Mis padres siguen pensando que tú y yo no debemos estar juntos.
Franklin se tensó y la miró por un momento, soltó un suspiro y entrelazó sus dedos.
—Eso lo sé, aunque no parezca me preocupa que las cosas se salgan de control. Tus papás son muy estrictos.
Lo que Rubí no sabía era que Franklin tenía un pequeño secreto que no quería compartir con ella por el momento porque no sabía de qué forma ella se lo tomaría, ya que era algo que no se veía todos los días.
—Te llevaré a tu casa, creo que necesito irme ya que es de noche y...
Rubí levantó la mirada de su plato y frunció el ceño al ver la desesperación de Franklin. ¿Te imaginas que sea casado? No... Eso era lo que menos Franklin era, era algo mucho más grande.
—Rubí, no tengo tiempo para explicaciones, por favor, vamos a llevarte a tu casa.
Está bien, si eso es lo que quieres, pues vamos...
La luna en el cielo se iluminó mientras que las nubes la cubrían, haciendo un toque misterioso y al mismo tiempo hermoso, un fenómeno que me gustaba ver todo el tiempo y que me hacía hipnotizarme. Franklin, por otro lado, parecía incómodo con la cercanía de la luna y cómo ésta lo alumbraba encima de él.
—¿Todo está bien? Se me hizo raro que esto pasara porque cuando me conoció, o mejor dicho cuando yo lo conocí a él, no estaba así con la luna. Pero esta vez parecía nervioso.
—Debo llevarte a tu casa. Te lo explicaré después o tal vez no... Pero ten esta carta, te escribí un poema.
Tomé la carta entre mis manos con un sobre rojo como siempre...
—¿Por qué todos los sobres son del mismo?
—Porque los rubíes son rojos.
Él me dijo que me subiera al auto y después se subió rápidamente, me dejó en mi casa y se fue sin siquiera despedirse.
¿Qué rayos le pasa?
Mis padres me estaban esperando en la sala, preguntándome cómo me fue y cómo había pasado mi cumpleaños.
—O sea, están diciéndome que cumplo 18 y ustedes me dejan salir como si nada? Eso es muy raro...
—Hija, es que ya por lo menos eres mayor de edad. Hubiera sido ilegal que estuvieras con alguien a tu edad, ibas a tener problemas legales o, mejor dicho, él iba a tener problemas legales.
—No es como que fuéramos a andar por allí diciendo su edad, a menos que ustedes vayan y lo hagan. Pero son muy raros la verdad. En fin, lo cierto es que se fue sin despedirse, no sé qué le pasó.
Mis padres se miraron con preocupación.
—¿Sin despedirse dices? No me digas que es un hombre casado, porque de ser así voy a matarlo...
—No creo que sea casado papá, pero algo me dice que hay algo más... Se puso muy raro cuando la luna comenzó a brillar.
—¿La luna? ¿Eso qué tiene que ver?
Me encogí de hombros y me fui a mi habitación. "Mañana hablamos" fue lo último que les dije antes de entrar a mi cama y comenzar a leer lo que él me había escrito. Era un poema amoroso y bastante dulce, a veces no sé de dónde sacaba tanta palabra para escribirme todo eso, pero lo apreciaba mucho. Siempre quise un amor como el que estoy viviendo, pero ahora estoy dudando de su comportamiento.
Al día siguiente, a las 8 de la noche:
Me desperté y tenía algunas llamadas perdidas de Franklin. Le devolví la llamada y me contestó de inmediato.
—Te estuve llamando toda la noche, perdón por lo que pasó, es que tenía unos problemas y no pude despedirme bien, pero te prometo que no volverá a pasar, solamente que ayer...
—Quiero que me digas cuáles son esos problemas. Estás saliendo conmigo, pero te comportaste muy extraño y no quiero que me salgas con una tontería de que eres casado o algo así.
Él soltó un suspiro a través de la línea, donde también se escuchaba un fuerte viento como si estuviera en el bosque, y colgó de inmediato. Ahora sí me va a escuchar.
Me puse mi suéter color rojo y fui a buscarlo.
Mis padres no estaban porque habían ido a ver el baile del cascanueces. Qué tontería, nunca me gustó eso, pero bueno ellos y sus citas de pareja.
Me fui por el mismo bosque con una pequeña lámpara que tenía de repuesto, suponía que lo iba a encontrar allí, pero solamente se escuchó un aullido... Un aullido a lo lejos. Dejé caer la lámpara al escucharlo por el susto, levanté la mirada y un lobo negro me miraba con ojos amarillos y dientes afilados, estaba en un acantilado aullándole a la luna, la cual se veía potente en el cielo iluminando todo alrededor. Este lobo se acercó a mí con pasos fijos, a lo que salí corriendo sin pensarlo.