Christopher.
Lynn.
Nunca había estado tan feliz de verla, y eso que la ha visto varias veces donde sí que necesitaba su ayuda.
Cuando logra subir unos peldaños más, ella ya está frente a él.
—¿Qué mierda está pasando, Chris? —pregunta ella, clavando sus ojos celestes como el cielo en él.
Suelta una carcajada y se esfuerza para que no sea una mueca. La pierna le duele como el demonio.
—Un hola primero, ¿no? —bromea, sosteniéndose de una piedra que sobresale de la muralla—. ¿Tienes la radio?
—Sí. Tenemos que hablar. Ahora. Vamos. —Lo toma del brazo y lo impulsa para que baje. Él se queda parado ahí, resistiéndose y haciendo equilibrio para no caerse—. ¿Qué tienes? —indaga Lynn, mirándolo expectante.
—Nada grave. Me fracturaron el hueso de una patada —ríe, aunque suena como un quejido.
—Qué mal. Me hubiera gustado ser yo quien te rompiera la pierna. —Dice ella, acomodándose la larga melena castaña en una coleta apresurada, esperando a que se mueva de la escalera. Al ver que no lo hace, lo mira—. Ah. En serio estás mal. —Analiza, poniendo los ojos en blanco. Resopla y se acerca, pasando una mano de él a su hombro—. Ninguna palabra de esto. —Amenaza antes de empezar a bajar la escalera de regreso a donde él estaba hace unos minutos atrás.
—No es que tenga muchas ganas de hablar de esto. —Resopla él, descendiendo con el pie bueno para que ella no tenga todo el peso. Es lo más vergonzoso que ha tenido que soportar en su vida.
—¿Qué fue lo que pasó? Me enteré de que tu amiguita está en algunos problemas. Y si tú estás aquí, supongo que estás involucrado. —Deduce.
No alcanza a responder cuando nota que han llegado al subterráneo nuevamente. Sus ojos enfocan al hombre al que le rompió la nariz, el que ahora se está levantando.
—Tú. —Apunta con un dedo en su dirección, frotándose el lugar de la lesión.
Lynn sigue la dirección del dedo hasta mirar a Christopher a los ojos.
—¿Le rompiste la nariz? —pregunta, pero es más afirmación. Ella niega con la cabeza y una sonrisa en el rostro.
—Comandante Diaet —dice el guardia, confundido—. ¿Qué hace con él?
Ella gime con frustración. Se separa de Christopher un segundo y busca con una calma sorprendente en su cinturón. Da con una pistola y la saca.
—Perdóname, Roberts, pero creo que la curiosidad mató al gato. —Carga el arma y apunta hacia el guardia.
—¿Qué…?
El sonido del arma al ser disparada lo hace cerrar los ojos. Cuando los abre, ve que la bala está incrustada en la cabeza del hombre y un gran charco de sangre en el suelo.
Mira fijamente los ojos sin vida del guardia, sabiendo que es la nueva visión que tendrá en sus sueños por los próximos días.
—¿Sensible a la sangre? —se burla Lynn, guardando de nuevo el arma en su cinturón.
Sale de su estupor, pasándose una mano por la cara como si pudiera borrar la última media hora con el acto. Obliga a su mente a salirse de sus pensamientos y se apresura lo más que puede a volver a la computadora que tenía en el fondo del pasillo antes de que irrumpieran en su trabajo.
Puede que, en esto de la pelea, la escalera y la fractura, a Summer o a su equipo les haya pasado algo.
—¿Me dirás qué ocurre? —insiste su amiga.
Revisa las cámaras que alcanzó a hackear. Tiene que estar al tanto de lo que ocurrió. El dolor en su pierna es insoportable, pero intenta concentrarse en la misión para evitar la punzada de su cuerpo.
—Lynn, el castillo será destruido —informa sin mirarla—. Hay explosivos.
Ella se acerca a él y se acuclilla a su lado, mirando las cámaras que él vigila. Le tiende la radio y él le agradece con un asentimiento de cabeza.
—Gracias, me acabo de quedar sin trabajo. —Comenta ella, levantándose.
—Tienes que ir a buscar lo que necesites, Lynn. No sé cuánto tiempo tenemos antes de que me indiquen activar las explosiones. Así que ve a buscar la comida que puedas para el refugio. O el dinero. Lo que te convenga.
Ella asiente, comprendiendo.
—No lo llames “refugio”. ¿Cuántas veces te tengo que decir que ya es una ciudad? —dice irritada esta.
Revisa cada una de las cámaras, deteniéndose en una donde se muestra a la futura reina y a… Charlotte, juntas.
Abre la boca con sorpresa.
Summer es arrastrada por los pasillos por guardias que la llevan atada.
Salta la cámara.
Aiden está corriendo a cualquier lado y acaba de sacar la radio. En eso, escucha lo que le dice.
—Christopher. —Toma la radio para oír—. Ahora.
La orden ya está.
Saca el botón de su bolsillo.
—Lynn, después de esto tienes que correr. Ve a buscar lo que sea que necesites. Y júrame que no morirás. Esas personas te necesitan. —Habla con el botón en la mano, mirándola.
Ella asiente una vez.
—Cúbranse. —Presiona el objeto, desatando el caos inminente.
Las paredes se mueven, las rocas caen. Todo es un desastre. Lynn se cubre la cabeza con las manos y lo mira, con una pregunta en los ojos. Christopher se levanta como puede.
—Vete. Ahora. —Ordena.
—Vamos. —Lynn se ubica a su lado, dispuesta a llevarlo de vuelta arriba.
El tiempo no les da. No llegarán arriba antes de que este lugar se derrumbe. Él está herido, solo la retrasaría. Si ella se va ahora, sin él, al menos se salvará ella.
—No. Vete. No hay tiempo. —Sonríe, intentando tranquilizarla.
—Confío en que podrás salir de alguna manera. —Lynn corre a la escalera y, antes de irse, habla—. No te mueras.
—No es tan fácil quitarme de encima —bromea, tosiendo por el polvo que cae de las piedras.
Ella se va.
Se deja caer en el suelo, apoyando su espalda en la pared que se mueve por el derrumbe.
Cierra los ojos y toma aire, lo que provoca otra tos. Sus últimos segundos de vida no serán de miedo, sino de victoria. Lo ha logrado. Activó los explosivos. Ayudó a Summer, su mejor amiga. Ahora puede morir con una sonrisa en la cara. Su vida sí sirvió de algo.