NARRA VIOLET
Si normalmente ya era molesta, aquella mañana la alarma taladró mis oídos con una fuerza descomunal. Lo apagué de un manotazo y miré el techo por unos segundos totalmente en silencio.
La realidad abofeteó mi cara al instante; no había sido una pesadilla.
Todo había sido real, el tiroteo, la sangre, Seth y por supuesto mi ahora participación en lo que ellos llamaban ''un golpe''. Había pasado de estudiante de periodismo a futura criminal en unos pocos días.
Después de que aquel hombre me añadiera a su grupo de ladrones sin pedir mi opinión sobre el tema, Chad me acompañó a casa con la única regla de no contarle nada a nadie, al menos se ahorró las amenazas.
Chad era cálido, tranquilo y dulce, de alguna manera incluso me había caído bien. Nada que ver con Seth; testarudo, prepotente, molesto, agresivo y estúpido entre otros millones de adjetivos negativos. Jamás había conocido a alguien peor que él, y el destino se había encaprichado en que nuestros caminos se cruzasen.
Sin perder más tiempo, me levanté de la cama y me preparé para atender la maldita clase de ética que se había empeñado en joderme todos los sábados. Me acerqué al armario y cogí unos simples vaqueros y un top negro. Los coloqué sobre la cama y fui a cerrar el armario cuando algo captó mi atención. Los pantalones y la camisa de Seth se encontraban en el mismo. Dudé por un segundo que hacer con su ropa, y aunque quemarla fue lo primero que se me pasó por la cabeza, opté por una opción más pacifista. Cogí su maldita ropa y la metí en una bolsa, dispuesta a entregársela en cuanto lo viera.
Entré al baño y realicé las tareas básicas de aseo para después salir de mi habitación.
Una recién despertada y confusa North me recibió.
— ¿Violet? ¿A que hora llegaste? — Me preguntó desde la cocina.
Genial, ni siquiera me acordaba de la excusa que le había dicho.
— Sí, ya sabes, me entretuve en ... — Levanté las cejas con un gesto que gritaba ''ya me entiendes''. Sin embargo no funcionó muy bien, y parecía que ni siquiera supiera dónde había estado.
— ... ¿Casa de tus padres? — Terminó por mi.
— Sí, claro, volví tarde. — Recordé la excusa que le había dejado por teléfono antes de cometer la mayor estupidez de mi vida.
— Entiendo. — Se rindió. — Pues espero que tu pequeña visita en esa aldea rural perdida en las montañas te haya despejado la mente porque nos espera una larga hora de debates.
— Que ganas. — Murmuré irónica.
— ¿Un sándwich? — Me ofreció con una sonrisa.
Desayunamos tranquilamente, y por suerte no decidió preguntarme nada más sobre mi supuesta estadía en Oakdale. Cogimos nuestras cosas y nos dirigimos rápidamente a la clase de ética, la cual estaba prácticamente a punto de empezar cuando llegamos.
Nos dirigimos a nuestros asientos de siempre, pero mi pesadilla no había hecho mas que empezar.
— Tía nos han quitado el sitio. — Murmuró North a mi lado mientras observaba al infame ser que se había empeñado en joderme la existencia. Seth se sentaba en mi sitio, como si nada pasara. — Allí hay otros asientos libres. — Cuando iba a cambiar de rumbo, la cogí del brazo.
— Nadie va a quitarnos nuestros sitios. — Dije mientras me dirigía hacia Seth decidida.
— Violet solo son unos asientos. — La ignoré. Mi cabeza solo pensaba a echar a ese malnacido de mi sitio, ya era algo personal.
Cuando notó nuestra presencia sus ojos se encontraron con los míos, y una falsa sonrisa se colocó en sus labios.
— Hola chulita. — Dijo a modo de saludo, lo que hizo que mi enfado se multiplicara.
— Estos son nuestros asientos. — Lo ignoré.
— Vaya, lo siento. Ahora me he sentado yo. — Su sonrisa se ensanchó.
— Violet vamos a otro sitio, no pasa nada. — Trató de convencerme North quien claramente estaba avergonzada de mi comportamiento.
— Antes de nada ... ¿Has traído mi ropa? — Pronunció, en voz alta. Noté la mirada de North sobre mi, ya no había marcha atrás.
Cogí mi mochila y saqué la maldita bolsa con su ropa de dentro para después tirarla violentamente contra su pecho.
— Gracias, chulita. — Sonrió una vez más.
Me aguanté mis ganas frenéticas de golpearle y di media vuelta, directa a unos asientos libres, me senté aún de mal humor en total silencio.
North se limitaba a mirarme curiosa hasta que decidió hablar.
— ¿De que conoces al chico del discurso? — Preguntó.
— ¿Conocerlo? No lo conozco. ¿Qué te hace pensar eso?— Reí nerviosamente.
— Bueno, tenías ropa suya en tu mochila. — Hizo una larga pausa. — ¿Y por qué te llama chulita?
Editado: 30.12.2018