Ruinas en las tinieblas (un cuento oscuro 0.6)

14

─ ¿Cómo que no hay rehenes? Dije que los quería vivos.

Los soldados que había detrás de Idris se estremecieron discretamente y apartaron la mirada. No quería que su Hijo Predilecto pagase con ellos su enfado y su irritación. Keiran intentaba mantener la calma, pero esta iba abandonándolo poco a poco, a medida que las bajas aumentaban y las respuestas a sus preguntas seguían siendo nulas. Idris se limitó a negar con la cabeza, sin apartar la mirada ni dejar que el poder que bullía fuera de Keiran lo impresionase.

─Lo intentamos, pero ha sido imposible ─contestó uno de los soldados, con voz firme pero cuidadosa─. En cuanto preveían nuestras intenciones, ellos… se mataban.

Keiran frunció el ceño. Desvió su atención del soldado hacia Idris. Este asintió en silencio, pero Keiran recordaba lo que había ocurrido con el primer sidhe cuya mente había intentado espiar. Él no se había matado, pero otro lo había hecho en su lugar. Y la segunda, la mujer… ella misma se había quitado la vida al sentir la niebla escurriéndose en su cabeza y comenzando a espiar.

─ ¿Todos? ─preguntó Rhiannon dándole vueltas a una flecha entre los dedos.

Idris volvió a afirmar sin palabras. Keiran resopló.

─ ¿Y esas… criaturas?

─No nos pediste que intentásemos capturar alguna ─respondió Idris despacio. Su mirada de color avellana lanzaba destellos dorados de advertencia. Hostigando a los soldados no iba a conseguir nada. Ellos no tenían culpa de lo que había ocurrido.

─Lo sé ─contestó.

Despidió a los soldados con un gesto de la mano e Idris cerró la puerta del cuartel principal de Llanrhidian detrás de ellos. Apoyó la espalda contra la madera y cruzó los brazos sobre el pecho. El silencio se instaló en el piso superior del cuartel.

Rhiannon siguió dando vueltas a la flecha negra entre los dedos con expresión ausente, sentada con las piernas cruzadas debajo de su cuerpo sobre la mesa redonda que ocupaba la mayor parte de la estancia; Keiran no estaba seguro de si prefería verla dar vueltas alrededor de la mesa como un animal enjaulado o así, tan engañosamente tranquila. Él estaba sentado en el borde, con los dedos cerrados sobre la madera, con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos. Deshizo el agarre para comenzar a desabrocharse la chaqueta del traje de gala, sucio y desastrado, y también un par de botones de la camisa que llevaba debajo. Las miradas de Alai, sentado en una silla a su izquierda, cerca y al mismo tiempo a una distancia prudencial, y de Idris, desde la puerta, siguieron sus movimientos.

Se sentía terriblemente cansado y al mismo tiempo inquieto. Necesitaba unas respuestas que no llegaban, pues tampoco sabía dónde buscarlas. Necesitaba estar preparado para… algo. Ni siquiera sabía para qué. Detestaba sentir así, tan vulnerable. Él, y quienes estaban a su cargo.

La primera en romper el silencio fue Rhiannon.

─No son feéricos. No huelen como feéricos, y mientras peleaban, no parecían transmitir ningún tipo de poder. Tienen una esencia…

─Asquerosa ─señaló Alai con una mueca─. Es lo más asqueroso que he olido en mi vida.

─Tal vez Gawain pueda investigar y averiguar algo.

─Que lo intente ─dijo Keiran al escuchar la pregunta velada en la voz de Rhiannon─, pero… Es mejor que venga a verlo para que se haga una idea de qué es lo que tiene que buscar.

Ella asintió en silencio. Para eso, Gawain tendría que venir hasta Llanrhidian y a ninguno de los presentes les hacía gracia. Había recibido formación de guerrero con los dannan, como ellos, pero la labor de Gawain no era la de defender la Casa empleando espadas, hachas o flechas. Sus métodos eran diferentes, pero igual de importantes, y Keiran no quería que le ocurriese nada. Él era el único al que el Hijo Predilecto podía mantener fuera de la acción violenta de manera justificada, y quería que siguiera siendo así el mayor tiempo posible.

─ ¿Sabemos algo de lo que ocurren en los demás territorios? ─preguntó Keiran.

─Han llegado mensajeros del Agua y el Cristal, y también de la Luz y el Aliento ─respondió Rhiannon sacando unos cuantos papeles arrugados de uno de los bolsillos de su chaqueta. Se los tendió a Keiran antes de continuar─. Hay barcos bordeando las costas de esas Casas, pero por lo que parece de momento no han atacado. En la Tierra y las Espinas no tienen constancia de ningún ataque por parte de sidhe y de… lo que quiera que los acompañe, ni siquiera de barcos de guerra apostados en el mar. Todavía no han llegado los mensajeros que enviamos al Fuego y la Arena, y al Viento y la Tormenta, pero aún es pronto. Son las Casas que se encuentran más lejos ─finalizó frotándose los ojos.

─ ¿Y Tierra de Nadie? ─preguntó Alai asomándose por encima del hombro de Keiran para leer.

─Nada de momento.

Idris soltó una risa sin gracia.

─No me sorprendería que los salvajes se hubieran comido a los fear sciathánach.

Keiran compuso una mueca de contrariedad con la boca. Aquellos duendes alados eran rápidos moviéndose, si todavía no habían regresado, lo más probable era que las palabras de Idris fueran ciertas.

─Si antes del medio día no ha vuelto ninguno, enviaremos más.



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En el texto hay: romance, guerra, faes

Editado: 26.07.2022

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