Rumores

Capítulo 17 (Parte 2)

Benjamín-

—Esto está delicioso —saboreo mi club house con una sonrisa —, hacía tiempo que no comía algo tan sabroso.

—Hey, anoche comiste mi comida y no te dio un orgasmo como ahora —Ian se queja. Río.

—Golpear a alguien me abrió el apetito —bromeo.

—Ja, que gracioso eres —Sabana me mira sin pizca de gracia.

Su voz pidiéndome que no vuelva a involucrarme a una pelea invade mis pensamientos.

—Sin embargo, es algo que no volveré hacer. Es un acción primitiva que no resuelve ningún conflicto, solo lo incrementa —recito desde lo más profundo de mi consciencia.

Miro a Sabana en busca de aprobación. Ella asiente.

Quizás lo que se necesita para acaba con las guerras sean políticos intimidados por la mirada de sus mujeres, tienen una manera de convencerte al punto de dejar las idioteces a un lado.

Si el mundo fuera dominado por mujeres como Sabana sería un lugar mucho mejor, como mi madre siempre me decía cuando me involucraba en una pelea, los hombres resuelven los problemas con sus puños, mientras que las mujeres con palabras. No había entendido el significado de esa frase hasta que conocí a Sabana, cada oración en que era protagonistas se convirtió en un cuchillo perforando cada parte de ella; el daño físico que recibí se curó sin dejar rastro pero el emocional era una herida que no podia cerrar, Sabana y yo tenemos el alma llena de cicatrices.

Estoy perdidamente enamorado de cada una de ellas.

—Cielo, quiero ir a casa —Megan hace un puchero.

Comer le quitó un poco el estado de ebriedad, es que solamente a ella se le ocurre la espectacular idea de beber sin control con el estómago vacío.

Ella e Ian son tal para cual.

—Cuando terminemos de comer nos iremos —Ian limpia un poco de salsa de su mejilla.

—Bien —sonríe complacida volviendo a devorar su comida —. Pero antes quiero ir al baño —se levanta.

—¿Justo ahora?.

—Si, no aguanto un segundo más —cruza sus piernas.

—Iré contigo —Ian se pone de pie —. No puedes andar descalza por la universidad —se da la vuelta inclinándose un poco —, ven, sube —Megan se cuelga a su espalda cruzando sus piernas en su regazo —. Ya venimos —se despide a travesando la puerta.

Subo mi pulgar en respuesta, aunque no estoy muy seguro de que lo haya notado.

—Sabía que había olvidado meter algo la mochila —murmuro para mí.

—¿Disculpa? —Sabana inclina un poco la cabeza.

—Que algo me decía que había pasado por alto meter algo en la maleta, olvide por completo guardar los zapatos —repito.

—¿Te recriminas por eso?.

—Un poco. 

—Ben, tuviste una maravillosa idea. Preparaste una mochila con ropa para Megan y para mí, fuiste considerado al haber prevenido este momento, no te quites crédito por no haber traído unos zapatos —frunce el ceño —. Empacaste camisas, monos y sudaderas para ambas pensando en nuestra comodidad.

—Ian y yo lo hicimos.

—Y ambos son excelentes novios. No pude ocultar mi expresión de sorpresa cuando sacaste el contenido de la mochila, jamás me pasó por la mente que traerían algo así, fue un acto de caballerosidad moderno y me hace muy feliz que haya sido para mí —me sonríe.

Acerco mi mano a su mejilla y la acarició.

—Haría cualquier cosa por ti —digo sin pensar. Su sonrisa se ensancha besando mi palma —. Adoro como luce mi pantalón de pijama en ti.

—Me queda enorme —voltea los ojos.

—Ese es parte del encanto, te hace lucir tierna. 

—Toda tu ropa me hará lucir de esa forma.

—Emtonces puedes ponertela cuando quieras.

Suelta una risa.

—Eres un tonto —me sonríe.

—Soy orgullosamente tu tonto —recalco las últimas dos palabras.

—Si, por supuesto que sí.

Me besa sin borrar su sonrisa.

—¿Qué harás en los días libres que tenemos? —cambia de tema.

—Planeaba convencer a Clarissa de que me deje vivir con ustedes —ríe —. No te rías que hablo muy enserio.

—Lo sé, pero eso solo lo hace más gracioso.

—Estás lastimando mi orgullo masculino —exagero.

—Ben, no quiero ser yo quien te dé está mala noticia pero no posees algo como orgullo masculino —me hago el ofendido —. Pero tranquilo, eso no es malo, ese estúpido orgullo es lo que hace a un tipo un idiota. En cambio tu, eres mucho mejor que eso.

—Me encanta como me ofendes y luego me halagas —bromeo.

—Lo sé —dice riendo.

Vuelvo acaricias su mejilla, acerco su rostro al mío, siento su respiración mezclarse con la mía. Todo en ella es tan adictivo, tan... indescriptible,  que no me importaría tardar el tiempo que sea necesario en describirlo.

—¡Pero mamá! —el sonido de una cachetada hace que abra los ojos mirando en esa dirección.

Es Clove, y una mujer que luce igual de arpía que ella.

—¡Te dije que guardarás silencio! ¡No quiero que nadie nos escuche! —murmura una voz amenazante.

Clove rompe en llanto.

—¡Por todos los cielos, es Lucinda! —exclama Sabana corriendo hacia la ventana.

La sigo.

Están de pie justo frente a nosotros, el vidrio polarizado es único que nos separa. Qué bueno que todas las ventanas de esta universidad sean así, nos permite curiosear mejor.

—¿Quién es Lucinda? —murmuro.

—La madre de Clove —responde igual que yo.

—¡Cállate! ¡Deja de llorar! —agarra su barbilla con fuerza —. Yo soy quien debería sentirse ofendida en este momento, tuve una hija inútil que no hace más que decepcionarme —escupe —. Te pedí una cosa, solo una cosa, ganarle a Sabana en el concurso y como siempre fuiste opacada por ella ¡Eres una miserable decepción!.

Sabanas cubre su boca mirando a Clove inundada en lágrimas.

—Siempre me he preguntado, ¿Por qué tuve que ser yo quien tuviera la hija segundona? Sin importar que eres mayor que ella, siempre te ha ganado en todo, es mucho más inteligente, atlética, hermosa, carismática, amigable, es una jodida maravilla. Y tú —dice la última palabra con repulsión —, no eres nada de eso.



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En el texto hay: secretos, superacin personal, amorjoven

Editado: 28.04.2024

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