Royal secrets: la sombra tras la corona

52.

Summer.

Se devuelven del funeral con una expresión neutra, y esta vez Christopher sí mantiene la seriedad.

Hace días no veía a su amigo, y está feliz de estar con él a pesar de las circunstancias. Christopher se ve demacrado, pero no lo juzga, porque puede que ella tenga un aspecto aún peor.

Pasan por calles poco transitadas, es solo precaución.

Una mano la mete a un callejón oscuro; va a gritar, pero una palma le cubre la boca. Aiden corre tras ella y queda en el callejón; Christopher le sigue el ritmo. Cuando ve quién es su captor, no puede reconocerle la cara, pues está cubierto con una capucha que le tapa el rostro.

El olor a metal húmedo del callejón le golpea la nariz.

—Summer, ¿podemos confiar en ellos? —pregunta una voz extrañamente conocida.

—¿Quién eres…? —el pánico crece dentro de ella; la última vez que anduvo en callejones así… no salió muy bien.

La persona se saca la máscara, solo dejando ver su rostro a ella.

No es posible.

Ella está muerta.

El aire se le escapa.

Pero esa mujer tiene el rostro de su madre.

Aiden instantáneamente saca el arma y la posiciona en sus manos, apuntándole a la mujer.

—Sea quien sea, aléjese de ella. —amenaza, acercándose un paso.

—Aiden, no dispares —ordena Summer—. ¿Quién eres? —exige hacia la mujer.

—¿Podemos confiar en ellos, sí o no? —repite ella.

—Sí.

La mujer se quita por completo la capucha, dejando ver más su cabello negro; también gira hacia Aiden y Christopher para que la vean.

—¿Qué…? —se interrumpe su amigo—. No es posible.

—Tú estás muerta —señala Aiden, aún sin bajar el arma.

La mujer suelta una risa.

—Primero que nada, baja el arma, que soy la última persona en este mundo que quisiera dañar a Summer. —Da unos pasos hacia ellos—. Ahora, permítanme ver sus manos.

—¿Por qué? —pregunta Christopher.

—Solo denme las manos. —resopla.

Christopher le extiende la mano con inseguridad y ella se la inspecciona.

—Nada. —Parece aliviada. Hace un ademán hacia Aiden—. Ahora tú.

Este le pasa la mano con la que no sujeta la pistola y ella hace lo mismo, inspeccionándola.

—Nada.

—¿“Nada”? ¿Eso qué significa? ¿Quién eres? —indaga Summer.

La mujer se deja caer en el suelo del sucio callejón y hace una seña para que tomen asiento. Con lentitud, los tres se sientan en torno a ella.

—Bien. Ninguno de ustedes está fichado, qué buena suerte tienen. —Sonríe, y al ver que nadie lo hace, da una palmada—. Veo que ninguno de ustedes confía en mí. Lo que cambiará ahora, porque necesitan hacerlo si quieren vivir.

Todos se quedan en silencio, esperando que ella continúe.

—Empecemos en que no estoy muerta. Yo soy Caury Bourret, madre de Summer.

—Pero si… —comienza Christopher.

—No. Lo otro era un doble. —Al notar el silencio incrédulo de los tres, continúa—. Sé que suena loco. Existen dobles, y ese anillo —apunta al que trae Summer en la mano, el que le sacó a la que se supone era su madre— es la marca de los fichados. Te podría haber matado por ser un clon, pero sé que ese anillo no es tuyo.

—¿Por qué los llamas fichados?

—Los fichados son clones de personas que antes vivían, pero fueron atrapados por el gobierno. Estoy segura de que sabes algo al respecto. —Dice dirigiéndose a Summer—. Eso que viste en los informes, de la humanidad. Era esto.

La información le golpea como un balde de agua fría, porque todo tiene sentido; todo encaja, pero a la vez no lo tiene, y las preguntas que se le arremolinan en la cabeza no la dejan seguir escuchando.

—Eso no es… científicamente posible. —replica Summer.

—Hija, vamos, si tú ni sabes de ciencia —defiende esta—. Pero bien, si no me creen, les diré cómo es posible que la clonación exista y ustedes ni estén enterados.

«El rey, mi exmarido, mandó hace unas cuantas semanas que se investigara sobre un virus (hasta aquí lo saben, supongo). Ese virus nunca existió. Y antes de que me interrumpan con tonterías básicas de “entonces, ¿qué fue el monstruo que apareció?”, esas cosas no se provocan por sí solas, son creadas. Mutaciones».

Pero… ¿por qué el gobierno mentiría sobre eso? Necesitan una razón. Summer conoce lo bien mentirosos que pueden llegar a ser los de la élite, pero ¿esto? Es demasiado. Abre la boca para preguntar.

—Sin interrupciones —interrumpe Caury antes de que le salga una palabra. La fulmina con la mirada—. No tengo tiempo de sobra. —Suspira—. Lo que decía. Esas cosas fueron creadas con un claro propósito. Aterrorizar a la gente. Estoy segura de que se han encontrado con uno. ¿Qué fue lo que les causó? Miedo, horror. Eso quieren. Después de eso, el gobierno comenzó a exigir que todos los habitantes empezaran a asistir a pruebas para “identificar si portaban el virus”, diciendo que era mortal.

«Y, como todos estaban aterrados, iban sin decir ni pío. Ustedes, al carecer del anillo, no han ido a hacerse los exámenes, bien ahí. Porque si llegan a ir, nos vamos despidiendo. Nadie sale intacto de las pruebas. Ese es el momento exacto donde los clonan».

No se resiste al impulso de mirar a sus amigos para confirmar que han escuchado lo mismo que ella. Aiden ha guardado el arma y escucha atentamente. Christopher está quieto, con la mirada perdida, pero al notar su mirada, vuelve a la realidad.

—¿Cuántos han sido clonados? —interviene Christopher—. ¿Y quiénes? ¿Kaytlinn… —traga saliva— era un clon?

—Sí, lo era.

Summer, que tenía la atención en su amigo, nota que este casi se desploma del alivio.

—Pero… ¿entonces qué hacen con las personas reales? —indaga Summer.

—Los élites son los que pueden pagar para que su cuerpo sea encapsulado o congelado, para que sigan “viviendo” o su cuerpo siga existiendo. Pero los otros… depende de las necesidades del reino. A veces necesitan personas para experimentos, entre otras cosas. Pero mayormente los matan: asesinan al real y dejan al clon.



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 30.12.2025

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