Royal secrets: la sombra tras la corona

48.

Summer.

Todo se derrumba.

Las piedras caen a su lado, todas de distintos tamaños. Los guardias que estaban a su lado se han esfumado. En cuanto comenzó la explosión, salieron corriendo como los cobardes que son. A esconderse. Lo que ella debería hacer: tiene que ir a un lugar donde se asegure de que no la aplastará una piedra el doble de grande que ella.

Se deja caer en el suelo, con la espalda pegada a la celda donde la iban a capturar a ella. Sigue agotada después de pelearse con los guardias. Toma aire. Observa la cuerda que le une las manos, buscando una manera de sacársela sin tener que pedirle ayuda a alguien. Tampoco es que pudiera tomar la radio para pedirla, ya que el objeto quedó tirado a unas cuantas vueltas de las mazmorras cuando se la quitaron por precauciones. Ya debe estar entre los escombros.

Desde donde se encuentra puede ver el cuerpo de un guardia bajo un pedazo enorme de piedra.

Está muerto.

Un escalofrío le recorre la columna. Antes de que su cuerpo se paralice ante el peso de la muerte, saca esos pensamientos de su cabeza. Debe concentrarse. Es su única oportunidad, por ahora. Ahí debe de haber algo para sacarse las ataduras.

Levanta su cuerpo con esfuerzo y se acerca a lo que queda del hombre. Busca entre sus bolsillos. Nada. Cuando ya ha perdido casi toda esperanza, se le ocurre mover un poco la piedra que trae encima para ver si hay algo en la parte inferior del cuerpo. La piedra no se mueve fácil, pero lo logra.

Lo primero que capta su atención es el brillo plateado de algo que cuelga del cinturón: una espada.

La toma, se tira al suelo y acomoda la empuñadura entre sus pies para sujetarla, y con cuidado va cortando la cuerda de sus manos, como si la espada fuera una sierra.

—Vamos… —murmura mientras mueve sus manos de un lado a otro, esperando que el filo corte deprisa.

El nudo se rompe y una sonrisa aparece en sus labios. Se incorpora deprisa y guarda el arma en su cinturón.

Tiene que buscar a Aiden y a Christopher. También tiene que encontrar a Kaytlinn porque, aunque es muy probable que la explosión se haya encargado de ella, puede que haya sobrevivido.

Solo espera que Aiden y Chris estén en una pieza; ojalá no estén bajo una roca en ese momento.

El miedo la hace dirigir la mirada al rostro del guardia a quien le robó la espada. No es ninguno de los dos. Eso ya lo sabía, pero su instinto la obliga a mirar cada rostro sin vida de los que yacen ahí.

Son demasiados. Pero, aunque la culpa le hace sentir mal, agradece no ver el rostro de Chris ni de Aiden entre los guardias.

Suspira y se dirige a las escaleras para subir de vuelta al exterior. Solo alcanza a subir un peldaño cuando un cuerpo se estrella contra ella, el cual supone estaba bajando a toda velocidad.

—Disculpa… —empieza el chico, frotándose la cabeza. Y cuando aparta la mano lo puede ver, y él igual a ella—. ¡Summer! —exclama Aiden antes de tomarla por la cintura y darle un intenso beso en los labios—. ¿Estás bien? —se apresura a preguntar, inspeccionándola de pies a cabeza, buscando lesiones.

Summer suelta una risa genuina y se agarra a su cuello, dándole un beso corto en los labios.

—Estoy bien. —Asegura, e igual hace lo mismo que él: buscar heridas.

Solo encuentra a un Aiden algo sucio por el polvo; el cabello desordenado; algo transpirado y la camisa mal abotonada. Pero ningún rastro de sangre. Se tranquiliza.

—¿Qué te parece si vamos a continuar con esto? —sugiere él, dándole un beso en los nudillos de la mano, donde tiene pequeñas heridas de la pelea de hace un rato.

—Vamos.

Salen de las mazmorras polvorientas y antiguas para llegar a lo que antes era el lujo de los pasillos principales. En eso, le entra una duda, cargada de una preocupación insoportable.

—¿Has visto a Christopher? —pregunta, mientras ambos caminan juntos, esquivando escombros y pedazos de piedra. Y, lamentablemente, también cadáveres.

Mientras su amigo se mantenga en los pasillos menos transcurridos estará a salvo y, si no se equivoca, ahora debería estar hackeando las cámaras de seguridad de todas las salas. No sería bonito salir del castillo y que te reconozcan por no tener cuidado en borrar los videos que tienen tu cara. Es un trabajo complicado, pero Christopher puede. Y dándole ese trabajo, puede asegurarse de que no muera tan fácil. Pero la posibilidad no queda por completo descartada.

—Sí —contesta él.

Se tranquiliza. Un poco.

—Lo acabo de dejar por aquí cerca. Tiene una fractura en la pierna.

Si le pasa algo a Christopher… no está segura de poder soportar su pérdida. Él ha sido su amigo desde que tiene memoria y planea que eso siga así.

—¿Puedes hablarle? —pide.

Aiden asiente. Toma la radio y la enciende.

—Oye, Summer pregunta si aún estás vivo —habla—. No confía en que te puedas cuidar cinco minutos solo.

Uno.

Dos.

Tres segundos.

«Responde, responde, responde».

La espera le da ansias. Aprieta de más la mano de Aiden. Christopher no puede mo…

—Para mala mi mala suerte, sigo vivo —se escucha por la radio la voz raramente tensa de su amigo. Solo se limita a decir eso y apaga el micrófono; debe de estar ocupado.

Suelta el aire que guardaba y se dispone a concentrarse en la misión ahora que sabe que él sigue respirando.

Revisan todas las habitaciones, empezando por la de Kaytlinn, en la que no está ni ella ni su cadáver.

La gente que aún vive corre por el palacio, todos llenos de pánico. Esquivan rocas y salen lo más deprisa que sus piernas les permiten. Unos pocos se quedan intentando apagar el fuego que causaron los detalles y muebles de madera, pero parece imposible. Nadie los nota. Para ellos, Summer y Aiden son solo dos personas más que intentan salir del caos.

Llegan a la siguiente habitación que toca revisar. Ya se han demorado demasiado inspeccionando cuartos y no queda mucho tiempo. Aiden va a su lado, con paso firme y seguro, al igual que ella, que va tomada de su mano.



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 30.12.2025

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