NARRA VIOLET
Los aros brillaban en mi piel a través de la intensa luz de la luna, la cual se alzaba llena sobre nosotros, magistral y preciosa.
No era muy tarde, justo pasadas las 12 de la noche, y nos encontrábamos justo fuera del club, en la cola del mismo para entrar.
Después de que Chad me recogiera, fuimos a casa de Mia, quien nos recibió ilusionada, nos arreglamos en su casa, le expliqué la situación con Seth y salimos dispuestos a comernos la noche, o al menos ese era el plan.
Mia tenía su pelo totalmente rizado, con una potente sombra de ojos que ayudaban a destacar sus ojos rasgados, sus labios un color crema y un vestido negro ajustado el cual no dejaba mucho a la imaginación. Las pecas de Chad brillaban sobre su morena tez, mientras que una camisa con patrones dorados totalmente abierta dejaba ver sus tatuajes. Yo, en cambio había optado por mi pelo liso, un maquillaje ligero y unos labios rojos, del mismo color que el vestido, el cual a pesar de ser de Mia sorprendentemente me quedaba de miedo.
—Seguidme de cerca —dijo Chad mientras comenzaba a caminar bajo la fría noche.
Evitamos la cola y llegamos hasta el portero. Chad le susurró algo en el oído y después nos señaló a Mia y a mi, el portero simplemente asintió y Chad nos indicó que podíamos entrar con un movimiento de cabeza, así que eso hicimos, me acerqué más a Mia y entramos al club.
El ambiente no era el de una fiesta normal, unas luces moradas iluminaban todo el club, incluidos a los clientes, quienes no tenían la mejor apariencia. Habían sobre todo hombres, de todas las razas y clases, las pocas mujeres que habían estaban totalmente integradas, o por lo contrario se exhibían en las barras de metal que subían hasta el techo. Allí las bailarinas movían sus cuerpos semi o totalmente desnudos mientras los demás se dedicaban a animarlas tirándoles dinero. Un cierto y peculiar olor a alcohol y cigarrillos inundaron mis fosas nasales en segundos
No iba a mentir, estaba jodidamente cagada de miedo. Me encontraba rodeada de criminales, strippers y Dios sabe que mas con un vestido demasiado corto, las posibilidades de que algo saliera mal eran demasiado altas.
Seguí a Chad y Mia de cerca hasta un extremo del club, y mi cuerpo se relajó y se tensó a la vez al ver a Seth en uno de los apartados, en una especie de sofá en forma de U con unos cuantos chicos los cuales no conocía. No lo había visto desde el campo de tiro, dónde nuestras ganas el uno del otro acabaron por ganar la batalla, y verlo de nuevo fue extraño y placentero a la vez.
Se encontraba ajeno a lo que pasaba alrededor, con una camisa negra la cual destacaba el azul de sus ojos y una sonrisa radiante en la boca. Su mirada se fijó entonces en Chad, y después en mi. Su sonrisa se borró en un instante.
Dijo algo a sus amigos y se levantó, acercándose hacia nosotros. Llegó hasta Chad el cual se encontraba unos pasos por delante de mi y lo cogió del brazo, diciéndole algo serio al oído. Chad contestó y Seth lo fulminó con la mirada. Justo entonces, sus ojos se fijaron en los míos por unos segundos, repasó mi cuerpo con la mirada y simplemente dio media vuelta sin decirme una palabra.
Lo observé volver a su reservado con paso decidido. Chad me guiñó un ojo y después lo siguió, forcé una sonrisa y me giré hacia Mia.
—Vamos a por una bebida —dijo en mi oído para poder escucharla sobre la música. Asentí y nos acercamos a la barra entre la multitud. Una vez allí dejé que Mia pidiera por mi.
Suspiré ante verme rodeada por tanta gente la cual no tenía nada que ver conmigo y me pregunté a mi misma que hacía en aquel lugar. Mia posó sus radiantes ojos sobre mi y sonrió apenada, dándose cuenta de mi incomodidad.
—Ni siquiera me ha mirado —me quejé.
—Seth es complicado —aseguró. —Si quieres soportarlo, mejor será que estés borracha —rió tendiéndome el cubata.
¿Qué diablos? Tenía razón.
Cogí el cubata y dejé que lo que fuera que hubiera dentro recorriera mi garganta, dándome un subidón casi instantáneo.
Estuvimos ahí durante un par de cubatas, charlando y bailando la música que iban poniendo, después decidimos buscar a los chicos. Nos abrimos paso hacia el reservado de antes, pero no estaban, así que Mia sugirió que subiéramos a la sala VIP de arriba, así que allí nos dirigimos. Subimos las escaleras de cristal, y cuando llegamos allí pudimos verlos a través de la puesta de cristal, la cual cruzamos. Al cerrarla, fue como si un ambiente interno se creara al instante, el sonido de la música se redujo considerablemente, lo suficiente como para escucharla sin que fuera molesta, el ambiente era mucho más frío y cómodo a la vez.
Editado: 30.12.2018