Royal secrets: una sombra tras la corona

23.

Summer.

Tocan la puerta.

—¡Summer, anda a abrir, yo estoy en el baño! —grita Christopher desde, seguramente, el retrete.

»La pregunta es cuándo no está en el baño.«

Se levanta de su cama y va hacia la entrada.

—¡Hola, Evie! —exclama Charlotte antes de apartarla con una sonrisa y pasar al interior—. ¡Hola, Christopher! ¿Dónde estás? —pregunta mirando a todos lados, buscándolo.

—¿Charlotte? —adivina con tono cansado—, ¿otra vez? Viniste ayer.

Su amiga se deja caer en el sillón de la sala.

—Solo quiero estar con mi mejor amiga Evie.

Ya no es inusual verla por ahí. Desde que descubrió dónde vivía Summer —o como ella la conoce, Evie—, casi no ha salido de la casa. A Christopher parece desagradarle aún más que Aiden, pero lo disimula mejor.

Se ha hecho muy amiga de Charlotte; su personalidad alegre es perfecta para sacarla del cansancio eterno que le dejan las prácticas. Y, la verdad, esta chica le transmite una confianza que nadie le había provocado antes. Aunque, en parte, se lo debe a las preguntas con las que la interrogó… las mismas que usó con Aiden. Pero Charlotte la convenció rápido de qué lado estaba.

En cambio, con Aiden… aún no está tan segura.

Quiere contarle. Quiere decirle quién es, qué va a hacer, y quiere que la ayude. Quiere que, si algo llega a pasar, él esté con ella. Quiere tenerlo de su parte. Porque, aunque sea jodido, presumido y un poquito demente… sigue siendo Aiden. Él la ha ayudado, la ha acompañado, la ha sacado de sus malos días, y ella desea —quizá más de lo que admite— que siga haciéndolo.

Y, volviendo a Charlotte, en ella confía. Siente la curiosidad de ella misma reflejada en Charlotte: la misma duda, el mismo deseo de saber, el mismo resentimiento —aunque no tan notorio— contra el gobierno.

Ella sería la aliada perfecta.

—¡...Evie, te lo juro! Me dijo con ese mismo tono. —Ni siquiera había notado cuando Charlotte comenzó a hablar.

—Perdón, ¿qué decías?

—¿Recuerdas el tipo ese que te dije que me gustaba? Me habló, y me invitó a salir —chilla emocionada.

—¿Y dónde te llevó?

—A comer, ¡luego me dijo si quería ir a su casa!

—¡Ese no te quiere! —ruge Christopher aún desde el baño. Charlotte arquea una ceja, confusa—. Apuesto todo mi sueldo a que te va a llevar a su casa, ajá, y después, por arte de magia, desaparecerá.

—¡Christopher! —lo reprende Summer.

—Mejor agradéceme, le estoy advirtiendo —sale del baño con una toalla pequeña que le rodea el cuello, absorbiendo las gotas de agua que caen de su cabello mojado—. Bueno, eso: si quieres escúchame, y si no, pues anda. Ese tipo es un idiota de primera. Bye. Cuando se vaya me avisas —dice, señalando con un movimiento de barbilla a Charlotte. Hace una reverencia burlona—. Con su permiso, señoritas.

Se retira y cierra con un portazo.

Summer suspira y se masajea el puente de la nariz con el índice y el pulgar.

—Perdónalo. No lo educaron de pequeño.

—¡Ahora no se puede decir la verdad porque te llaman maleducado! —se queja él desde la habitación.

—¡Déjate de ser tan metido!

—Okey, mamá. Ya cierro la boca antes de dejarlas en depresión a base de verdades. —Antes de poder responderle, se escucha que pone música a todo volumen desde su cuarto, y da la sensación de que quiere causar un terremoto en su propia casa.

Nos quedamos en silencio Charlotte y yo. Solo escuchando cómo Christopher se rompe la garganta cantando-gritando una canción que, más que nada, habla de que nadie lo quiere.

Charlotte suelta una risita nerviosa y se acomoda el pelo, claramente fingiendo que no acaba de ser triturada emocionalmente por un tipo que ni siquiera está en la pieza con nosotras.

—Bueno… —dice, dándose ánimos—. Igual no le haré caso. O sea, ¿qué sabe él del amor?

—Nada. —Respondo de inmediato—. Literalmente nada. Christopher cree que el romance es una teoría conspirativa del gobierno.

—¡Lo es! —se oye desde la pieza, seguido del coro desentonado de otra estrofa dramática.

Charlotte se tapa la cara con ambas manos.

—Evie, por favor. Haz que se calle.

—Estoy segura de que si abro esa puerta, lo único que voy a lograr es una sordera definitiva.

Silencio. Bueno, casi; si no fuera por Christopher sí sería silencio. Charlotte solo piensa, mirando en cualquier dirección, aunque puede que no se esté fijando en nada.

Tocan otra vez la puerta. Tres golpecitos suaves.

—Voy a abrir —avisa antes de incorporarse y ir a paso rápido a ver quién es.

—Holis, ¿estás ocupada? —pregunta Aiden. Frunce el ceño al notar algo y se asoma por encima de su hombro—. ¿Qué es eso? ¿Estás haciendo una fiesta y no me invitaste? —se indigna.

—Ah, no. Es Christopher que se anda de dramático.

—Oh, bueno. Y bien, ¿no me vas a responder?

—Está Charlotte.

Aiden abre la boca levemente, asiente una vez y se pasa una mano por el cabello. Luego vuelve a fijar su atención en mí.

—Eso no responde mi pregunta. Según tú, ¿estás ocupada para salir conmigo un rato, sí o no?

—No lo sé. —Mira hacia el interior de la casa—. ¿Quieres pasar?

—No —dice más rápido de lo que debería—. ¿Tú quieres venir?

Summer gime con exasperación.

—Te he dicho que está Charlotte.

—¿Y el problema?

—No la puedo dejar sola —se excusa.

—No estará sola, está Christopher, ¿no?

—A Christopher no le cae de lo mejor de lo mejor, así que ni de joda va a estar con ella por voluntad propia.

—Vamos, Evie, solo un ratito muuuy chiquito, nada más —le ruega con las manos como si estuviera rezando—. Diez minutos —propone.

No quiere rechazar esta salida con Aiden, pero tampoco puede dejar sola a Charlotte, pero Aiden, pero Charlotte...

—Charlotte no va a querer que me vaya...

Aiden pasa por su lado y entra a la casa, asoma la cabeza para ver la sala.



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 20.11.2025

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