NARRA VIOLET
Apliqué un poco de sombra sobre mis ojos, dándoles un aspecto más exótico.
Miré en el espejo mi aspecto de incógnito y asentí satisfecha. Me puse unas gafas de Sol y un sombrero de playa, estaba lista.
Cogí mi bolso con una libreta y un boli dentro y salí del baño directa a la puerta.
—¿Violet?—La voz de North me sobresaltó, haciendo que pegara un pequeño salto en el sitio. —¿Dónde vas así vestida? —dijo disgustada desde el sofá.
—Oh, voy de incógnito —confesé.
—De incógnito ... ¿a dónde? —preguntó confusa.
—Cosas de periodista —le resté importancia. —¿Parezco una millonaria francesa? —di una vuelta completa enseñándole mi look.
—Supongo ... —contestó no muy segura de si misma. —¿Por qué llevas un abrigo de piel sobre un vestido largo a rayas de playa? —Miré mi look para comprobar si se veía tan mal como sonaba.
—Es alta moda francesa —me excusé.
—Ya .. —Me siguió observando con el ceño fruncido. —Últimamente estás muy rara. —Volvió su mirada hacia la televisión.
—Soy rara cariño —dije fingiendo un acento francés, North estalló en carcajadas. —Estoy aquí para cenar. —Abrí la puerta principal.
—¡Buena suerte en tus cosas de periodista!
—¡Gracias! —dije mientras cerraba la puerta.
Salí de mi edificio y cogí el primer taxi hasta el centro de la ciudad. Tenía las ideas muy claras y un plan perfecto, si Seth quería que le demostrase que era útil eso era exactamente lo que iba a hacer.
Me bajé justo en el centro, sería mejor que fuera caminando desde ahí.
Saqué mi teléfono y seguí caminé unas cuantas calles, hasta que localicé mi objetivo.
Joyería Blackstone.
Me ajusté mis gafas de Sol y me dirigí al establecimiento con paso decidido. Nada más atravesar las puertas de cristal un fuerte olor a perfume inundó mi fosas nasales. El suelo era de un mármol blanco, justo con otro mármol negro en las paredes, haciendo un contraste muy clásico. Varias cristaleras se colocaban estratégicamente por el lugar, repletas de joyas de todo tipo. No había mucha gente, así que pude moverme con libertad. Habían dos dependientas, una de unos cuarenta años y otra de unos veinte, ambas ocupadas con clientes.
Llevé mi mirada hacia arriba, encontrando cinco cámaras de seguridad, una en cada esquina del local y una giratoria justo en el medio.
Caminé por el sitio por unos minutos, tratando de encontrar alguna pista que fuera útil acerca de la seguridad de aquel local. Una estantería en concreto llamó mi atención, en la cual un bonito collar con una piedra verde resaltaba sobre las demás. Observé por unos instantes la piedra preciosa.
—¿Puedo ayudarla? —Una voz me sobresaltó a mi lado. Giré mi cabeza encontrándome con una de las dependientas, la más mayor.
—Sólo estaba mirando —dije con un acento francés. La mujer siguió mi mirada hacia el collar.
—Oh, una de nuestras mejores piezas —aseguró. —Es totalmente de oro blanco, con una bonita esmeralda refinada, sin duda un collar muy fino, perfecto para fiestas.
—Sin duda es precioso —murmuré.
—¿Le gustaría probarlo?
—Oh no hace falta .. —Iba a acabar mi frase cuando algo llamó mi atención. El cristal tenía un brillo especial, casi eléctrico. —En realidad sí, me encantaría probármelo.
—Un segundo —dijo con una sonrisa. Se alejó y volvió al mostrador, tecleó algo en el ordenador y el cristal dejó de brillar. Entonces cogió la llave y volvió hacia a mi, abrió el mostrador y sacó el collar. —Aquí está —murmuró. —¿Me permite? —dijo sosteniendo el collar. Asentó y se posicionó detrás de mi, poniéndome el collar. —¿Qué le parece? —preguntó señalando el cristal a mi izquierda.
—Es precioso —dije casi sin habla observando la increíble piedra en mi cuello.
—Tiene un valor de cinco mil dólares. —Casi me ahogué en mi propia saliva, comencé a toser como una loca, la mujer me quitó rápidamente el collar y colocó una mano en mi espalda. —¿Está usted bien? —preguntó preocupada.
Editado: 30.12.2018