Extra.

Christopher.

Ignora el miedo que le hace temblar el cuerpo completo, como tan bien sabe hacer.
Deja a su cuerpo actuar por instinto. Ejecuta los movimientos que el cerebro le indica cada que ve un golpe venir.

—Vamos, son guardias. Deberían estar más entrenados —se burla mientras proporciona una patada en los pies al de enfrente.

Una chica, supone, lo tiene agarrado por el cuello. Siente cómo el aire se le va escapando de los pulmones y su cuerpo pierde fuerza. Necesita librarse rápido. Si en este momento Summer llegara a llamar por la radio, pidiendo que activen las explosiones en seguida, no podría.

Hay otro guardia más allá que está vigilando la pelea, seguramente por si Christopher llega a ser más amenaza de lo que aparenta.

El pensamiento lo hace molestarse. Pero tampoco es que pueda cambiar la perspectiva de ese guardia con esta imagen que ahora tiene sobre él. Lo están asfixiando.

La chica, aunque es más baja que él, es demasiado fuerte. Aferra sus manos al brazo de ella, intentando quitarla. Está débil. Su boca está cerca del antebrazo, si lo alcanza…

—No soy perro, pero… —muerde el brazo de la chica con las últimas fuerzas que guardaba y toma aire a bocanadas cuando ella lo suelta.

—Maldito… —murmura la guardia, frotándose la herida.

Suelta una risa como puede.

—Me lo han dicho mucho. —guiña un ojo.

No se da cuenta cuando el guardia que derribó hace unos minutos llega por detrás y ocupa la misma táctica: pega una fuerte patada en la pierna, lo que lo hace caer de rodillas al suelo.

—¡Me rompiste un hueso! —exclama, sobándose la pierna dolorida. Se arrastra hacia la pared, jadeando. No tiene la pierna rota, pero muy seguramente sí una fractura.

—Si te llevara ahora mismo donde Aegan, créeme que no tendrías solo un hueso roto —dice el hombre, acuclillándose frente a él. Christopher le dirige una mirada de odio.

—¿Y ese quién es? —pregunta con indiferencia, sabiendo que sus manos le tiemblan. Tiene que apretar los puños para que no se note.

El guardia sonríe con malicia y se inclina hacia él. Le va a pegar una patada con el pie bueno cuando el hombre se aleja, no sin antes quitarle los lentes del rostro, admirando el objeto con burla.

—Están rotos, por si no te habías dado cuenta —comenta él, con una risa. La sangre le hierve de rabia, se está burlando de él—. Y Jorge, uhmm… luego tendrás tiempo para conocer tus lazos familiares. Pero ahora me dirás cómo desactivar los explosivos.

No tiene idea de qué le sorprende más. El hecho de que el guardia sepa sobre su plan de respaldo o… las palabras que dijo antes de eso.

Algo está saliendo mal.

Tiene que pulsar el botón de los explosivos. Esto no era el plan. Pero si saca el botón de su bolsillo, lo más probable es que se lo quiten. Está herido. Necesita hacer algo urgente.

La radio. Summer o Aiden lo podrían sacar de esta situación. Incluso Charlotte.

Estampa su bota en la cara del guardia. Escucha el horrible sonido de un hueso romperse y lo siguiente que ve es sangre chorreando de la nariz del guardia.

Se apresura a tomar la radio y encenderla.

—Summer, Aiden, Charlotte, necesito… —la radio es arrebatada por el tercer guardia que antes tenía el papel de observar. Se lleva el objeto escaleras arriba y la guardia a la que mordió se va con él.

El pánico lo inunda. La radio era su única vía de comunicación que tenía.

Afirma su mano en una de las piedras de la muralla y obliga a su pierna buena a hacer el esfuerzo de incorporarse. Sigue al guardia lo más deprisa que puede, dando saltos en un pie.

—Mi dignidad se fue a la mierda… —murmura con una risa que parece una mueca, subiendo la escalera afirmado de la pared.

Unos golpes se hacen notar en el silencio en el que se ha sumido.
Tranquiliza su respiración agitada para poder escuchar.

La voz femenina que oye lo hace esbozar una sonrisa aliviada.

—¿Dónde está? Putos, ¿dónde está el estúpido ese? —exige ella.

Lynn.