3 años atrás…
Se despierta sobresaltada de su sueño. Suspira con alivio al sentir las suaves mantas bajo sus manos, pero la tranquilidad dura poco.
No está en su habitación.
La pesadilla no era parte de su imaginación.
Obliga a su cuerpo a no entrar en pánico, así que mete su miedo en una cajita mental y la cierra con candado. Se levanta, poniendo sus pies en el suelo. Trae la misma ropa que traía hace… ¿Cuánto lleva dormida?
Lo último que recuerda es que irrumpieron en su cuarto y se la llevaron; ella forcejeó, pero fue en vano. Todo lo demás son recuerdos borrosos, como si la hubieran… drogado.
»Me drogaron.«
Es la única respuesta lógica a que no recuerde nada de lo que hizo antes de amanecer en este lugar. Camina hacia la puerta para salir, pero alguien se le adelanta y la abre primero, casi chocándose con ella.
—Oh, perdón. —El chico se aleja un poco—. Veo que ya despertaste. ¿Quieres comer algo?
Lo dice con tanta naturalidad que Summer casi podría creer que es todo normal. Pero no es así.
Actúa lo más rápido que puede, sin darse tiempo a vacilar un segundo más. Lo toma por la camisa del cuello y lo estampa contra la puerta que recientemente abrieron, lo cual no es tan difícil. El chico es delgado y solo unos muy escasos centímetros más alto.
—¿Dónde estoy? —le exige sujetándolo fuerte.
—Vaya, tranquila. —Se intenta zafar de su agarre, pero Summer presiona más.
—Dónde estoy. —Repite.
—A ver, a ver. No sé si quieres que te lo diga literal literal, o literal pero más figurado. ¿Te digo la ubicación o te digo así como en las películas tipo “estás en el infierno” y luego me río como psicópata?
Summer ladea la cabeza con confusión.
El tipo suspira como si estuviera aburrido.
—Me pregunto por qué siempre hacen las mismas preguntas, ¿no pueden ser más originales? —responde.
Él niega con la cabeza.
—¿Sabes? Me parece una enorme falta de respeto que creas que me aterrorizas. Mira, te voy a responder lo que sea que quieras saber, pero suéltame o no te diré ni una palabra. No quiero que creas que respondí a tus básicas preguntas por miedo. Yo decido cuándo hablo y cuándo no.
Le dan ganas de golpearlo. ¿Por qué le tocan a ella las personas así de arrogantes?
Se resigna y lo suelta, sacudiéndose las manos como si estuvieran sucias por el contacto. Él se acomoda la ropa y se pasa una mano por su cabellera castaña. Acto seguido, se da media vuelta y sale caminando por el pasillo con una calma irritante.
—Confiaré en que no me clavarás un cuchillo en la espalda en este momento —la mira por encima del hombro.
Lo empieza a seguir por instinto.
—Tampoco es como si tuviera uno.
Él le dedica una sonrisa de superioridad.
—Qué despistada. No me puedo creer que no hayas visto el cuchillo en la habitación. ¿Estás ciega? Ay, ay, ay. Y pensar que era para que agarraras confianza. —Cubre su frente con la mano como si estuviera cansado—, pero ahora me entero de que ni siquiera lo viste. ¿Cómo se supone que lo haremos ahora? Me complicas la vida, pero al menos ya sé por qué no te fías de mí.
¿Estará diciendo la verdad? Porque si así es, se va a tirar de un puente. ¿Cómo no lo pudo ver? Sopesa la posibilidad de devolverse al cuarto corriendo a buscarlo, pero ya están a mitad de pasillo.
—No te quedes parada ahí. Vamos.
No se da cuenta de que había estado ahí, pensando. Gruñe y camina tras él.
La casa le provoca escalofríos; todo se ve sucio y a la vez limpio, es… extraño. Parece una casa abandonada, pero varias cosas le dicen que no es así.
Bajan a la primera planta de la casa, la cocina, supone. Hay una mesa y sillas desgastadas. Toman asiento y el chico la mira como si intentara descubrir algo.
—Bien. Ahora pregunta lo que quieras saber.
Summer posa sus manos en su regazo y las observa como si allí estuvieran impresas todas las preguntas. Ahora que tiene la posibilidad de indagar en la situación, no sabe por dónde empezar. Así que decide continuar donde lo dejó.
—¿Dónde estoy?
Él suspira y se masajea el puente de la nariz con el índice y el pulgar.
—Y seguimos con esa pregunta. —Se levanta y va a un estante, lo abre y saca una botella con un líquido rojo junto con una copa—. ¿Quieres? —Hace un gesto con la cabeza, a lo que Summer asume que es vino. Niega con la cabeza y él se encoge de hombros—. Tú te lo pierdes, esta conversación será larga. ¿Segura, segura que no quieres?
—No. ¿Me vas a responder?
Vuelve a tomar asiento y se sirve licor en su copa.
—Bien, bien. Sin apuros. Estás en mi casa. —Da un sorbo largo.
No se esperaba que le respondiera tan fácil. Aunque sencillo no fue mucho, pero igual le respondió. Lamentablemente, esa respuesta no le sirve.
—Eso ya lo sé. ¿Crees que no vi los calzoncillos que estaban tirados en medio del pasillo?
El chico se atraganta con el vino y tose para disimular la risa que le sube a la garganta.
—¿Y qué te dice que esos calzoncillos eran míos? —Toma un poco más de la copa y la mira con una ceja arqueada.
Summer lo mira con una sonrisa burlona y él suspira, poniendo los ojos en blanco—. Ya. Quizás sí eran míos. No soy la persona más ordenada que conocerás, pero lo intento, ¿okey?
Le acaba de dar un dato, y ella lo atesora en lo más seguro de su mente. «La persona más ordenada que conocerás». No planea matarla. Qué alivio.
—Pero no creo que quieras saber dónde estás, porque ya te lo he dicho y no te sorprendió, ya lo sabías. La información que creo que quieres es por qué te tengo aquí. —Se inclina en la mesa—. Y claro que te responderé eso. No es sarcasmo, lo juro. —Se ríe y vuelve a enderezarse en el asiento. Toma un trago y sigue—. Por lo que has notado, soy exclusivamente amable contigo. Tienes tu ropa intacta y no amaneciste herida, ¿o me equivoco? Tampoco te he torturado o tratado mal. Así que, si el sentido común no te falla (cosa que la verdad no me sorprendería), no creo que creas que te quiero hacer daño. —Comienza a trazar círculos con su dedo índice en el borde de la copa a medio tomar.