Rubí y la carta roja

La mirada del lobo

El lobo comenzó a perseguirme, pero sin mostrar sus dientes. Este lobo parecía inofensivo, pero su cuerpo y tamaño eran intimidantes, lo que obviamente no me hacía confiar para nada en él.

Seguí corriendo mientras las ramas crujían bajo mis pies y las ramas de los árboles arañaban mi rostro.
El lobo se me abalanzó encima, haciéndome caer al suelo.
Mis gritos se volvieron desesperados mientras intentaba quitarme al animal de encima. Lo empujaba con fuerza y determinación, pero este era muy grande.

—Rubí, escúchame...

Dejé de lanzar mis golpes al aire y lo miré. ¿Ese lobo acaba de hablar?

—Rubí, no te voy a hacer daño...

Me dijo aquel lobo con una mirada triste que me conmovió lo más profundo de mi alma, y una lágrima cayó de mi mejilla ante la triste mirada de aquel lobo que no parecía feliz con su especie, que más bien parecía querer librarse de aquella maldición.

—Soy Franklin...
La sorpresa se apoderó de mi ser. Ya entendía esa mirada y por qué se me hacía tan conocida. Ya la había visto antes en mi mente... En mis sueños... Y frente a mí, mirándome fijamente cada vez que me besa.




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