Aiden.
»¿Es una pesadilla?«
Tiene que serlo.
Parpadea unas cuantas veces para asimilar lo que está ante sus ojos.
 Una criatura. Silueta humana. Cabello desaliñado. Cuerpo desnutrido. Salvaje.
Le dan ganas de vomitar.
La criatura se encuentra encima de un hombre, que se está desangrando por una gran herida en el estómago. La cosa mete la mano en la herida y saca un… órgano. Se lo come.
 Sus dientes no son normales, están transformados en colmillos ahora ensangrentados, y hay un espacio en su boca a falta de los dos dientes frontales.
 La criatura mastica, y el sonido húmedo se arrastra por el callejón, más lento que su respiración.
La criatura lo mira y ladea la cabeza, se pasa la larga lengua por los dientes, limpiando el exceso de líquido. Sus iris están dilatadas al punto de que ya no se ve gran parte de la esclerótica. Y lo que se ve está lleno de diminutas venas rojas.
Aiden siente la piel de la nuca tensarse. Su cerebro grita corre, pero su cuerpo apenas responde.
 Sale del trance al conectar su mirada con la criatura y se obliga a mover los pies si no quiere terminar igual —o peor— que el hombre.
El monstruo lo persigue en cuatro patas, ganando ventaja al ir más rápido.
 Aiden ve a Evie a unos metros, esperándolo. Al acercarse, la toma de la muñeca y la arrastra. Ella le sigue el ritmo con cara confusa.
—¿Qué pasa?
—Si no quieres traumarte de por vida, o quedar en shock y morirte de todas formas, te recomiendo que no veas lo que nos está persiguiendo. —Controla su tono para no demostrar el terror que en realidad siente. No mostrará algo que pueda afectar a ambos; si él se muestra con miedo, serán dos tontos aterrados corriendo a donde sea.
Evie mira atrás y abre los ojos como platos al divisar a la criatura. El pavor inunda sus ojos.
—¡¿Qué se supone que es eso?!
—¡Corre más rápido, mi casa está a unas cuadras!
Continúan escapando. La criatura ya los va alcanzando, y a él ya no le queda mucha resistencia.
 La distancia es solo de unos metros. Su casa ya se alcanza a ver. ¿Cómo abrirán tan rápido la puerta?
Se le ocurre una idea.
—Vi, toma. —Le entrega unas llaves que saca del bolsillo de su chaqueta—. Entra a la casa que está ahí, ¿la ves? —Señala una vivienda color blanco con detalles color marrón—. Déjala medio abierta. Voy a distraer a esa cosa mientras abres la puerta
—No… es peligroso, ¡te puede matar!
—Joder, no hay tiempo. Yo te invité a venir aquí, ahora yo tengo que sacarte de esto. No dejaré que mueras por mi culpa. Vete.
Evie le dedica una última mirada y asiente con los labios fruncidos. Se echa a correr a la casa, y Aiden va en otra dirección, tomando lo primero que encuentra: un palo. Tendrá que conformarse.
La criatura se acerca a toda velocidad hacia él.
Cierra los ojos y suspira, intentando calmarse.
Muy probablemente muera en unos cuantos minutos, y no va a vivir sus últimos y escasos segundos cagándose del miedo.
»Tranquilízate. Tú puedes«, se intenta animar.
El monstruo se acerca y salta por encima de él. Aiden ve cómo pasa sobre su cabeza y sigue todo su recorrido hasta que sus patas —o manos— tocan el suelo.
—No eres muy bonito, ¿lo sabías? —Bromea, intentando que la voz no le tiemble. Sujeta el palo con fuerza y espera el siguiente movimiento de su contrario.
Aiden echa una pequeña miradita a Evie. Ya está dentro de la casa, encendió las luces y se encuentra mirando por el bordecito de la puerta; lo está esperando.
Las comisuras de sus labios se contraen en una sonrisa y tiene que obligar de nuevo a su cuerpo a concentrarse.
La criatura se abalanza sobre él, con las uñas dispuestas a desgarrar en trozos su piel. Se aparta y siente la ráfaga de aire del monstruo chocarle en el rostro. La cosa se choca contra el suelo y parece aturdida. Aiden aprovecha y corre en dirección a Evie lo más rápido que sus pies le permiten.
Escucha cómo atrás hay movimiento y voltea.
El monstruo lo persigue y está casi pisándole los talones.
»Mierda, ¿cómo se levantó tan rápido?«
Hace caso omiso y sigue. Escucha un rugido y ve una sombra fugaz pasar por su costado. Segundos después siente cómo el costado le arde. Se mira y ve que tiene un zarpazo que le cubre gran parte del costado; ya está empezando a sangrar. Gruñe y resbala.
»Maldita sea… ya aseguré mi muerte.«
Siente el aire azotarle los cabellos, junto con el aliento caliente de la criatura ahora en su nuca, y cierra los ojos, esperando su muerte. Escucha un golpe seco y un líquido caer. Pero no es su sangre la que cae.
Mira atrás y ve al monstruo intentando sacarse un cuchillo de la pierna. La imagen le da ganas de reír, pero siente que ya no tiene fuerzas.
Unas manos lo toman delicadamente de los hombros y lo arrastran hasta la casa.
 Evie.
Ella cierra la puerta enseguida y corre a la cocina. Él ve lo que hace desde los sillones, recostado, con las manos intentando detener el sangrado. Evie saca un paño de la mesa y lo moja con agua fría. Va donde él y aparta sus manos.
—¿Puedo…? —le pregunta, refiriéndose a la camisa que cubre la herida.
—Evie, si me estuviera muriendo desangrado, ¿me seguirías preguntando si me puedes sacar la camisa?
Ella resopla y levanta esa parte de la ropa, dejando al descubierto la longitud del corte.
—¿Te duele mucho?
—No tanto —miente.
Ella sigue limpiándole la sangre con cuidado de no hacerlo doler, aunque a él le duele con solo tenerla en la piel. Sus manos son cálidas y cuidadosas, delicadas y suaves. Podría perderse en ese sentimiento.
—Ya está —dice Evie, apartando el paño ahora rojo y bajándole la camisa. Aiden vuelve a la realidad.
Se quedan en un silencio incómodo un rato, ambos reflexionando sobre lo ocurrido pero sin querer mencionarlo, casi como si tocar el tema fuera confirmar que todo fue real.