Summer.
La calle está vacía, no hay ni un asomo de alguien que pase por ahí, y se siente muy extraño.
Llegan a un callejón que Summer nunca en su vida había visto, a pesar de que vivió ahí por más de diecisiete años. Observa todo con una atención meticulosa, cuidando que no se le escape ni un solo detalle. De pronto, hay una falta de ruido en el aire, como si el mundo hubiera dejado de respirar. Lo que es raro, porque Christopher —su amigo— no se calla ni por si acaso.
Se voltea.
No hay nada.
No hay nadie.
¿Dónde se fue ahora?
Comienza a caminar en busca de él, pero luego de dar vueltas unas cuantas calles se pierde. No sabe a dónde está, dónde estaba o si ya pasó por allí. Transita por las calles, pensando en el problema en el que se acaba de meter: está en un lugar del que no tiene ni la más remota idea de dónde queda; cualquiera la puede reconocer como la hija del rey, o quizás ya no la reconozcan así, sino como “la chica que intentó asesinar a su propio tío”. Y apenas suceda eso, la mandarán a prisión con cadena perpetua.
»Genial«
Sigue caminando, hasta que un chico entra en su campo de visión. No es Christopher, sin duda no lo es. Este tiene el cabello oscuro y es un poco más alto que él. Eso es lo que puede notar desde donde está, pero no está del todo segura. No pierde ni un segundo y se acerca al extraño para indagar sobre el lugar en el que se encuentra.
—Hola —lo saluda, haciendo que él aparte la mirada del celular y cambie su ceño fruncido por una sonrisa de cordialidad.
—Hola. Gracias a Dios que apareciste —el extraño se rasca la cabeza y su cabello negro se despeina ligeramente—. Justo estaba pensando ir a hablarte.
Summer siente que se le escapa el aire al recordar que está a la vista de todos, y su imagen, se puede decir que es muy... viral. Si él alguna vez ha visto a la hija del rey —a la que ahora llaman la traidora—, la reconocerá.
—¿En serio...? ¿Por qué? —Un asomo de impaciencia se muestra en su tono. Implora mentalmente que no la reconozca en este momento o en ningún otro.
—Es que... verás, no soy de por aquí. Llegué hace poco a la ciudad, soy de Washington. Y quería saber si me ayudarías a llegar a un lugar.
Y sus esperanzas han sido aplastadas. No hay forma de que alguien responda una pregunta de la que no sabe la respuesta.
—Al parecer, estamos en las mismas. Yo tampoco soy de por aquí. —En parte no es mentira, porque, de hecho, ella vivía en otro estado, así que no tiene ni la menor idea de dónde está parada.
El extraño se ríe a pesar de la desagradable situación en la que se encuentran. Su risa es contagiosa, y Summer no resiste el impulso de reírse junto a él.
—Me llamo Aiden —dice en cuanto ambos se calman y comienza a caminar.
—Mucho gusto, Aiden. Yo me llamo Summer. —Lo sigue. Y no entiende por qué lo está acompañando, ahora mismo debería irse corriendo para evitar cualquier cosa que la arruine a ella y a su propósito.
Pero ya tomó la decisión, y, como ya empezó a caminar junto a Aiden, sería muy obvio si intenta marcharse. Tendría que haberse ido en cuanto dejaron de reír. Con un “Bueno, adiós, buen día” se hubiera librado fácil y rápido. Pero es tonta y no lo hizo.
»Tonta, tonta, tonta. Encima le dijiste tu nombre.«
—Lindo nombre. ¿Qué significa? Estoy seguro de que había visto una palabra en no sé qué idioma que se parecía —ladea la cabeza ligeramente, pensando.
—¿No sabes inglés básico? Significa verano. Lo que me intriga es que (por lo que sé) no tengo nada que ver con el verano.
»Tonta, tonta, tonta. Tienes que intentar alejarte, no conversar.«
—Quizás naciste en esa estación. ¿En qué mes nació, señorita Summer?
—Marzo.
»¡No le des información!«
Al parecer, regañarse ya no está funcionando.
—Ah, bueno, me pregunto qué habrá pasado por la mente de tus padres al ponerte ese nombre —hace una breve pausa pensativa—. Y, por casualidad, ¿no te llaman “Sun”, por el sol?
»Evade la pregunta, mientras menos hables, mejor. Lo aburrirás y se querrá ir él, así no sospechará de ti.«
—No, la verdad nunca me habían llamado así.
»¡Tonta!«
—¿Y cómo te llaman entonces?
—Sum, por Summer. Es parecido a Sun, solo cambia una letra.
»¿Por qué sigo con esto?«
—Okey, desde ahora te llamaré Sun... No, mejor Sunny —dice Aiden entre risas y ella puede notar los dos hoyuelos que se le forman en ambos lados de las mejillas.
Summer hace una mueca de indignación.
—¿Cómo esos dulces que existen en Chile? Suena raro. —Le dirige una mirada confundida que pronto se transforma en una pícara, junto con una sonrisa arrogante—. Pero, aparte de eso: ¿tan dulce soy?
»Soy un caso perdido«
Él piensa un rato con un gesto exagerado mientras se frota la barbilla.
—¿Dulce? ¿Tú? Tal vez, pero serías un chicle pegado en el trasero, muuuy molesto.
Okey, eso no lo esperaba. Qué confianzudo nos salió el tipo.
—Un poco más de respeto, ¿no? Nos conocimos hace menos de diez minutos y ya me andas insultando.
—Ya, tranquila —sus labios se curvan en una sonrisa burlona y se inclina en una reverencia exagerada—. Después de ti, princesa.
»Aja, si. Te voy a estampar mi puño en tu cara a ver si sigues creyendo que soy una princesa«
Aunque si lo intentara de seguro le sangra la mano por el impacto, porque, a pesar de que muchas veces tiene ganas de golpear a alguien, no es muy buena con los golpes. Nació con dos pies y dos manos izquierdas.
Caminan por allí, rogando mentalmente que encuentren su destino. Summer aún está preocupada por lo que le ha pasado a Christopher; miles de escenarios cruzan su mente y no hacen más que aumentar su preocupación. Solo se limita a frotar sus manos en los pantalones y se decide a seguir una conversación tranquila con Aiden, aunque la verdad solo quiere salir corriendo de ahí.