Royal secrets: una sombra tras la corona

25.

Summer.

Charlotte tropieza con una piedra y por poco cae de bruces contra el suelo.

—Deberían ser ilegales las piedras en la calle, ¿no crees? —comenta al levantarse.

Se encuentran en una calle algo concurrida, van de camino a la tienda a comprar ingredientes para una tarta. Caminan unos metros más y Charlotte se para frente a un local que, al parecer, vende animales. Tras el vidrio que da a la calle hay una jaula con varios perros: algunos jugando, otros durmiendo o comiendo.

—¡Mira, Evie! Qué bonitos. ¿Pasamos a ver? —sugiere entusiasmada su amiga.

—No puedo, soy alérgica a los perros —se lamenta Summer.

—¿Alérgica a los perros? Qué crueldad más grande. Mis condolencias.

—Pero si quieres, pasa tú. Yo te espero aquí —afirma, apoyando su espalda en el vidrio de la tienda y cruzándose de brazos.

—Pero no te vayas —le advierte.

—No lo haré.

Charlotte entra como un huracán al lugar y Summer saca su teléfono para hacer el tiempo más llevadero. El bullicio de la gente es molesto; también es difícil ver con claridad la calle, por donde pasan demasiadas personas. Por esa razón, da la vuelta y se queda en la esquina de un callejón vacío: podrá ver cuando Charlotte salga, pero no estará tan envuelta en la multitud.

Un hombre de mediana edad se acerca a ella y queda de frente. Summer aparta la mirada del celular.

—Hola, linda —saluda el tipo, y a ella le dan arcadas al sentir el nauseabundo olor que sale de su boca. Huele a alcohol.

—Eh… hola —dice, moviéndose despacio hacia un costado, intentando alejarse de ahí.

El hombre estampa su mano en la pared, a un lado de su cabeza, y ella se sobresalta. Hace lo primero que se le ocurre: le da un rodillazo en la entrepierna y aprovecha el segundo que él se toma para quejarse, alejándose lo más deprisa que puede.

—Maldita mocosa… —murmura el tipo tras ella, dando unas zancadas rápidas hacia donde está, alcanzándola sin esfuerzo. La toma de la muñeca con una fuerza que le corta la circulación—. No hagas eso, ¿quieres? —sonríe con maldad.

Hace una mueca de dolor pese a su intento de no mostrar debilidad. Summer intenta zafarse, pero el hombre tiene una fuerza que no había visto antes. Él le toma la otra mano y se las junta arriba de la cabeza. Ella le pisa el pie, pero ni se inmuta.

—¿Qué te pasa? ¡Déjame! —grita, desesperada al verse impotente.

El hombre se pega a ella y apoya una mano en su cintura. Va a vomitar.

—Tranquila, tranquila, después te dejaré. Solo déjame… divertirme un rato —le susurra al oído. Summer reacciona pegándole un cabezazo al ver la oportunidad. Él suelta su cintura y se masajea la cabeza.

—¿No me la pondrás fácil, verdad?

Ella le escupe en la cara con una expresión de asco.

Él posa su mano en su cadera y aprieta fuerte. Summer tensa la mandíbula para no gritar.

—No vuelvas a hacer eso, ¿entendiste? —acaricia la zona que toca.

»Charlotte, aparece, por favor. Que alguien aparezca«, implora mentalmente.

Y, por primera vez, sus plegarias son escuchadas.

Charlotte entra en escena justo cuando el hombre empieza a desabotonar su camisa.

—Aléjate de ella. Estoy marcando el número de la policía —amenaza su amiga con voz firme.

—Ah, qué bien —celebra él, mirando a Charlotte de arriba abajo—. Premio doble.

Se vuelve a concentrar en Summer, trazando círculos lentos en la parte trasera de su muslo.

—Eres un asqueroso. Déjala o yo misma te mato —continúa.

—A ver, hermosa. Inténtalo.

—Yo que tú cerraría el hocico si no quisiera terminar en el hospital… o en un ataúd —dice una voz conocida, adentrándose al callejón por un lado de Charlotte—. Ahora te alejas de ella en este mismo instante y quizá solo te lleves unos moretones a la casa. Tú eliges —termina Aiden.

El hombre lo mira con desdén y sube su mano hasta la espalda baja de Summer, bajando luego a su trasero.

—Qué dramáticos.

Summer mira a Charlotte y a Aiden con una expresión de súplica, esperando que hagan algo rápido. Porque lo que depende de ella, ya no puede hacer nada. Cierra los ojos y se imagina en otro lado, en cualquier parte que no sean las asquerosas palmas de ese hombre.

La expresión que tiene Aiden nunca la había visto: está tenso, con la mandíbula apretada y los puños tan comprimidos que la piel se le pone blanca.

—Suéltala —ordena, acercándose a pasos lentos.

—¿Y quién eres tú para impedirme estar con esta linda jovencita? —acerca su rostro al cuello de Summer, oliéndola, y desabrocha un botón.

En un instante, Aiden avanza hacia el tipo y, antes de que pueda hacer nada, le da un puñetazo fuerte en el rostro.

—Uhh —reacciona Charlotte, tapándose la boca con la mano—. Hasta a mí me dolió.

Aiden ni se inmuta por la sangre que le chorrea al tipo. Le planta otro golpe directo y lo agarra de la camisa, acercándolo.

—Vamos, tócala otra vez. ¿Quieres arriesgar tu vida? Adelante —escupe, soltándolo con asco y frotándose las manos como si tuviera mugre—. Tienes suerte de que no tenga ganas de ir a la cárcel ahora mismo, porque si no fuera por eso, ya estarías de camino al infierno. Aunque claro, si tienes ganas de seguir con esto, no me importará ocultar un cadáver.

El hombre se agarra la nariz e intenta detener el sangrado.

—Estás loco.

—Oh, ¿tengo cara de que me importa la opinión de un desgraciado como tú?

El hombre lo mira con mala cara y comienza a irse. Aiden espera a que el tipo desaparezca de su vista para volverse hacia Summer con una expresión más calmada, aunque la preocupación aflora en su rostro.

—¿Qué pasó…? No, espera, no me digas. ¿Cómo estás? ¿Te sientes muy mal? ¿Quieres que le haga algo más? Aún está cerca, lo podría alcanzar fácilmente y… —sugiere, inspeccionándola visualmente.

—Estoy… bien —lo tranquiliza, aunque su cuerpo está temblando. Aún procesa lo que pasó hace menos de diez minutos.



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 25.11.2025

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