Amaneció más temprano que tarde, y como no podía ser de otra manera, Qin Qin yacía dormida profundamente en los brazos de Rulam. Y aunque era cierto que Rulam quería pasar más tiempo con ella, quizás salir y caminar un poco por los grandes campos florales de la secta, este no era un lujo que pudiera darse. O al menos, eso era lo que él pensaba.
Inmediatamente se puso de pie, se aseó y cambió sus ropas al instante con técnicas básicas. Para Rulam, que ya era un cultivador avanzado, esto no era más que una trivialidad. Aunque aún no se había desprendido por completo de los conceptos mundanos de la vida secular, él no podía ser tratado como una persona ordinaria. No lo era.
"—Parece que ya va siendo hora de que le eche un vistazo a ese libro."
Rulam salió de la habitación sin interrumpir el sueño de Qin Qin. En tan solo un par de respiraciones, él ya estaba a decenas de kilómetros, en una cueva que le pareció un tanto familiar, y de hecho, lo era. Rulam no quiso decir nada al patriarca, ni tampoco a Obeiron. Pensaba que no era necesario para algo tan trivial.
En ese mismo momento, sacó de entre su túnica un libro, lo puso en su regazo y lo abrió sin más. Este, obviamente, era el legendario libro de la tribu Barjin. Pero en cuanto Rulam hojeó la primera página, sus ojos se entrecerraron sutilmente...
"—Así que es tal como lo sospechaba. Este libro no es tan simple. Estas inscripciones, estos párrafos, incluso la calidad de sus hojas... definitivamente, este no es cualquier libro. Podría tratarse de un tesoro de clase mundial."