NARRA SETH
La euforia en mi cuerpo en ese momento no conocía rival.
No era un sentimiento desconocido para mi, pues lo había sentido muchas veces, cada vez que burlaba la ley, que doblaba y manipulaba las normas a mi antojo y me salía con la mía. Era un sentimiento lleno de energía y adrenalina, como un río con el caudal suficiente de tumbar edificios, me sentía imparable, capaz de conseguir lo que quisiera en ese preciso momento.
Conduje por las calles de la ciudad, las cuales se fueron haciendo más estrechas a medida que nos acercábamos a la zona sur.
Con Violet aferrada a mi cintura, traté de alejarme de toda zona con algún movimiento, aunque fuera mínimo. Nos habían visto, sabíamos como íbamos vestidos, la mitad de la ciudad nos estaría buscando.
Pasamos por la octava milla, la que separa la zona norte de la sur, y respiré tranquilo, allí nadie diría nada.
Pocos se atreverían en adentrarse en la zona sur a aquellas horas, pero hacía años que me había ganado el respeto de los ciudadanos, mientras me reconocieran estaríamos a salvo.
Aparqué la moto en un pequeño callejón y dejé que Violet se bajara de ella para mas tarde imitar su acción.
Instintivamente se quitó el casco y lo tiró al suelo, hice lo mismo mientras ambos nos sentábamos en el suelo, aún con la respiración agitada y una sonrisa en nuestros labios. Nos miramos por unos segundos, con miles de pensamientos en nuestras cabezas pero sin decir una palabra.
Su reacción fue cuanto menos inesperada. Mientras esperaba que estuviera gritando, llorando y pidiéndome irse a casa, parecía feliz y de alguna manera satisfecha. Me pregunté a mi mismo si me había equivocado juzgándola, y es que Violet era la primera persona la cual no podía analizar ni predecir. Cada vez que trataba de entender su personalidad resultaba ser lo contrario, me era imposible predecir sus movimientos, o como iba a reaccionar, y eso me estresaba.
Siempre había sido bueno conociendo a las personas, me era fácil saber como eran, y qué querían, pero con Violet todo era imposible, su personalidad era indescifrable y camaleónica, como si pudiera adaptarse a cualquier entorno en minutos.
—¿Vamos a quedarnos aquí toda la noche? —su voz me sacó de mi trance, y volví al mundo real, dónde sus ojos verdes se encontraban fijos en los míos. Instintivamente me levanté del suelo y mandé un mensaje a quien se suponía que se tenía que deshacer de los vehículos, le envié la dirección y tiré el teléfono al suelo. —¿Me explicas a que viene eso? —La ignoré, agarré su mano y comenzamos a correr en dirección contraria a dónde habíamos venido.
Corrimos unos cuantos metros entre los callejones de la zona sur, hasta que decidí que era mejor andar. A medida que nos adentrábamos en el barrio, las calles eran más oscuras, más sucias e incluso algo más lúgubres. La pobreza y la delincuencia había pasado factura en aquella zona, mientras en la zona norte derrochaban dinero en joyas, hoteles de cinco estrellas y ropa de diseño, en la zona sur se esforzaban por tener el dinero suficiente para pagar las facturas de la luz, lo que obligaba a los ciudadanos en vivir en la pobreza, forzándolos a la delincuencia. Noté la mano de Violet apretarse a la mía, e instintivamente por alguna razón que no llegué a entender giré mi mirada hacia ella para comprobar que estuviera bien. Su rostro derrochaba preocupación y de alguna manera miedo.
—Conozco a todo el mundo en esta zona, estamos a salvo. —traté de tranquilizarla. Se limitó a asentir mientras continuamos nuestro camino.
Las calles cada vez se fueron haciendo más familiares, hasta que llegó un punto en el que conocí el vecindario al instante. El mal olor a cloaca inundó mis fosas nasales a medida que nos acercábamos al núcleo de la zona sur, las calles se hicieron algo más anchas, y las pequeñas casas se amontonaban una al lado de la otra, sin tener ni idea de dónde ir, había recurrido a mi última esperanza.
Llegamos a la casa dónde había pasado gran parte de mi infancia, me quedé en la puerta por unos segundos y suspiré al recordar los miles de momentos que había pasado allí.
Sin más dilación, llame a la puerta.
Di un paso hacia atrás junto a Violet, esperando que estuviera en casa, era nuestra última opción.
Después de unos escasos segundos escuché pasos detrás de la puerta.
—¿¡Quien cojones es?! —gritó mi viejo amigo tras la puerta.
—¡Soy Seth! —exclamé, en segundos escuché el sonido de todas las cadenas y hierros que protegían la puerta apartarse, para a continuación abrirse.
Editado: 30.12.2018