Salí de la universidad y estaba decidida a ir a verlo, me había llevado un suéter y me puse la capucha en la cabeza, y luego me fui. Franklin estaba del otro lado del lago.
—Franklin, aquí estás, pero no es seguro que estemos aquí, mi padre me tiene vigilada. Mejor vayamos a otro lugar.
Franklin pensó por un momento y luego abrió los ojos como si se le hubiera prendido el foco.
—¿Podemos ir al museo?
—¿Hablas del Museo de Arte? No lo sé, el cuadro del grito me intimida.
Franklin se rió y se cruzó de brazos.
—Pues simplemente no lo veas, boba.
—¡Oye
—Ya, ya, perdón, pero vamos rápido. Por cierto, te traje otra carta.
Pero entonces se escuchó un grito: "¡RUBÍ!".
Mierda...mi padre
—Ay no, estoy en problemas, y son problemas muy graves.
—¡Eres mucho más grande que mi hija, no tienes derecho a estarla malinfluenciando, o como se diga!
—Señor, yo no tengo malas intenciones, yo solo...
—No me interesan tus patéticas excusas de pervertido, Rubí, nos vamos.