Aiden.
La luz de la mañana entra por las ventanas, iluminando cada rincón de la habitación en la que están. Aiden se despierta por un rayo de sol que le cae sobre los ojos, abre los párpados lentamente para acostumbrarse a la claridad. Cuando se adapta por completo, lo primero que ve es el rostro de Evie… muy cerca.
Siente su respiración calmada a unos centímetros de distancia.
Admira su rostro unos segundos: sus ojos celestes, su cabello negro y corto…
Pasa su mano a la almohada y le acaricia el cabello suavemente. Toma un mechón oscuro en su mano y lo contempla. Nota que la raíz del cabello empieza a adquirir un tono anaranjado y se difumina en el color azabache de las puntas. Si no estuviera tan cerca, no lo notaría. Y ahí es cuando cae en cuenta de lo que hace.
Se aparta en seguida, tomando distancia.
»¿Qué me pasa?«
Se levanta de la cama con cuidado de no despertarla y se va a bañar. Al salir, ve que Evie está despertando; sonríe al verla toda despeinada y evitando la luz del sol.
—Despertaste —se acerca a la cama y se sienta en la orilla; toma una almohada y se la lanza a ella—. Vamos, levántate.
Evie gruñe y se cubre con las mantas.
—Qué sueño —se queja.
—Tienes que bañarte, sucia, ayer ninguno se bañó. Y eso que corrimos por toda la ciudad —la sacude para que se levante.
Evie se incorpora y pone los ojos en blanco.
—Ugh, ya, ya, me levanto.
Aiden asiente y va a su armario. Rebusca entre la ropa y saca una camiseta ancha simple; se la tira. Esta cae en su cabeza y la toma de mala gana.
—¿Y esto qué?
—Póntela cuando te termines de bañar, ¿o piensas usar la misma ropa de ayer? Lo que sí, tendrás que ponerte tus pantalones porque no creo tener unos que te queden.
Evie le muestra el pulgar en acto de afirmación y se mete al baño. Aiden se va a la cocina y comienza a preparar algo de comer.
Luego de unos minutos va a sentarse al sofá y enciende el televisor. Ahora mismo deberían estar en clase, pero el accidente de ayer y la hora a la que despertó hoy decidieron otra cosa.
Evie aparece por la puerta, luciendo su camiseta y los pantalones que ha llevado desde el día anterior. Aiden le sonríe y le indica que se siente junto a él.
—¿Cómo está tu herida? —se deja caer a su lado y señala su costado—. ¿Puedo ver?
 La sonrisa de Aiden se transforma en una pícara.
—¿Por qué tanto apuro? —sigue con su tono burlón—, te recomiendo no volverte adicta a la vista; sé que es difícil porque tengo el mejor físico que verás, pero contrólate, hermosa. —Menciona la última palabra lentamente, saboreando cada letra y, a la vez, mofándose de ella.
—Oh, tranquilo, ya tengo dominado el instinto de lanzarme a tus brazos —le sigue el juego—. Pero deberías preocuparte por ti, no creo que ese ego sea sano.
—Mi ego está en perfecto estado, que sepas.
—Ah, ya. Solo haz caso y levántate la jodida camisa, no sería divertido si te mueres por una infección.
Aiden pone los ojos en blanco y una sonrisita lo delata; esa chica lo divierte tanto.
Se levanta la tela y deja al descubierto su costado, que sigue algo rojo, pero ya no sangra. Evie toca la herida con las yemas de sus dedos, delicada, sin hacerle doler, pero aun así siente cómo su cuerpo se tensa bajo su tacto. Tiene ganas de apartarse, de correr lo más lejos posible de ella y lo que provoca. Pero también quiere quedarse, sentir más de eso que no sabe qué es; tampoco desea descubrirlo.
—Está mejor —dice ella al retirarse. Aiden siente un vacío donde antes estaba su mano y no entiende por qué le dan ganas de detenerla, de rogarle que siga ahí. Con él. Sintiendo su contacto.
»Joder, creo que necesito ir al manicomio.«
Deja salir una risita corta, desprovista de humor. Se baja la camisa y toma el control del televisor.
—Veamos qué fue eso que vimos anoche. —Cambia el tema, intentando olvidar todo lo que pensó y lo que se obligó a no pensar. Enciende la pantalla y busca un canal de noticias.
No mucho después encuentra uno; no fue difícil, todos los canales noticieros están reportando cosas sobre el nuevo avistamiento de la criatura.
»Se han reportado diversos ataques de una especie de criatura monstruosa nunca antes vista. Por lo que hemos sabido, han resultado heridas unas veintisiete personas y han fallecido alrededor de cinco«
Evie aprieta los labios. Aiden no dice nada, pero su mirada se queda clavada en la pantalla.
 Cinco muertos.
Y hubieran sido seis si Evie no lo hubiera rescatado justo a tiempo la noche anterior.
»La cuenta de las criaturas ha sido un aproximado de tres monstruos hasta ahora«
¿De dónde rayos salieron esas cosas?
»Se recomienda no salir de casa hasta que se descubran más detalles sobre la especie, los daños que provocan y los efectos secundarios de algunos heridos«
Efectos secundarios.
Las palabras se graban en su mente. ¿Él tendrá efectos secundarios? ¿Qué pasará con él?
 Se le revuelve el estómago y le entran ganas de vomitar todo lo que comió de desayuno. ¿Tendrá algo dentro de él que ni siquiera tiene idea? ¿Una infección? ¿Se convertirá en uno de esos?
»Solo es un rasguño, solo es un rasguño, solo es un rasguño…« Se repite, como si fuera su nuevo mantra.
 No quiere ser uno de esos. No. No.
 No va a ser una amenaza para nadie.
 No está infectado.
 No es una infección.
 No pasa nada.
 No es más que un rasguño.
 No se va a preocupar… por ahora.