Ruge por mí [serie Gold Pride 3]

Capítulo 34

 

 

 

 


Marshall había sido golpeado innumerables veces en su vida por una infinidad de objetos y formas, pero nada de eso se comparaba con el golpe emocional que suponía tener a Ava Storm dentro de él. Su energía temblaba con un poder tan grande como incontenible, un grito emocional que enviaba ecos hacia él. No sabía cómo se mantenía cuerda pero ahora entendía lo que ella tantas veces le había dicho sobre ese algo que vivía en su mente.

Lo que no entendía era ese intenso miedo que irradiaba a través del vínculo y tapaba el resto de sus emociones, tampoco entendía la naturaleza de esta unión inesperada o por qué no podía acercarse a ese lazo dolorosamente hermoso a través de la espesa bruma dorada que estaba bloqueandolo. El león tardó en recomponerse del golpe y comenzó a gruñir con furia animal, tratando de irrumpir en la bruma porque sabía que del otro lado estaba su tigresa.

Si esto era un error, no pensaba dejarla ir. Se sentía muy egoísta ahora.

—¿Por qué? —Ava murmuró, su voz tan queda y débil pateó cosas en su interior, cosas que avivaron su instinto protector—. ¿Por qué así, por qué ahora?

Ella todavía tenía su cuerpo pegado al suyo, tan cerca que sus pechos rozaban el suyo con cada respiración, y su femenino aroma le llenaba los pulmones. Santo Dios, ahora llevaba su olor bajo la piel, era la marca más notable y evidente y cada cambiante allí afuera lo sabría. Quería rugir al cielo sólo por eso.

—Los vínculos no son algo que podamos controlar —logró responder, acariciando su espalda con una mano con movimientos largos y lentos.

Tenía la lengua pesada, su visión desenfocada. Con una larga inspiración expandió sus sentidos y se obligó a recuperar el control de cada parte de su cuerpo. Control..., era una habilidad difícil.

Sentía la urgente necesidad de meter los dedos por debajo de la camiseta roja, la suavidad de su piel, el calor de su cuerpo, eran una seductora invitación que amenazaba con volverlo loco. El lado humano sabía que ella no podría sobrellevar ese nivel de contacto, todavía no salía de la confusión y el miedo que sentía en el vínculo era una emoción desgarradora.

El lado animal quería tomarlo, destrozarlo, acabar con él.

—No puede ser... —Ava tomó una respiración entrecortada—. Cortalo.

A pesar del tono quebradizo en su voz, Marshall dejó salir un gruñido tan crudo y animal que lo sorprendió a sí mismo. Era la voz del león, la que rara vez aparecía.

—Cortalo —la súplica de Ava amenazó con doblarlo en dos y el olor de sus lágrimas lo puso furioso.

Marshall apretó los dientes.

—No.

—Entonces lo haré yo.

Fue entonces que se apartó de ella unos cuantos centímetros para tomar su rostro con las manos y obligarla a mirarlo a los ojos. Esta pequeña mujer, tan fuerte y frágil a la vez, tenía el poder de destruirlo con un solo y preciso golpe, y aún así él no sentía miedo en absoluto.

—¿En serio lo harás? —Le preguntó con serenidad.

El ámbar de sus ojos se hizo brillante mientras las silenciosas dudas se asomaban a través de ellos.

—No habrá nada bueno en esta conexión —musitó, sus palabras salieron entre temblores—. Marshall, lo que hay en mí... ¿Puedes sentirlo?

Marshall vio la desesperación que amenazaba con convertirse en pánico dentro de ella.

—Algo..., pero son ecos emocionales. El vínculo no está bien hecho, al menos no de mi lado. O lo estás bloqueando de manera inconsciente o le falta algo.

Mientras que Marshall se hundía en la primitiva desesperación del animal que no entendía por qué su vínculo tenía una falla, Ava pareció tranquilizarse, aunque todavía temblaba en sus brazos. Verla así lo destrozaba, lo enfurecía, porque no sabía por qué reaccionaba así.

Había tantas cosas que no sabía...

—Lo único que siento fuerte y claro es tu miedo —dijo, porque debía decirle todo, había prometido que sería sincero con ella—. Tengo que preguntar...

—No —Ava interrumpió, sacudiendo la cabeza—. Todavía no.

Consternado por la fragilidad nerviosa en su voz, Marshall bajó la cabeza para dejar una hilera de besos por su coronilla, luego posó sus labios sobre su frente. No hubo más temblores después de eso, sólo una tenue sensación de seguridad.

Ella no estaba huyendo y eso era un gran paso.

—¿Por qué? —Volvió a preguntar, tiempo después, más calmada. Su voz era la de la mujer a la que le gustaba tener la respuesta para todo—. Solo fue un beso, un vínculo necesita más.

En la mayoría de los casos un vínculo aparecía durante una relación íntima entre dos cambiantes, debido a que eso implicaba un nivel de confianza e intimidad muy grande. Ahora Marshall sabía que eso no era una generalidad.

—He estado abierto a ti desde hace mucho tiempo —confesó, encerrandola en un abrazo firme cuando ella giró la cabeza para reposar su mejilla sobre el latido de su corazón—. Y tú tomaste mi invitación al pie de la letra. Ninguno de los dos sabíamos que eso podía ser interpretado como un voto de confianza, la suficiente para dar paso a un vínculo.

Ava guardó silencio para asimilar la información, sin embargo seguía confundida cuando dijo:

—Yo dejé de confiar en ti después de lo de Nolan.

El vínculo fue sacudido por una emoción tan dolorosa que golpeó su cerebro con la fuerza de un martillo.

—Solo te alejaste —respondió, conteniendo el dolor—. Salimos durante más de seis meses, conoces casi todo de mí, a nadie le hablas como me hablas a mí. Si eso no es confianza entonces me arrancaré la lengua.

Sintió pequeños pinchazos en sus hombros, una suave distracción para la tormenta que se formaba en su cabeza.

—¿Cómo podrás hablarme si haces eso?

—Tienes razón.

Ava relajó las manos que previamente había cerrado con fuerza.

—Me gusta tu voz.

Fue la confesión más dulce que alguien podría haber hecho por él. Marshall se derritió desde dentro hacia afuera.




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