NARRA VIOLET
Habían pasado unas horas del golpe a la joyería, y a pesar de ser casi las 8 de la mañana, no habíamos dormido absolutamente nada. Me encontraba reclinada en el asiento del coche de Seth, aún con miles de emociones recorriendo mi cuerpo, entre ellas satisfacción por haber demostrado que podía ser util, que si era necesario, podía apretar el gatillo. Quería demostrarle a Seth que se equivocaba, que podía hacerlo, y a juzgar por su silencio durante todo el trayecto, lo había conseguido.
Después de celebrar durante toda la noche, Seth había querido que siguiese el proceso del golpe. Nos habíamos reunido con unos contrabandistas, a quienes les habíamos intercambiado el dinero por joyas, y después habíamos cogido el 90% del mismo, camino a un rumbo desconocido.
Miré el perfil serio de Seth una vez mas, quien no había dicho nada en todo el camino.
—¿A dónde vamos? —traté de romper el hielo.
—Pronto lo sabrás —se limitó a decir.
—¿Sabes? Todo este misterio me pone enferma —dije de mala gana. —No estamos en una novela dramática, suéltalo ya.
—Deja de quejarte, estamos llegando.
Instintivamente miré curiosa por la ventanilla, sin ver absolutamente nada más que un viejo edificio, casi en ruinas, pero lo suficientemente grande para que pareciese importante.
Entramos en el patio del mismo, el cual ya nos tenían las puertas abiertas. Era como un recreo de un colegio, con un pequeño campo de futbol y dos canastas, aparcamos a un lado.
—Hemos llegado —murmuró Seth decidido. Lo miré sin entender absolutamente nada, pero me bajé del coche al igual que él.
Desde el patio anterior podía verse mejor el edificio, con unas tres plantas, todo de ladrillos rojos bastantes desgastados y ventanas de madera antiguas.
Seth pasó por mi lado y cogió mi mano, obligándome a andar hacia la puerta del edifico.
Tres hombres llamaron mi atención, los cuales se acercaron a nuestro coche y abrieron el maletero, comenzando a coger los maletines con el dinero.
—¡eh! —exclamé, tratando de dar un paso hacia ellos, pero Seth tiró de mi. —Están cogiendo nuestro dinero —lo avisé.
—Está bien —dijo con indiferencia. Lo miré confusa, pero decidí hacerle caso.
Atravesamos la puerta principal, encontrándonos con un largo pasillo pobremente decorado, con puertas a ambos lados. Todo estaba silencioso, pero se escuchaba un lejano resonar de voces.
Subimos un par de escaleras, y al segundo piso ya comenzamos a escuchar voces más claras.
Niños corrían y jugaban por el pasillo, de todas las edades, la mayoría comenzaron a mirarnos y algunos incluso a acercarse a Seth a saludarlo. Miré confusa a Seth una vez más, quien sonreía alegre mientras los saludaba de vuelta.
Avanzamos hasta el final del pasillo, justo enfrente de una puerta azul algo más grande que las demás.
Seth tocó varias veces y abrió la puerta tras escuchar un fino "adelante".
Un despacho se encontraba al otro lado, nada del otro mundo, bastante simple, y una mujer morena de unos sesenta años y algo rechoncha se levantó a recibirnos.
—¡Seth! —exclamó con alegría. El moreno se acercó a ella y ambos se fundieron en un abrazo. —Que alegría verte.
—Esta es Violet —me presentó Seth.
La saludé tímidamente y volvió a su asiento.
—Adelante, sentaos. ¿Qué os trae por aquí?
—Venimos a traeros algo de capital —dirigí mi mirada hacia Seth de inmediato. Se sacó un papel del bolsillo y se lo tendió a la mujer. —No hemos tenido tiempo de distribuir el dinero, así que necesitamos que lo repartáis entre estos orfanatos y hospicios. —Simplemente no pude apartar los ojos de él. No sabía como actuar, ni qué decir.
—Gracias Seth, eres un ángel —se emocionó la mujer mientras agarraba su mano.
—Es algo más que la última vez, así que espero que podáis hacer algo especial con los chicos, de mi parte.
—Claro, seguro que podemos organizar algo.
La puerta se abrió de golpe, haciendo que todos nos sobresaltáramos.
—¡Niños! —exclamó la señora. —¿Que os tengo dicho de entrar sin llamar?
Habían unos cuatro niños y dos niñas de unos 7 años, todos asomándose tímidamente por el marco de la puerta.
Editado: 30.12.2018