NARRA VIOLET
Lo observé coger sus cosas y largarse en menos de tres segundos.
—Pues es un poco rarito —murmuró North a mi lado. —Me retracto, no quiere ser modelo.
—Te lo dije. —Cogí mis cosas y salí junto a ella de la clase. —¿No tenemos nada más para hoy?
—Conocer gente y conseguir dar dos vueltas en este sitio sin perdernos. —Ambas reímos.
—No creo poder acostumbrarme nunca —confesé.
—¡Tranquila! Acabamos de llegar, disfruta, y haz amigos. —Sacó su teléfono. —Y hablando de amigos, un viejo conocido del instituto está por aquí. ¿Te importa que nos veamos luego? —preguntó.
—Sí claro, tranquila, nos veremos después.
—No te pierdas, después te lo presento. —Desapareció entre la muchedumbre.
Me empezaba a estresar entre tanta gente, así que me apresuré a irme por donde había venido. Me sorprendí al no perderme en el camino de vuelta. Pasé por la cafetería y salí de nuevo al exterior. El respirar aire fresco fue de gran ayuda, en mi pueblo rara vez te encontrabas con más de diez personas por la calle, quizás algún caballo. Volví a mirar hacia a atrás y vi a toda esa gente aglomerada, estresándome por completo en segundos. Volví la mirada hacia adelante y me alejé lenta pero firmemente de aquel infierno. Sin saber que hacer, decidí darme una vuelta por los jardines.
A medida que mis pies pisaban el cuidado césped, mi mente analizaba todas y cada una de las posibilidades de poder tener una vida normal, ser sociable, y poder vivir en paz y armonía.
No me gustaba pensar que había huído de aquel pueblo, pero sí, lo había hecho, había salido corriendo en cuanto se me había brindado la oportunidad, no podía seguir en ese sitio ni una semana más. No culpaba a nadie, pues me había ganado mi reputación a pulso a base de estúpidas decisiones. Pero todo eso había acabado, estaba en una nueva ciudad, con nueva gente y una nueva oportunidad.
Anduve entre los jardines un rato más, hasta que encontré un bonito sitio al lado de unos rosales, con vistas a lo que parecía el parking de la universidad, el cual ni sabía que existía. Un olor a cigarrillo inundó mis fosas nasales.
—¿Admirando las maravillosas vistas? —Una voz conocida habló a mi lado.
Mis ojos siguieron su voz hasta mi lado derecho, a unos escasos metros, junto a un poste de luz. Su aire de James Dean captó mi atención, cómo lo había hecho antes. Con cigarrillo y teléfono en cada mano, mantenía su mirada en mi.
—El chico del discurso —murmuré mientras mis ojos lo analizaban.
—¿Así me van a conocer de ahora en adelante?
—Probablemente —bromeé. —Caleb, ¿Verdad? —Asintió levemente sin apartar su mirada de mi.
—Caleb —afirmó. —¿Y tú?
—Violet —contesté. Asintió satisfecho mientras llevaba el cigarrillo a su boca.
—Bonito nombre —dijo finalmente. —No pareces muy integrada.
—Vale chico marginado en el jardín —contesté irónica. Su mirada seria desapareció por unos segundos, y me miró con curiosidad. —¿Qué vas a estudiar? —pregunté.
—Empresariales. —Desvió la mirada. —¿Y tú?
—Periodismo. —Volvió su mirada hacia mi.
—Odio a los periodistas —comentó dirigiendo su cigarrillo hacia su boca una vez más.
—No creo que debas estar hablando conmigo entonces.
—No, no creo. —Por primera vez, una media sonrisa asaltó sus labios.
Nuestros ojos se cruzaron una última vez, cuando el sonido de un claxon interrumpió nuestra conversación.
—¡Eh, Seth! —gritó un chico afro-americano desde un clásico Cadillac rojo descapotable.
Caleb dirigió su mirada hacia el coche y después hacia a mi.
—Nos vemos, periodista. —Tiró su cigarrillo al suelo y anduvo con paso decidido hacia el Mustang, saltó por el techo y se introdujo en el coche. No tardaron ni cinco segundos en desaparecer del parking.
¿Lo había llamado Seth?
No le presté demasiada atención, seguramente un apodo.
Giré sobre mis talones y volví por dónde había vuelto, sin mucho que hacer, decidí pasarme por la biblioteca.
Editado: 30.12.2018