Ruge por mí [serie Gold Pride 3]

Capítulo 40

 

 

 

 

Marshall siguió el olor de Ava por el bosque envuelto en el abrigo de la noche hasta que comenzó a hacerse más tenue y débil, hasta verse rodeado en un complejo tejido de olores, sonidos y formas. Cuando apareció en la reunión general se encontró con un gran número de personas, y con la sorpresa de que los miembros de la familia Dawn habían asistido.

Se encontraban juntos en un grupo y en su centro estaba Nora, pero se los veía animados y curiosos. Ninguno de ellos sabía que había dado un enorme paso esta noche.

Se preguntó cuál sería la opinión de Ava sobre esto. Reanudó su tarea de buscarla, descubrió a Rebel y Birdie en un extremo alejado, hablando animadamente con Alexander. Sintió una sensación de alivio y culpa, un sabor amargo en la lengua.

—No puede ser —Chelsea apareció por detrás y lo rodeó, le echó una mirada de pies a cabeza como si estuviera evaluando un cuadro—. Quien diría que Marshall Lawrence podía mantener su melena bien peinada.

Gruñendo bajo, Marshall le mostró un colmillo.

—¿Dónde está mamá?

—Dando un amigable paseo con cierta tigresa.

Alarmado, Marshall abrió los ojos.

—¿Maeve está con Ava?

Apoyando su peso sobre un pie, haciendo prominente la curva de su cadera, la suave tela de su vestido floreado fluyendo grácil hasta rozar sus rodillas, Chelsea se cruzó de brazos.

—Uh, adivinaste chico grande, mereces un premio.

—Chelsea... —le amenazó.

Lo que la hizo reír, sus ojos brillaban.

—Oh, relájate. Tu gatita es fuerte, me agrada —la sonrisa de Chelsea disminuyó—. Aunque, si te soy sincera... —Una breve pausa, la mujer torció sus labios en una mueca llena de preocupación—. Me asusta lo que siento en ella. —Se inclinó hacia él y susurró—. Un poder oscuro y violento que no me deja ver su aura.

Los pelos de Marshall se le pusieron de punta, pero se las arregló para contener a su león.

—No empieces con eso.

Chelsea rodó los ojos, y pisó fuerte con un pie.

—No me creas si no quieres, pero lo que digo es cierto. No me da mala espina, es la mujer que elegiste y respeto eso, pero pienso que antes de compartir su energía contigo, debe deshacerse del peso que carga sobre sus hombros.

A este punto, Chelsea lo miraba con tanta seriedad que le obligó a escucharla. En el fondo agradeció que moderase su tono de voz para que fuera difícil reconocer las palabras para cualquiera que estuviera a más de un metro, y ellos se mantenían alejados de la multitud. Lo último que quería era esparcir rumores sobre Ava.

—La palabra nos libera —le recordó con cierto aire de sabiduría—. Tienes que acompañarla, cuando la veo a los ojos veo a una mujer que piensa que está a punto de caer al vacío y está aterrorizada por eso.

Chelsea puso las manos sobre las caderas y luego sacudió la cabeza un par de veces, lo animó dándole una sonrisa suave y una palmadita en el hombro antes de darse la vuelta e irse hacia donde estaban sus hermanas. Sus últimas palabras quedaron divagando en su mente, pero no podía discernir el significado, sí, Ava no lo había reclamado en público o de forma privada, pero él no sentía ninguna duda en ella.

¿O tal vez las estaba escondiendo?

Negó internamente, tenía demasiado en la cabeza, el día resultó ser más agitado de lo normal. Marshall debería arreglar las cosas con Rebel, pero en su lugar se quedó vigilando el claro, apreciando el buen trabajo que habían hecho sus compañeros mientras él estaba hundido en un pozo. La culpa lo agarró y de pronto se sintió diminuto, ¿qué clase de hombre era que dejaba de lado sus obligaciones?

Una llamarada de emoción surgió en el vínculo, y se sintió como un mordisco de advertencia para él. El león interior sacudió la melena, el pelaje crispandose.

—La vida es buena ¿no?

Fue Byron el que se le acercó y le extendió un recipiente que desprendía un olor tan fuerte que el felino arrugó la nariz.

—Sí —dijo, aceptando el recipiente.

El hermano de Ava se paró a su lado. En la mañana le había pedido que visitara el local que Nolan había comprado para que  lo transformara en un bar. Durante el recorrido lo había notado extraño, casi evasivo, pero ahora era el mismo hombre de siempre.

Tranquilo y amable. Un hombre en el que se podía confiar.

—He estado pensando las palabras que decir —habló, ocultando las manos en los bolsillos de sus pantalones cargo negros—. Sigo sin poder creerlo.

Marshall lo miró de reojo, los oscuros ojos de Byron permanecían atentos a la ruidosa reunión, la gente hablando, riendo, compartiendo comida e historias, algunos niños corriendo en el centro.

—¿Qué cosa? —Preguntó.

Llenó una cuchara con arroz, atún, algunas hierbas extrañas y maíz. No era aficionado al pescado, pero su dieta lo exigía mucho.

—Que mi hermana se haya vinculado.

El león amasó con las garras, inquieto.

—¿Conmigo?

No se había detenido a pensar en la forma en que el resto de la familia Storm lo veía luego de la muerte de Nolan, pero sinceramente, a Marshall poco le importó y no le costaba admitirlo, la única opinión que le importaba era la de Ava.

—No es eso, eres un buen hombre. Es solo que temía que Ava pudiera cerrarse tanto que se volviera inalcanzable. —Byron suspiró pesadamente—. Pero ahora que veo que es real, me siento aliviado de que ella tenga a alguien en quien apoyarse.

Marshall percibió un dejo de tristeza en sus palabras, y notó que Byron estaba mirando a su pareja Talinda, con ojos brillantes y agradecidos.

—Es un milagro que hayamos conservado la capacidad de amar a otros después de... —Se detuvo, negó con la cabeza—. Después de lo que hemos vivido.

De inmediato supo que Byron casi había dicho algo que no le era permitido. Sabía por parte de Patrick que los hermanos Storm habían experimentado cosas duras, pero ni él sabía qué clase de cosas o qué hicieron antes de llegar a Gold Pride.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.