En la parada de colectivo siempre encontramos alguien distinto, negro, blanco, robusto, delgado, pequeño, alto. Sin mencionar, que esas personas por dentro están cansadas de trabajar como esclavas para otros. Y así funciona nuestro mundo, esperar un colectivo entre cinco o quince minutos, conocer treinta personas por día, por solo un segundo y marcharse a las tareas esclavizantes. Y en algún punto, ese lugar de encuentro, es fortuito, es genuino y es un beneficio, si así se podría llamar, de la esclavitud Moderna.