NARRA SETH
Mis ojos dejaron de tener contacto con los suyos y di media vuelta alejándome de la biblioteca.
Y Violet Grace volvía a romper todos los pronósticos y me sorprendía, una vez más. No solo había parecido disfrutar del golpe, sino que además pedía participar en otro, justo minutos después de pedirme que desapareciera de su vida.
Salí de la biblioteca sin destino aparente, inmerso en mis pensamientos. Llegué hasta un banco de los jardines y me senté en él. Tratando de mantener mi mente en blanco, saqué la poca marihuana que me quedaba y me hice un porro. No sabía si estaba permitido fumar en los jardines de la universidad, pero en ese momento no me importó.
Me fumé el porro mientras observaba el parking de la universidad a escasos metros.
Violet volvió a mi mente, como tanto lo hacía últimamente. No sabía que pensar sobre ella, algo me hacía actuar como un idiota cada vez que estaba cerca, mis impulsos me traicionaban, y acababa haciendo gilipolleces como venir a verla a la universidad un domingo simplemente porque no me cogía el teléfono.
No sé a quien quería engañar, en realidad no quería que saliera de mi vida, y cuando la había visto en la biblioteca fue como si el destino se pusiera de mi parte por una vez. Odiaba sentirme así, odiaba sentirme vulnerable, y más aún por una chica.
Mi mente no lograba procesar que me estaba pasando, ya que jamás me había sentido así por nadie que no fuera yo mismo. No sabía si era la curiosidad que me producía su persona, el placer que me proporcionaba irritarla o su magnético carisma, pero una parte de mi cuerpo quería pasar tiempo con Violet.
Al principio simplemente le echaba la culpa a la obvia tensión sexual entre nosotros, pero no era nada parecido. Había sentido atracción sexual por muchas otras chicas, y nunca era así, nunca era tan obsesivo, ni tan confuso.
Después de un rato pensando en el tema, me di cuenta de lo bien que iba de vez en cuando parar el mundo, sentarte y reflexionar. Había perdido la noción del tiempo, no sabía cuantos minutos habían pasado, o cuantos porros me había fumado, pero la verdad es que me sentía mucho mejor.
Un claxon y una voz demasiado conocida interrumpió mi momento zen.
—¡Eh cara pene! —dirigí mi cabeza hacia Chad, quien me observaba desde su coche. —¿Qué diablos haces aquí? —Me levanté y me acerqué a su coche, saltando el techo descapotable del mismo ligero como una pluma hasta el asiento del copiloto. —Joder vaya colocón que llevas —comentó divertido mientras observaba el rojo de mis ojos.
—Espera, tengo aparcado mi coche —recordé.
—Ya vendrás a buscarlo, mejor que no conduzcas por unas horas —rió.
—¿Cómo sabías que estaba aquí? —pregunté.
—Supuse que habías venido a traer a Violet. —Arrancó, saliendo fuera de la universidad.
—Bueno, supones mal, como cada vez que alguien supone algo de Violet, le da la vuelta a todo —murmuré.
—¿Qué diablos te pasa? —preguntó divertido mientras me miraba de reojo.
—¡Había venido sola! Desde la zona sur. ¡En un taxi! —exclamé. —Esa chica va a acabar por matarme.
—¿Entonces que haces aquí? —preguntó confuso.
—¡No me cogía el teléfono!
—Seth, ¿te gusta Violet? —preguntó directamente.
—¿¡Qué diablos dices?! —exclamé totalmente ofendido. Chad me miró de reojo con una ceja levantada. —Quizás sí. —Chad rió a carcajadas. —No es nada nuevo, siempre me ha gustado, la chica es atractiva, solo que nunca me he fijado porque es jodidamente irritante.
—Seth a ti te gustan todas —rió. —Pero por ninguna actúas tan raro como por Violet. ¿Venir a verla porque no te cogía el teléfono? Tu reacción normal sería no volver a llamar y no volver a verla jamás en la vida, pero has movido tu culo hasta aquí, solo por ella.
—¿Qué intentas decir?
—Que el tipo duro se está enamorando. —Sus palabras golpearon en mi cerebro con una fuerza brutal.
—¡Cierra la boca! —Deseché la idea de inmediato.
—No seas demasiado duro contigo mismo, algún día tenía que pasar —rió.
—No ha pasado, no me estoy enamorando. No seas ridículo Chad.
—Vale vale lo que tu digas —volvió a reír, claramente tratando de enfadarme.
—Vete a la mierda Chad.
—Cuando quieras Romeo.
Traté de golpearle, pero esquivó el golpe moviéndose en el asiento, provocando que el coche diera un violento giro. Estalló en carcajadas mientras redirigía el coche.
—Eres casi tan irritante como Violet —solté.
—¡Por eso nos quieres! —decidí ignorarlo y conducimos hasta casa totalmente en silencio. Poco a poco pude reconocer las calles.
Editado: 30.12.2018