Ruge por mí [serie Gold Pride 3]

Capítulo 44

 

 


Ava estaba pasando por un momento difícil y Marshall no estaba ahí para protegerla. El pensamiento lo estaba torturando y la espera en esa celda lo volvería loco si no se ponía en movimiento. Nunca había sentido a su león tan desesperado como ahora, atrapado bajo tierra y con su pareja vincular siendo herida de alguna forma, el animal se paseaba frenético, gruñendo a cualquier cosa que tuviera en frente.

Y él no podía hacer más que esperar, porque si se echaba a correr en búsqueda de su tigresa podría complicar las cosas para los demás. No estaba solo aquí.

Mirando los rostros atemorizados, casi perdidos, de los prisioneros, frunció el ceño y reprimió otro gruñido.

Marshall tenía un mal sabor de boca y un nudo presionando fuerte en su garganta, su cuerpo entero estaba tenso y la furia caldeaba su sangre. El instinto le gritaba que fuera por ella y la pusiera a salvo, porque era lo que un león hacía.

Pero ahora mismo, el instinto debía callarse. Lo aplastó, y se concentró en estabilizar el vínculo que se sacudía con emociones irregulares y rotas. Entre seguir el plan y la necesidad de proteger a Ava, estaba arrinconado. Lo peor de todo, era la constante sensación de asfixia que lo hacía respirar más fuerte de lo normal.

Era el primer indicio de que las cosas se pondrían feas si no mantenía la mente en calma.

«Somos más fuertes que esto» se dijo para alentarse, y tomando el control de la situación a pesar de que internamente podía desmoronarse, Marshall alzó su voz:

—Escuchen todos, en unos momentos comenzará la evacuación, quiero saber el tipo de cambiantes que son para organizarnos.

Había previsto que no le creyeran, incluso que desconfiaran de él. Era normal. El león gruñó con impaciencia.

—Pronto sonarán las alarmas —continuó. Luego sacudió la cabeza y tomó un enfoque más práctico—. Si quieren salir rápido de aquí, formen grupos según su tipo.

Las alarmas estallaron con vibrantes chillidos, gritos, disparos y gruñidos se elevaron a lo lejos. Los prisioneros se reconocieron entre sí y pronto se reagruparon. Marshall rogó por Ava, deseando que esto significara que la primera parte del plan había sido completada.

—Ella estará bien —le dijo Kenny luego de quitarse las esposas con la llave que le dieron en la camioneta. El hombre de melena oscura se paró junto a Marshall, sosteniendo su hombro con una mano firme—. Ahora, tú eres nuestro guía.

Gruñendo por lo bajo, asintió. Ahora entendía por qué Patrick le dijo que esto sería una prueba de valor para él. El maldito león alfa estaría midiendo su capacidad de liderazgo en esta operación.

La bilis comenzó a acumularse en su garganta, respirando fuerte la obligó a retroceder. Un día se convertiría en alfa, pero no sería hoy.

—Formen grupos —repitió, mantener la calma en su voz era extremadamente difícil—. Muevanse.

Kenny lo liberó de las esposas y luego hizo lo mismo con Dimael.

Salió primero al caos que dominaba en el pasillo, las personas iban y venían moviéndose con desesperación, algunas no podían andar bien y eran arrastradas por los soldados, otros corrían de un lado a otro comunicándose con radio transmisores.

—Esta mierda es divertida —Comentó Dimael detrás frotándose un puño con la palma de la mano—. Quiero dispararle a uno de los malos.

—No es buena idea.

Marshall llegó hasta el centro. Un nudo de angustia tensaba su pecho, el miedo rastrillaba en su cabeza, se dio cuenta que la niebla alrededor del vínculo perdía su espesor y podía verlo mejor, sentirlo mejor, pero lo que sentía era un miedo tan atroz que lo paralizaba. «Ella está sufriendo, está luchando» y como su pareja vincular debía estar con ella para pelear a su lado.

Su visión se empañó de rojo, la violenta necesidad instintiva lo cegaba.

—Marshall —Kenny lo llamó—. Debemos irnos.

Miró a un lado y a otro, analizando sus opciones. Kenny tenía buena memoria, por eso había memorizado el camino de regreso, así que podía conducirlos al exterior mientras Marshall iba a buscar a Ava. Era un buen plan, si descartaba el hecho de que no tenía idea donde la habían llevado, rastrear usando el olfato era imposible debido a los múltiples y espesos olores que colmaban el aire, avanzar a tientas era una pésima opción ya que podría terminar atrapado o peor, si se encontraba con algún miembro de la seguridad del recinto podía terminar muerto.

De ninguna manera iba a dejarla sola y vulnerable en esto, pero las opciones eran malditamente escasas. Gruñó más fuerte, el sonido vibrando en su pecho, el animal empujando para salir.

—Marshall es hora de movernos —Dimael apareció en su línea de visión cantando las palabras. Se encontró con sus ojos y palideció, Marshall debía verse realmente aterrador y salvaje. El leopardo de las nieves se puso serio—. Estamos hablando de Ava, no es un hueso fácil de romper. Ahora, nosotros estamos aquí para ayudar a coordinar la evacuación, y tú mi amigo —empujó una garra sobre el pecho de Marshall—. Eres un diplomático, te encanta coordinar gente. Vamos.

Medio empujado medio arrastrado por Dimael, el vínculo latiendo con algo que no podía identificar pero resultaba tranquilizante, Marshall regresó a la tarea de dirigir, Kenny marcó el camino y en cuestión de minutos ellos y los treinta y cinco cambiantes —incluidos los tigres de la familia Dawn—, se apiñaron en el ascensor.

Arriba en el garage ya no estaba la camioneta y la valla metálica permanecía retraída en la parte superior, la salida estaba a la vista. Imaginando una posible estampida, Marshall los detuvo con gesto de mano y les echó una mirada por encima del hombro:

—Con calma, todavía no estamos a salvo.

Solo lo estarían cuando volvieran a pisar el territorio de Gold Pride.

—Permanezcan en grupos.

Afuera, el aire frío hizo que su nariz picara y sus pulmones dolieran un poco, la luz del sol de la mañana era cálida en contraste y el lugar brillaba con el reflejo de la escarcha que cubría la vegetación, a lo lejos se escuchaba el fuerte rugido del río que competía con las órdenes emitidas a gritos, las voces de angustia y rabia de los cambiantes liberados.




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