Rumores Muertos

CAPÍTULO 1 EL PERRO DEL REY

Empezaron como rasguños a mi puerta, luego golpes, rotundos e insistentes golpes que me impedían seguir durmiendo. Cerré los ojos con fuerza y maldije mentalmente mientras pedía que se detuviera. Levemente abrí un ojo y observé la ventana cerrada y ningún rastro de rayo de luz. Los golpes comenzaron a escucharse más fuerte y una canción que sólo en mi cabeza podía escuchar me puso de mal humor. No quise responder, tampoco quería ser despertado, pero sabía que ignorarlo no iba a servir de nada.

–Vete –dije molesto ante la insistencia.

–El rey Brais ha regresado y quiere verte.

Había tardado menos de lo esperado y en su regreso nunca creí que lo primero que hiciera fuera pedir verme. Hacía ya tiempo que no trataba con él, mucho menos lo veía, varios meses ya, desde que sus constantes viajes empezaron. Aún continuaba haciendo trabajos para él, la mayoría eran simples y fáciles, los cuales consideraba más como distracciones o un simple pasatiempo que me dejaba una buena cantidad de dinero. Otros dos golpes más fuertes llamaron mi atención, apreté la almohada contra mi rostro, suspiré enojado.

– ¿Qué fecha es? –pregunté malhumorado, mientras me incorporaba en la cama.

–Sólo ve a verlo –respondió igual de disgustado por estar despierto a estas horas.

Fruncí el ceño y miré al reloj pegado en la pared de mi habitación.

– ¿Está consiente?

–Por lo que vi, sí. Baja que el sonido de los caballos tampoco me deja dormir –agregó al no verme abrir la puerta.

–Agenda cita a quien sea que haya venido...

–No es necesario, él está aquí –me interrumpió.

Su respuesta me sorprendió lo suficiente para despertarme. Asentí, aunque sabía que no podía verme. Mantuve mis ojos sobre la puerta, pensando. Pensé en no bajar, haberme abandonado sin incluirme en las misiones o mantenerme distraído con estupideces me disgustaba. Aún con el ceño fruncido y con pereza tomé mis zapatos y me los puse con brusquedad, quería saber el motivo de su visita y mi orgullo no superó la curiosidad. Bajé las escaleras con tranquilidad mientras despertaba por completo y despeinaba más mi cabello.

–Aarón, mira tu cabello, deberías cortarlo, verte como alguien decente.

–Hay algo que debes tener en cuenta –dije bajando el último escalón para luego mirarlo a los ojos–, eres el rey, no mi padre.

Se veía cansado, muy cansado, su ropa estaba algo arrugada y eso no era una buena señal. Su sonrisa le sacó más arrugas y sus verdes ojos miraron su alrededor, examinándolo. Pasó los ojos por toda mi casa y caminó cerca de la enorme ventana para mirar hacia el exterior. Lo analicé mejor en cuanto la luz de la luna se reflejó en su rostro y su expresión fue suficiente para saber que esto no era una simple visita.

–No estas ebrio –dije con seriedad al no sentir olor a alcohol y ver que caminaba igual que siempre, enderezado, rígido y con superioridad –. No sé cómo sentirme respecto a tu inesperada llegada, y más a estas horas.

Brais me sonrió regresando la mirada hacia mí.

–Lo dices como si sólo viniera a pedirte a algo...

– ¿Y no es así?

Su sonrisa se amplío más.

–Hacía mucho tiempo que no te veía –comenté bebiendo agua de un vaso que estaba en la mesa–, te ves cansado y...

–Lo estoy, así que hagamos esto rápido para que pueda ir a dormir –me interrumpió apresurado mientras miraba a su alrededor y luego a un reloj pegado sobre la chimenea.

–Aún falta para la lucha de territorios... –continúe hablando.

–No es por eso que he venido, hay algo que me molesta y necesito tu ayuda.

– ¿Qué me dices de Eros?

–Está ocupado con otros asuntos.

–Supongo que los importantes, porque no me has dado un buen trabajo en mucho tiempo, algo de mi talla –me senté.

–Este te va encantar –sonrió sin mostrar los dientes.

–No hemos empezado el día y ya tienes problemas.

–Ellos vienen a mí, no yo a ellos –se justificó.

Lo observé de nuevo con sospecha, denotaba impaciencia y enojo, mucho cansancio y un poco de malicia.

– ¿Qué puedo hacer por ti? 




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