Summer.
Charlotte no.
Ella no.
¿Cuánto fue lo que duró con el secreto en silencio? ¿Cinco horas?
La decepción que sentía hace unos instantes se ha esfumado, solo dejando a su paso a la ira. Confió en ella, y ella solo la delató. Casi suelta una risa.
—Deberías ver tu cara. —Se burla Kaytlinn.
Pero ni siquiera ve lo que siente. Se niega a aceptar esta traición. La traición de su amiga.
—¿Charlotte, tú…? —No alcanza a terminar; no va a terminar esa oración que ni en su mente quiere asimilar.
—Sí, ella te traicionó. —Una puñalada dolería menos.
«Todo está construido en los débiles cimientos de la confianza, la cual se puede romper con un solo secreto». Y esta es la prueba.
Le cuesta estabilizarse, sus piernas tiemblan y sus rodillas amenazan con doblarse. Se tiene que recordar respirar, porque teme no volver a hacerlo.
No.
Charlotte no puede terminar con ella así. Si Summer no le importó ni un poco para que se planteara la idea de traicionarla dos veces, entonces no merece que ella se destruya por una amistad rota. Alza la barbilla y enfrenta la realidad.
—Kaytlinn, tú vendrás conmigo. —Exige—. Puedes salir por las buenas o por las malas, tú decides.
Esta la mira con una sonrisa que desborda diversión.
—¿Yo? —Ríe—. La que saldrá a rastras de mi alcoba eres tú, querida. Se te olvida que yo soy la reina ahora.
Aprieta los puños para que no se note cómo su cuerpo tiembla de la rabia. ¿Quién se cree…?
—Esta es mi casa. Tú eres la que está fuera de lugar. —Escupe Summer, conteniéndose para que no le rechinen los dientes.
—Mientras tú estabas en no sé dónde, yo estaba aquí con tu padre, acéptalo. Pertenezco más a este lugar que tú. —Y sigue con esa sonrisa que provoca querer arrancársela a los golpes.
Summer ríe, pero está muy lejos de ser con humor.
—Vamos, no me puedes comparar a mí, alguien con sangre real, con alguien que tuvo que acostarse con medio reino para llegar aquí. —Se acerca donde ella, pero Kaytlinn ha reemplazado su sonrisa por una expresión seria.
Charlotte pasa su mirada de ella a Kaytlinn, solo observando en silencio.
—A veces es mejor eso antes que ser una fugitiva traidora como tú. —Replica.
—Al menos mantengo mi dignidad. —Resopla, cruzándose de brazos.
—Summer, Aiden, Charlotte, necesito… —La voz de su amigo en la radio es cortada de golpe.
La rabia la tiene demasiado cegada como para preocuparse por Christopher. Lo dejó en un lugar relativamente a salvo, igual que a Aiden. Él está bien.
—¿Dignidad? Sí, aférrate a ella mientras puedas. —Ríe con sorna Kaytlinn. Aplaude.
Summer se sobresalta al escuchar el estrepitoso sonido de la puerta abriéndose de golpe. Entran cinco guardias armados que se dirigen a ella.
—Llévensela. —Ordena Kaytlinn.
Dos de ellos toman sus manos, y en ese momento se da cuenta: es el final. No puede contra cinco. Tampoco podrá decirle a Christopher que active los explosivos, pues tiene las manos sujetas. Pero esto no acabará sin luchar. No se dejará llevar al matadero como un cordero callado. Luchará.
Sí. Aguantará mientras espera que Aiden o Christopher piensen por una vez y decidan actuar sin su aprobación.