Amir contemplaba, y observaba a Khalid cuando llego al palacio consigo su esposa y madre, también su otro hermano Rachid.
— Vaya hermanito, o debería de decir su alteza real.
— No estoy de humor, Amir.
Su madre se acerca a él, y lo abraza y le dice.
— Dejad de pelear los dos, ahora dime dónde está ella.
— Está descansado madre, estará lista a la hora de la cena.
— Me imagino que debes de echar de menos el desierto de los beduinos, y todo su reino que está dentro de él.
Khalid apretó la mandíbula.
— Estoy contento como ves hermano.
— Bueno, entonces me alegro por ti. Pero hay otras personas a las que deberías tener en cuenta.
Khalid no contestó, únicamente bebió de su copa, que tenía en la mano.
— La gente de Qatar, tu gente, te ha echado de menos hermano el rey, el soberano.
Continuó Amir, reclinándose en su silla. Los demás se habían retirado a sus aposentos.
— Van a preparar una celebración en honor a tu vuelta. Para ti y para esa chica, claro está.
— ¿Cómo?.
Le espetó Khalid.
— Mañana al mediodía, en el mercado. Es la tradición. Se sentirán muy decepcionados si ella y tú no acuden.
Le informó Amir.
Esto se lo contaba después a Rubí que lo observaba, vio cómo su mano agarraba con fuerza una copa que traía entre sus manos, cómo se le agitaban las ventanas de la nariz.
— Nunca decepcionaría a la gente de Qatar.
Le había dicho a Rubí.
— Entonces porque está molesto.
Afirmó Rubí, enarcando una ceja.
— No estoy molesto y vamos a ir.
— ¡Que estás loco!. Yo no voy a ningún lado contigo.
Contestó Rubí, Khalid apretando los dientes y dice.
— Bien, entonces te obligaré.
Khlaid asintió.
— Más chantajes alteza.
— Si tengo que hacerlo, sí.
— Bueno, no me queda de otra que hacer su voluntad, alteza.
— Ya Rubí... mejor arréglate que vamos a cenar con la familia.
Hora después se encontraba en el salón, con Khlaid agarrada del brazo.
—Buenas noches.
Contestó Rubí, forzando una sonrisa.
— Hermano... Ya has regresado, eso es bueno para el reino.
Khalid no dijo nada, pero le siguió con la mirada hasta que abandonó la habitación, y se dirigían al comedor, allí estaba toda la familia de Khalid.
— Buenas noches para todo, madre te presento a la prometida de Khalid ya la viste, esta tarde, y ya sabes la otra historia.
— Buenas noches, hijos, ahora que la veo mejor es muy bonita, buena elección, hijo mío.
Rubí se ruborizó con lo que dijo la mamá de Khlaid. Amir tardó un rato antes de responder.
— Bueno Khalid siempre hay trabajo que hacer, después de cenar vamos al estudio.
— Sí, siempre hay trabajo querido, hermano.
Repitió él con un tono serio y seco. Rubí suspiró, sintiéndose algo melancólica, por aquel no era un lugar alegre sino hostil, y los hermanos se trataban algo seco, sabía que aquel lugar no era su casa.
— Bueno, vamos a comer y luego hablamos hermano.
— Está bien Amir, hablamos después.
La cena estuvo divina, pero al igual muy tensa, con los hermanos mirándose serios y también mirándola a ella, y ella se dijo que a dónde se había metido, al aceptar aquella locura. Rubí sintió que se le sonrojaban las mejillas, pero decidió ignorarlo. Quizá eso tres hombres tuviera a todo el mundo engañado con sus trajes de diseño y sus maneras civilizadas, pero ella no había olvidado la forma como Khlaid la había tratado y la forma de como se comportaba ahora frente a su familia. Bajo aquella apariencia arrogante y odiosa, se escondía un hombre sensible, y ella no podía bajar la guardia. Rubí observó a todos en la mesa de reojo. Solo quedaba esperar que se retiraran.
— Porque tanta callada Rubí.
— Oye Leila está hablando contigo Rubí, te sientes bien.
— Discúlpenme, si me siento bien, y tengo por costumbre no hablar en la mesa cuando estoy comiendo, perdóneme si estoy en silencio.
— Vaya que de verdad eres extraña Rubí.
Amir se inclinó sobre la mesa y agarró una jarra de plata llena de café antes de volver la vista hacia ella. Era la imagen misma de la educación.