Summer.
Se encuentra decorando un pastel de frutilla. Estaba con Christopher, pero hace exactamente cinco segundos se fue al baño diciendo por toda la cafetería: «¡Estoy que me cago!». Menos mal que no había ningún cliente que lo escuchara.
—Christopher, ¿te molestaría cerrar la puerta del baño? No quiero verte cagar, gracias —le dice Summer, dándole la espalda mientras observa el pastel.
Christopher ni se molesta y solo se dedica a sacar su celular.
—Noup, así podemos hablar mejor.
—Pero si ni siquiera estábamos hablando. —Saca una frutilla del plato y se la echa a la boca.
—Pues ahora sí. Declaro iniciada esta conversación. Comencemos con algo simple: ¿en serio te cae bien ese tipo?
—¿Qué “tipo”?
—Ese de Iden, Aden, o como se llame. —Christopher deja el celular a un lado.
—Ah, hablas de Aiden. —Estira el brazo para agarrar otra frutilla—. Y no, no me cae bien del todo.
—Menos mal, imagínate yo teniendo que soportarlo otra vez. Es la persona más fastidiosa que conozco.
Summer toma el plato de fresas para acercarlo, pero se choca con una jarra de agua y esta se cae, vertiendo todo el líquido en la tarta. Analiza todo en silencio, sin saber cómo reaccionar ante la destrucción de lo que les tomó una hora y media a Christopher y a ella.
—Chris... ¿te puedo decir algo sin que me mates apenas te pares de ahí? —Se voltea y deja el desastre a sus espaldas para mirar a su amigo, pero al parecer él sí le tomó la palabra y decidió entrecerrar la puerta.
—¿Qué hiciste ahora? —Se escucha agua corriendo y, un segundo después, sale Christopher secándose las manos en la ropa.
Summer da un paso al lado y deja a la vista la tarta. Christopher pestañea una vez sin decir palabra mientras ve en silencio. Dirige la mirada a ella y otra vez a la tarta. Cierra los ojos y suspira, obviamente intentando calmarse, lo que no funciona porque...
—Summer, tienes cinco segundos para correr por tu vida antes de que haga otro pastel contigo como ingrediente principal.
—Qué miedo. —Solo se queda parada a ver qué hace.
—Uno.
Summer se va a los sillones de la cafetería y se tapa con una manta.
—Dos, tres, cuatro, cinco. —Christopher cuenta rapidísimo, sin hacer pausa, y va a buscarla. Toma una almohada y le da un almohadazo en la cabeza (o donde se supone que está su cabeza).
—Oye, ¿no te interesaría un tratado de paz? —Se cubre la cabeza bajo la manta.
—Mm... déjame pensarlo. No. —Le da otro almohadazo, y otro, y otro, hasta que parece que a Summer le dio un derrame cerebral.
—¡Eres un salvaje! —grita, aunque suena más como una risa ahogada.
—Esto no es salvajismo; es vengar a mi difunto pastel de frutilla.
—¡Fue un accidente!
Se escucha un golpecito en la puerta de la cafetería y Christopher voltea. Summer sale de debajo de la protección de su manta e igual mira quién es.
—¿Sí? —Christopher se dirige a una ventana que da a la puerta y, al mirar de nuevo a Summer, se golpea la frente con la mano—. Es Aiden. Qué lindo momento para morirse, ¿no? Voy a buscar a mi ex. No me esperes.
—¡Tú ni tienes ex!
Summer se levanta dejando atrás a Christopher y corre al baño. ¿A quién busca? ¿A Summer... o a Evie? «No, piensa, piensa, no hay forma.» Aiden las conoce como dos personas distintas. Evie no debería estar aquí. Summer sí. Tiene que ser Summer. Sí, porque si no... ¿cómo explicaría que viene a buscar a Evie a la cafetería de Summer?
Cierra la puerta y se saca los lentes de contacto que ahora siempre lleva, se desmaquilla y se pone una peluca que representa muy bien el cabello largo y anaranjado que la caracterizaba antes de cortarlo y teñirlo.
Sale del baño justo cuando Christopher le abre la puerta y Aiden entra a la cafetería.
—Holis. ¿Me extrañaron? —Aiden saluda con la mano y se deja caer en una mesa cercana.
—No. ¿Ya te vas? —responde Christopher con una sonrisa demasiado amplia para ser sincera, puro fastidio disfrazado.
Aiden lo fulmina con la mirada.
—Sun, tú sí me extrañaste, ¿verdad?
—¿A qué se debe tu visita?
—¿Qué? ¿No puedo visitar a alguien solo porque se me da la gana? Yo creí que éramos amigos. —Aiden hace un puchero exagerado.
La presencia de Aiden pone claramente nerviosa a Summer. Sería tan fácil cometer un error y echar a perder todo su plan... Está en juego su futuro, y no piensa arriesgar su futuro por un chico que apenas conoce.
Se muerde el labio por instinto al sentirse nerviosa y termina diciendo:
—Está bien, quédate esta tarde, pero ya no vengas más... tenemos clientes que atender.
—¿Clientes? ¿Es en serio, Summer? La cafetería está más vacía que el cerebro de Christopher —articula Aiden con una sonrisa burlona en el rostro, obviamente dedicada a Christopher—. Sin ofender, claro.
—Es que tu llegada espantó a nuestros clientes. No te soportan y, de hecho, me sorprendería que alguien lo hiciera —replica Christopher con el mismo tono venenoso, sin perder la compostura.
—Oigan... ¿van a seguir discutiendo o ya van a casarse? Porque la luna de miel parece que empieza aquí mismo. —Summer ríe ante la cara de asco de ambos.
Christopher vuelve a su habitual sonrisa burlona.
—No estaría mal. Yo soy el novio y Aiden la novia. Lástima que mi nueva novia no duraría ni cinco minutos en nuestra luna de miel.
Summer suelta una carcajada y Aiden frunce el ceño.
—Ni que la tuvieras tan... ya sabes. —Suelta Aiden.
—¿Tan qué? —Christopher arquea una ceja.
Summer ya no puede contener la risa y suelta unas cuantas carcajadas mientras se recuesta en el sofá intentando respirar en medio de la risa.
—Nada. Summer, deja de reírte, carajo. —Aiden igual ríe, aunque se tapa la cara con una mano.
Christopher lo observa con calma, su sonrisa burlona creciendo cada segundo.
—¿Quieres comprobarlo, querida? —suelta con tono teatral, mirando al techo como si recitara Shakespeare.