NARRA SETH
Miré con disgusto la camisa que Mia había insistido que me pusiera mientras que ella corría de arriba a abajo por mi casa como si fuera suya, removiendo todos los armarios o cajones que encontraba, decidida en encontrarnos el ''look perfecto''.
Mia había insistido en acudir a esa ridícula fiesta universitaria, y a Chad, como no, le había parecido una magnífica idea.
Mia podría proponer tirarse desde un avión sin paracaídas y Chad le aplaudiría.
—¡Y aquí estoy! —gritó Chad desde el piso de arriba mientras bajaba las escaleras, con una camisa blanca con rosas rojas por todos lados y unos simples vaqueros.
—¡Guapísimo! —aplaudió Mia desde abajo.
—¿Tengo que llevar esta mierda? —protesté una vez más. —Es horrible —comenté mientras observaba la camisa negra con un extraño patrón dorado por la misma.
—¿Horrible? Es Versace —me dijo la marca de la camisa la cual se encontraba perdida en el armario sin fondo de Chad.
—Como si es Adidas —repliqué en voz baja.
—Cariño Versace es mucho más caro que Adidas. —me hizo saber Mia. Rodé los ojos una vez más.
Ella llevaba un corto vestido rojo, con unos zapatos a juego y un poco de maquillaje, con su pelo totalmente rizado.
No iba a mentir, Mia era realmente atractiva, no solo por su físico, sino también por su personalidad; abierta, sincera, directa y decidida. Pero estaba con mi hermano, y había una ley inquebrantable entre nosotros, nada de tocar a las novias/ex novias del otro. Ley que por cierto nunca se había aplicado ya que ninguno de los dos habíamos tenido pareja formal antes, pero siempre hay una primera vez.
Chad se había encaprichado de Mia como nunca antes de nadie, y a mi me tocaba aguantarla me gustase o no.
—¿Estamos listos? —preguntó Chad emocionado.
—¡Estamos listos! —confirmó Mia con la misma emoción.
—No sé yo ... —dije en voz baja, la mirada de ambos se dirigieron a mi al instante.
—No me digas que estás nervioso? —soltó Chad sorprendido. —¿Te da miedo encontrarte con tus nuevos compañeros de clase?
—No digas tonterías —deseché la idea al instante.
—No se .. sólo digo que nunca estás tan indeciso, quizás si estés un poco nervioso. —Sus dedos juguetearon con la pared mientras él miraba al suelo.
—¡Déjate de gilipolleces! —exclamé levantándome. —¿¡Crees que me van a poner nervioso un grupo de universitarios gilipollas?! ¡Claro que no! —Me adelanté a ellos y me acerqué a la puerta. —Vamos a esa maldita fiesta. —Tomé la iniciativa.
Escuché las risas de Chad tras de mi, y sabía que había reaccionado tal y como él esperaba, pero no podía evitarlo.
Me subí a mi coche y esta vez conduje yo.
Con las indicaciones de Mia, llegamos a la fiesta en cuestión de minutos, ya que estaba mucho más cerca de lo que inicialmente había pensado.
Aunque tampoco era muy difícil encontrarla, los gritos y la alta música se empezaban a escuchar unas calles más atrás.
—¿Es que los vecinos no llaman a la policía? —pregunté ante tal escándalo.
—Son millonarios, ¿Crees que van a quedarse aquí un fin de semana? Estarán pasando la noche en su yate, surcando los mares. —contestó Mia.
Sólo la idea me daban ganas de vomitar.
No tenía nada en contra de la gente con dinero, pero sí en contra de los que no habían movido un solo dedo para ganárselo.
Esos niños mimados que no tienen ni puta idea de como funciona el mundo, ni de lo que le cuesta sobrevivir a algunas personas. Han nacido podridos de dinero y han vivido bajo la falda de mamá, y aún lo hacen.
Y probablemente lo harían para el resto de sus vacías y tristes vidas.
Me apresuré y aparqué a una distancia considerable para evitar conflictos, pues si alguien tocaba el coche aunque fuera accidentalmente lo mataría.
— ¡Vamos allá! — Exclamó Mia emocionada mientras se bajaba del coche.
Chad siguió sus pasos y sin ningún otro remedio hice lo mismo.
Tal y como mis pies tocaron el suelo pude notar una leve vibración, debido a la altísima música que retumbaba por todo el lugar, la cual se hacía más intensa a medida que nos acercábamos.
Editado: 30.12.2018