Summer.
Y, otra vez, ha perdido.
Tiene su espalda pegada al pecho de Aiden, el cual sostiene un cuchillo en su cuello, y con la otra mano sujeta sus muñecas tras la espalda.
Ya ha perdido la memoria de cuántas veces ha sentido el filo de esa hoja en su garganta. No consiguió ganar ni una vez.
—Vamos, Evie, no puedes ser tan mala en esto —añade Aiden soltándola y devolviéndole el arma—. Ni con ventaja pudiste derribarme.
Con «ventaja» se refiere a que ella empezó teniendo el cuchillo, y él se lo quitó en medio de la pelea. Se aleja unos pasos y queda frente a él, empuñando el objeto filoso.
—No vale. Tú tienes experiencia en esto, yo no —reclama, pasándose una mano por el cabello para echarlo a un lado.
—Te he estado ayudando por tres días y, con suerte, sabes cómo lanzar un puñetazo —sostiene él. Toma una botella de agua, da un sorbo y se dirige a ella—. Bien. Vamos, otra vez.
No puede dejar que le gane nuevamente. De alguna forma tendrá que averiguar cómo derribarlo.
Aiden hace una señal con la mano para que se acerque.
—Vamos, ataca —la provoca.
Summer lo fulmina con la mirada y lanza un puñetazo al estómago. Aiden lo esquiva con facilidad, toma su antebrazo y la voltea en un movimiento rápido. Otra vez quedan igual que antes, espalda contra pecho. Ella, impotente, sin saber qué hacer, y él disfrutando de su victoria. Él le busca la mano libre para quitar el cuchillo.
«Piensa, piensa, piensa», se repite, reproduciendo en su mente todos los consejos que Aiden le ha dado para esta situación.
Él ya encontró su brazo y va bajando la mano lentamente, acariciando su brazo con sorna. Ella se estremece bajo su tacto, prácticamente derritiéndose con el contacto de sus delicados dedos con su piel, y se reprende en ese mismo momento. Casi puede sentir la sonrisa burlona de Aiden ensancharse a cada centímetro que se acerca al cuchillo que descansa en su palma. Qué irritante.
Cada segundo es una oportunidad menos.
Aiden consigue llegar a la empuñadura justo cuando una idea aflora en su cabeza. Una sonrisa asoma en su rostro antes de presionar con fuerza el arma entre sus dedos. Él se queda quieto un segundo, sorprendido por la repentina fuerza que ella ejerce sobre el objeto.
Justo lo que esperaba: un segundo de vacilación. Duda. Esa es la ventaja que quería. No desperdicia ni un segundo más y lanza un codazo contra el estómago de su contrario. Este suelta un gruñido y afloja la presión de su brazo. Se zafa de un manotazo y voltea, sube la hoja de la cuchilla y la posa en la yugular de él.
—Creo que gané —le sonríe con orgullo.
—Vaya —parece sorprendido. Mucho. Y en sus ojos brilla una emoción tan intensa que no puede identificar.
Summer no baja el cuchillo. Podría hacerlo; total, la victoria ya la tiene. Pero tener a Aiden mirándola así...
Él, en un movimiento rápido, quita el arma de su mano e invierte los papeles. Ahora es él quien sostiene el cuchillo contra su cuello.
—Te distrajiste.
Ella resopla, poniendo los ojos en blanco. Aiden, con la punta de la hoja, le alza la barbilla con delicadeza, sin querer cortarla.
—Otra vez —ordena. Le sonríe y baja el arma, depositándola en la palma de ella.
«¡¿Otra vez?! Este tipo me quiere matar»
—¿Y no estás interesado en dejarme ganar una vez? —bromea. Esto de perder cada uno de los enfrentamientos ya no le está gustando para nada.
—Si te dejo ganar, no te esforzarías por intentarlo. Así que la respuesta es no.
—Entonces, ¿un descansito? —plantea Summer. Siente que, en cualquier momento, se derrumbará del cansancio—. No hemos descansado casi nada.
—Descansarás cuando aprendas a no desconcentrarte mirando a tu oponente.