacen que quiera renunciar a todo el plan que les tomó desvelarse hasta las cinco de la mañana. Que les tomó un esfuerzo tremendo para entrar al cuadrante de guardias. No es momento de rendirse. Mientras todo salga de acuerdo a los planes, va a estar…



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 30.12.2025

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