NARRA SETH
Mantuve mi mirada fija en su cara. Memorizando su rostro, cada una de sus facciones y deseando tenerlo en frente para que se arrepienta de todo lo que había hecho. Leí una y otra vez la información que Jon me había proporcionado. Tom Jenkins, 51 años, penitenciaria de Lafayette, lo memoricé al igual que su cara, repitiéndolo una y otra vez mientras que la rabia y el odio crecía en mi.
Sentí las manos de Violet en mi espalda, así que cerré el sobre rápidamente.
—Déjalo de una vez —pidió mientras se sentaba en la cama detrás de mi.
—Tengo contactos en la cárcel, sólo tengo que hacer unas llamadas y lo hacen desaparecer. —Se posicionó delante de mi y cogió el sobre entre sus manos, rompiéndolo en cuatro trozos y esparciéndolos por la habitación. La miré confuso mientras ella colocaba sus manos en mi cara.
—Ya tiene lo que se merece, va a pudrirse en esa cárcel.
—No es suficiente —insistí. —Puedo hacer que su estancia allí sea peor que el mismísimo infierno.
—Seth sólo quiero pasar página —repitió cansada. —Quiero olvidarme de todo eso. —Asentí entendiéndola.
Me levanté de la cama y comencé a deshacer mi maleta.
Después de la noche de año nuevo cogimos el avión de vuelta a Nueva Orleans, nada duraba para siempre y menos aún las vacaciones. Volvíamos del viaje como personas distintas, no sólo individualmente pero en conjunto. Mi relación con Violet en ese instante era lo más parecido a una pareja que había tenido en mi vida, y era tanto extraño como satisfactorio.
Observé su maleta en el suelo mientras ella hablaba se encontraba tirada en la cama con el teléfono.
—¿Por qué no te mudas? —Violet me miró confusa. —Aquí —aclaré —Mi habitación es lo suficientemente grande para los dos. —Pensé por unos instantes como sería convivir con Violet. —O quizás podríamos comprar un apartamento en algún otro lado de la ciudad.
—¿No crees que es algo precipitado? —rió, a lo que me encogí de hombros. —No quiero dejar a North, además el campus es el mejor sitio para vivir si estás estudiando en la universidad. —Asentí e intenté no darle muchas vueltas. —Pero quizás algún día.
—Lo siento, estoy yendo demasiado rápido, tienes razón. —Por algún motivo, desde que había aceptado mis sentimientos por Violet lo único que inundaba mi cerebro eran ganas de pasar el mayor tiempo con ella posible, aunque una parte de mi seguía extrañada de toda la situación. —Vamos abajo —dije una vez acabé de ordenar la maleta.
Dejamos mi habitación atrás y bajamos hasta el salón, dónde se encontraban Mia y Chad tirados en el sofá.
—Que ánimos —dije irónico.
—Estoy cansada de aviones, aeropuertos y todo lo relacionado con ese infierno —se quejó Mia. Nos sentamos en el poco espacio que dejaron en el sofá.
—Tengo hambre —exclamó Chad de fondo.
—Vaya par de blandengues —dijo Violet divertida mientras golpeaba en la pierna a Chad quien emitió un agudo gritito.
—Eso os pasa por dejarnos en evidencia en el avión —les recordé. Chad se hizo el ofendido mientras Mia se reía. —Por favor, se les ruega a los pasajeros que lleven treinta minutos en el baño que dejen el espacio libre para los demás —dijo con voz de azafata de vuelo.
—De eso no me he enterado —rió Violet quien estaba dormida en el momento del incidente.
—Es mentira Violet no le creas —mintió Mia.
—¡¿A quien se le ocurre tener sexo en el baño de un avión?! —Violet estalló en carcajadas mientras que Chad me fulminaba con la mirada.
—No pagues tu frustración sexual conmigo —se defendió el moreno. —No es mi culpa que te hayas olvidado de lo que se siente al mojar el churro por culpa de cierta blanquita de la que te has encaprichado últimamente —soltó con una sonrisa.
—¿Eso es una indirecta? —dijo Violet haciéndose la ofendida, Chad siseó mandándola a callar.
—No estoy hablando contigo, colonizadora.
—¿Qué me has llamado? —preguntó la rubia levantándose el sofá.
—Colonizadora —repitió.
Editado: 30.12.2018