Royal secrets: una sombra tras la corona

8.

Summer.

Christopher suelta una carcajada poco disimulada.

—¡Cállate! —exige Summer elevando la voz pero aún en un murmullo—. Nos descubrirán por tu culpa.

—Ya, ya. Me callo. —Christopher se muerde el labio inferior conteniendo la risa que amenaza con salir—. Summer, no lo hago a propósito, lo juro. Pero creo que me dio un ataque de risa. —Se echa a reír lo más bajo que puede y señala una roca del camino—. Es tan gracioso todo. ¡Mira esa roca! —Se carcajea.

Summer pone los ojos en blanco y sigue caminando por los túneles.

Ahora mismo se encuentran caminando en los pasillos ocultos del palacio real.

Summer, como hija del rey, conoce cada uno de los túneles y pasadizos secretos. Y, afortunadamente, no han cambiado nada en los últimos tres años que ella no estuvo ahí.

Christopher y ella van a buscar unos registros del progreso de los estudiantes en la escuela/academia/taller de cómo gobernar. Se supone que ella debe tener el puesto, para eso fue a ese lugar. Debe ver el progreso que lleva y asegurarse de ser la opción más fiable para que le encarguen el reino. Recuperará lo que en algún punto era suyo y de nadie más.

Quiere recuperar su corona, limpiar la podredumbre del reino y sacar a la luz los secretos que la destruyeron.

Son sus objetivos para seguir esta guerra por el trono, porque sabe que eso es lo correcto, o al menos para ella. Porque sabe que se cometió una injusticia y la debe arreglar. Porque sabe que cada muralla del palacio oculta secretos que ella nunca imaginaría, y tiene que descubrirlos, por el bien de ella y por el bien de toda persona que habite este reino corrompido.

¿Lo irónico? Es que las mismas personas que convirtieron su vida en un infierno hace tres años, son las mismas personas que le dijeron la verdad cuando todos mintieron.

Llegan al final del pasadizo de piedra, donde hay una puerta de madera que se ve desgastada. Summer comienza a rebuscar en las piedras de la muralla hasta que llega a una cajita diminuta, le quita el polvo, la abre y saca una llave de ahí. La introduce en el cerrojo y abre la puerta con un chirrido.

—Wow, hace años que no estaba aquí —dice Christopher con la boca abierta al pasar por la puerta y ver las escaleras de piedra en espiral que parecen no tener fin—. ¿No hay ascensor? Qué mal servicio.

Summer ríe por lo bajo y comienza a subir los peldaños, sujetándose de la baranda y llenándose la mano de polvo.

—Mira el lado bueno, nadie ha pisado este lugar en mucho tiempo, así que es menos probable que alguien llegue y nos vea. —Summer se sacude la mano con la otra.

—¿Bueno? ¿Estás bromeando, no? Si nadie ha venido aquí, ¡pueden haber ratas!

Lo ignora y sigue subiendo.

Suben un poco y Christopher habla:
—Sum —jadea—, ¿cuánto falta? Me estoy muriendo.

—Christopher, estamos en el piso tres.

—¿Y…?

—¡No te puedes cansar tan rápido! —le espeta Summer.

—No eres quién para opinar sobre mis condiciones físicas, así que dime cuánto falta.

—Dos pisos.

Christopher asiente y siguen subiendo.

Llegan a otra puerta que igual está cerrada con llave, Summer la abre y se ve una estantería con libros.

Ella aparta un libro y observa por el hueco.

—Al parecer mi habitación está intacta. Qué extraño —murmura.

—Vaya, tu padre está más loco aún por dejar la habitación de una traidora tal y como estaba. Si yo hubiera sido él, quemaría todo.

—Ayúdame a mover el mueble.

Christopher y ella corren el mueble lo justo para dejar un espacio para que ellos puedan pasar. Summer se asoma para ver mejor.

—No hay nadie, vamos.

Salen de ahí y se adentran en la habitación. Se queda mirando todo. La nostalgia es fuerte, muchos momentos que pasó allí, y todo se perdió en unas cuantas horas. ¿Cómo puede ser todo tan inestable?

Contiene las lágrimas que amenazan con asomarse y, en lugar de dejarlas salir, se pierde en los objetos: una mesa con papelitos, una cajita de madera, una estantería con libros marcados con notas. Todo está igual.

Abre la puerta unos centímetros y con un ojo ve los pasillos del palacio: alfombras rojas y suaves, y candelabros gigantes colgando del techo.

Se va de la habitación con Christopher pisándole los talones y van corriendo a la oficina de su padre, que está a unas dos habitaciones más adelante.

Antes de llegar, se escucha ruido cerca. Summer toma a Christopher de la manga de su sudadera y lo mete al cuarto más cercano.

Se oye un sonido de rueditas pasando por afuera de la puerta y Summer contiene el aliento hasta que ya no se escucha. Suspira y toma la manija, pero antes de hacerla girar se voltea y analiza la sala en la que están. Se encamina y llega a una puerta, se asoma una vez más y…

Su padre.

Su padre está con alguien en el cuarto…

Pero ese »alguien« no es nada más ni nada menos que una de sus compañeras de clase.

Y, para rematar, su padre está casado.

Los segundos pasan y ella no se da cuenta, su mirada conecta con la de su padre un instante y este se espanta, se separa de la chica rubia y le grita:

—¡¿Quién eres?! ¡¿Qué haces en mi cuarto?!

Summer entra en pánico y echa a correr.

—¿Qué pa…? —empieza Christopher, pero Summer lo interrumpe empujándolo a la puerta.

—¡Nos vamos!

—¿Qué?

—¡Ahora!

Comienzan a correr y se van por donde entraron. Toma lo primero que encuentra de su antiguo dormitorio, guardando una gema color azul en su bolsillo. Salen antes de que alguien logre verlos y antes de que su padre la atrape



#1633 en Fantasía
#5533 en Novela romántica

En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 31.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.