Ruge por mí [serie Gold Pride 3]

Capítulo 25

 


Ava salió del salón comedor en el momento en que Marshall entraba a la Casa Matriz por las grandes puertas de cristal antibalas junto a Dimael, la impresión de sus pasos de sus miradas, habría logrado engañar al ojo humano, le belleza ágil y salvaje habría encandilado la mirada. Sin embargo, Ava podía ver en lo profundo, la decepción y el cansancio que se arrastraba en ambos hombres.

Dimael tenía los ojos entrecerrados y una expresión de agotamiento a pesar de que probablemente no se había esforzado mucho, tal vez se debía al tiempo, la tibieza del aire que quizás se sentía pesada sobre su piel.

Ava tuvo que mirar a la derecha, Marshall estaba lúcido, activo y muy consciente de su presencia. Era una obviedad con sólo ver ese leve giro de cabeza, la forma en que todo en él cambiaba, volviéndose más fuerte, intenso.

Un depredador atento a su entorno, sus sentidos funcionando a máxima capacidad para detectarla siempre que fuera posible. El león nunca paraba de buscarla, de encontrarla, de hacer un camino hacia ella.

Un gruñido bajo se construía en su pecho, ascendiendo hacia la garganta. La tigresa por dentro presionó, con un fuerte empuje hacia adelante, al león con el que quería jugar y luego destrozarlo, el razonamiento felino estaba distorsionado por la violenta marea, sus instintos asesinos le hacían perder el enfoque. Pero en el fondo, Ava sabía su significado, y también aquello a lo que podía conducir.

Algo que temía, pero no podía dejar que Marshall lo supiera.

«Debemos ser profesionales» se dijo, obligándose a mantener la compostura a través del dolor y la rabia que amenazaba con ahogar su humanidad. Respiró, ella tenía el control, no podía perderlo. Fue al encuentro de los dos hombres esperando aplastar esas emociones nocivas creciendo por dentro.

—Buen día, Ava —Dimael saludó, su voz se perdió en un bostezo felino.

—Buen día.

Le sonrió al leopardo de las nieves, pero cuando se enfrentó a Marshall se sintió arrinconada, una mirada profunda e intensa se clavó sobre ella, el verde pálido brillaba por fuera, el ámbar apenas un destello de color diferente que rodeaba las pupilas. Sus ojos de avellana la buscaban, la querían con desesperación.

Marshall no tenía filtros cuando estaba con ella.

—¿Encontraron algo?

Le resultaba difícil encontrar su voz a través de esa profunda mirada sobre ella, era incómodo, en más de un sentido.

—Nop, nada. —Dimael hizo un suave encogimiento de hombros—. No digo esto muy a menudo, pero te lo dije —terminó, echándole una mirada de reojo a Marshall. Las últimas palabras habían sido para él.

Sirvió como distracción, pues el león entrecerró sus ojos sobre Dima, una expresión irritable en su rostro que acentuaba esos rasgos duros que todavía tenía a pesar de su condición física.

Su cuerpo luchaba por transformar grasa en músculo sano, pero la proporción entre uno y otro había comenzado a cambiar. El equilibrio se inclinaba hacia el primero.

—Eres demasiado molesto cuando no duermes bien —Marshall masculló.

—Huh, esto no es nada. Oye, Ava —Dima le tomó la muñeca para dejar sobre su mano el teléfono que Joey había configurado el día anterior—. Ya que visitas a Joey con mucha frecuencia estos días, hazme el favor de devolvérselo.

Hizo un sutil guiño a Marshall, y se alejó antes de que este intentara morderlo, y se veía que eso estaba en su mente, en sus ojos feroces, sus colmillos descendían lentamente, las puntas apenas sobresaliendo entre sus labios.

Aquellos suaves labios que una vez probó, hace mucho tiempo atrás. Aplastó ese recuerdo como si estuviera aplastando una suave tráquea, con fuerza implacable.

—Fue una pérdida de tiempo —ella admitió después, cuando Dimael se fue al salón comedor—. Pero al menos podemos descartar a Dustin Hedwing como sospechoso.

Un breve silencio, hasta que la voz rasposa de Marshall le erizó la piel.

—Yo no estaría tan seguro.

—¿Por qué? —preguntó, mientras lo veía quitarse la chaqueta de abrigo, quedando con el suéter de hilo fino color verde oliva.

Una prenda que se veía ajustada, abrazando su cuerpo. La tigresa en su interior hizo chocar los dientes.

—No estaba en el sitio de construcción, envió un asistente para atendernos. El hecho de que no hayamos encontrado el código ID no significa que Dustin esté libre.

Ava tenía una conclusión más precisa en mente.

—O puede que esto sea una pista falsa hecha a propósito por el instigador, aunque no es frecuente, usar la identidad de otra persona sirve como una pantalla de humo, un método para ganar tiempo.

Marshall dejó salir un gruñido bajo.

—Y caímos en la trampa.

Sus párpados cayeron hasta dejar una delgada línea, ojos dorados brillaron como un pulso de color intenso. El corazón de Ava comenzó a inquietarse, y ella luchó para mantenerlo bajo control. Debía poner distancia, retroceder, de lo contrario terminaría cometiendo un error grave.

—Joey me llamó hace unos minutos, parece que ha encontrado algo en la computadora portátil de Hyram. —Ava dio un paso poco seguro hacia atrás—. Debo irme.

Marshall avanzó.

—Te acompañaré.

«Maldito sea»

—¿No tienes otras cosas que hacer?

Faltaba una hora para el mediodía, el trabajo nunca escaseaba en la coalición.

—No puedes sacarme de este caso —respondió, alzando la barbilla, mirándola de reojo con esa expresión hambrienta que sólo parecía componer cuando estaba con ella—. Solo Patrick puede —le recordó—. Además, habíamos acordado compartir los avances.

—No recuerdo haber hecho eso.

Pasaron al jardín interior con un silencio tenso, atenuado por el zumbido de las abejas que revoloteaban alrededor de las flores y los pájaros que sobrevolaban el cielo. La tensión era insoportable, se volvía más y más incómoda a medida que escuchaba su cuerpo, los latidos apresurados de su corazón, la sangre corriendo con prisa, hasta podía oír al león gruñendo desde lo más profundo, como si intentara alcanzarla.




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