Rumores

Capítulo 17 (Parte 1)

Benjamín-

—Con todas las flores que te obsequiaron podríamos emprender una floristería —exagero.

Sabana ríe. 

Luce tan hermosa con mi suéter y sus pies descalzos. Hace horas que la imagen cautivadora y sexy fue reemplazada por mi suéter ancho, y aún así a mis ojos luce tan hermosa.

—Ahora entiendo porque mi madre y tu se llevan tan bien —comenta para sí misma. La miró confundido —. Verás, luego de cada festival mi madre vende las rosas que me obsequian. Hace unos lindos arreglos y los pública en su instagram.

—Es un gran negocio —coloco el último bote lleno de rosas en la parte trasera de la camioneta de Ian —, puede ponerlo a un precio bajo, eso atrae a los posibles compradores y no habría que preocuparse por recuperar la inversión porque todo es ganancia.

—Exactamente. Eres muy bueno en el tema —sonríe.

—Te había mencionado antes que he cerrado algunos tratos.

—Recalco la palabra "algunos". Tienes más talento del que mencionaste, ¿Por qué no lo reconoces?.

Cierro la maletera.

—Supongo que decirlo en voz alta haría a los demás creer que quiero manejar la empresa de mi padre —bajo la cabeza —. Ese no es mi sueño, y no quiero verme forzado a cumplir el sueño de alguien más.

—¿Tu padre no sabe que trabajas con Jonh como su asesor?.

—No —suelto una risa sin gracia —, se sentiría traicionado si lo descubre. Siempre he dado un paso atrás con todo lo relacionado a la empresa.

—Pero Ben, eres su único heredero no es algo de lo que puedas escapar —se acerca a mi —. ¿Si no eres tú quien más podría manejarla?.

—Planeo cederle ese poder a la junta de accionistas, sería el accionista mayoritario pero no tendría que estar de lleno, esa siempre ha sido mi solución. Es la primera vez que se lo digo a alguien, no había escuchado lo egoísta que suena —tomo la mano de Sabana —. Soy un pésimo hijo.

—Querer cumplir tu sueño no te hace un mal hijo —acaricia mi mejilla. Cierro los ojos disfrutando de su tacto —. Estoy muy segura que tu padre lo entenderá, solo debes darle tiempo.

—Gracias —susurro aún con los ojos cerrados.

—Somos un equipo, no lo olvides —besa mi mejilla.

—¡Tórtolos! —nos damos la vuelta —. ¡No tarden mucho tiempo, la celebración está en su mejor momento! —Megan nos sonríe a punto de caerse.

Cielos, está muy borracha.

—¡Ya vamos! —grito de vuelta —. Estoy muy seguro que terminara vomitando en algún lugar.

Agarro el bolso que puse en el suelo, lo cuelgo sobre mi hombro.

Sabana presiona nuestras manos entrelazadas en forma de regaño.

—¿Qué? Estoy diciendo la verdad, hace menos de un minuto estuvo muy cerca de caerse —justifico sin dejar de mirar a Megan.

Nos está esperando en el mismo lugar.

—¿En dónde estará Ian? Me sorprende que no esté tras ella.

—Lo más probable es que se le haya escapado, debe de estar buscándola —aseguro.

—Me sigue pareciendo muy gracioso como jugaron a cara o sello para determinar quién de los dos podía emborracharse —deslumbra una sutil risa.

—Eso es tener una relación madura, saben que ambos no pueden perder la consciencia y lo dejan al azar. Pero la cara de decepción de Ian cuando perdió fue como si le hubieras quitado una paleta a un niño.

Soltamos carcajadas.

—Nunca olvídate ese momento —sonrió satisfecho.

—Claro que no, porque le tomaste una foto con tu teléfono.

—Tenía que hacerlo, no podria dejar pasar esa ocasión única. Haré un sticker y te lo enviaré.

—Hecho —responde rápidamente haciéndome sonreír —. Creí que le ibas a tomar una foto mental, no una literal.

—Las fotos mentales son únicamente para aquellas que no puedo guardar en el teléfono porque no es moralmente aceptable —recalco las últimas dos palabras.

—Tus pensamientos tampoco son moralmente aceptables —me imita.

Estamos a unos pocos metros de nuestro destino.

—Puede ser, pero nadie puede escuchar lo que pienso. Estoy a salvo —ríe.

—¿Realmente por qué no puedes guardarlas en tu teléfono?.

Sobo mi nuca.

—A mi mamá le dan momentos en que quiere buscar alguna cosa en mi teléfono, tener ese tipo de fotos me haría sudar frío, o me causaría un infarto. Nos lo causaría a ambos, mejor dicho.

A Sabana le da un ataque de risa. ¿En serio?.

—¿Dónde está Ian? —le preguntó a Megan ignorando a Sabana.

—No lo sé —mira hacia la concentración de personas —, es-estaba detrás de mí y luego ¡Pum! Ya no.

Sus mejillas están rojas, su cabello despeinado y está sudando excesivamente. Teniendo esa imagen y con lo que acaba de decir parece como si tuvieron sexo descontrolado y luego desapareció.

Los borrachos no emplean la mejor elección de palabras.

—¿Por-por qué se ríe? —apunta a Sabana.

Esta sentada tomando aire. Inhala y exhala soltando algunas risas ocasionales. Sus mejillas también están rojas por su reciente ataque. 

Nuestras miradas se encuentran y no puedo evitar pensar en que así quedaria después de tener sexo apasionado, aunque un poco más despeinada.

Sus mejillas rojas, respirando con dificultad, su cabello hecho un caos por ser un daño colateral de mis emboscadas, gemidos saliendo de sus labios, su cuerpo desnudo bajo/sobre mí, gotas de sudor desbalando por todo su cuerpo al igual que mis manos...

—¡Megan! ¡Aquí estás! —la voz de Ian me saca de mis pensamientos.

¡Gracias!.

Megan lo mira sonriendo levantando los brazos.

—¡Ian! ¡Mi amor! —su voz destiñe amor.

Es como si pudiera ver los corazones sobre su cabeza.

—Estaba preocupado por ti —la abraza rápidamente —. Desapareciste y estaba como loco, ¿A dónde fuiste?.

—V-vi a Ben y Sabana y quise decirles dónde estábamos. Lo siento —hace un puchero —, no debí preocuparte.

—Esta bien, solo no vuelvas hacerlo —la abraza otra vez —. ¿Lo prometes?.



#25173 en Novela romántica
#15615 en Otros
#2448 en Humor

En el texto hay: secretos, superacin personal, amorjoven

Editado: 28.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.