En la memoria de Hallie Wenzel (chica de vista sobresaliente, uno de ellos de un tono café mientras que el otro reflejaba una luz azul. No era hereditario, de hecho, nadie en su familia lo tenía. Siquiera se trataba de una enfermedad seria ni era un asunto de ese tipo. Solo era… de admirar), aquel momento podía ser un gran comienzo. De una fantasía o una realidad. Ella misma lo podía decidir. De cualquier modo, la transferencia a Illinois le vendría bien. Cambio de ambiente y sociedad. Después de un largo viaje con Delia Callwell («Tía Delia» como prefería llamarle), aquella mujer que se había encontrado presente desde que dejo de ver a sus padres, y que aparentemente, la había ayudado a seguir adelante y se había ofrecido a llevarla a aquella universidad.
-Y dime, ¿Qué opinas del reverendo Orman?- cuestionó Delia mientras observaba el camino de la carretera. Aquel suceso con el reverendo Orman, quien tenía varios admiradores ya que su fama era bastante grande, y claro, Delia no era la excepción, tenía una gran admiración por la religión católica.
-¿Orman? ¿Orman Cleary?- Delia asintió -. Bueno, no podíamos dudar de él, tía. Era un hombre casado, además, Helena ya había declarado que no tenía intenciones de cometer adulterio, ni mucho menos, abortar.
- El día que estuve con Hannah en el momento del divorcio… se veía tan decaída.
-¿Qué fue de Helena?
-Oh pobre Helena, ella declaró que nunca tuvo intenciones de meterse con un hombre casado. Pero Orman vio a Helena tan vulnerable. ¡Y claro! Ella aun después de todo quería tener al bebe. Pero las acusaciones de Orman fueron demasiado lejos. La pobre temía de sí misma incluso.
Aquello había alertado a todos los cercanos a Orman y a sus seguidores. Su mujer, Hannah (quien también tenía fama justamente por ser su esposa) era una persona alentadora, dulce y bastante carismática, algo que se reflejaba fácilmente en la pareja. Por lo tanto, nadie sabía que el reverendo podía llegar a tal punto y arruinar su reputación, matrimonio y próximamente la fama.
Helena era su amante, claramente, aunque todos sabían que Helena no quería llegar a tal punto. Cuando se enteró que estaba embarazada, quería acudir a Orman y pedirle cierto apoyo, pero claro, el reverendo no quería perder a su mujer así que obligo a Helena a abortar (aunque hasta cierto punto los dos ya sabían las consecuencias de eso, ya que el aborto, era ilegal).
El viaje en si ya comenzaba a tornarse cansado, ya habían estado todo el día en aquel camino y habían realizado muy pocas paradas. La universidad estaba bastante lejos de lo que pensaban. Después de cierto tiempo había un vasto silencio, no era incomodo, sino más bien agradable, con el aura del viento viajando entre ellas y con la puesta del sol casi reflejándose en el horizonte. Con música clásica de fondo y recuerdos que les recorrían la mente, recuerdos del pasado y del futuro, aunque se tratan más bien de sueños y esperanzas. Los otros recuerdos, traumas, que ninguna de ellas querían recordar. Delia tenía un peso encima, de hecho. Desde que Hallie se había mudado con Delia, no había tenido ni una sola oportunidad de pedirle perdón. En aquellos tiempos, ella se había preocupado solo por sí misma y no por la pequeña Hallie que estaba devastada por eso.
Dalia sólo recordaba aquel momento en la corte, donde Hannah solo lloraba y Helena escuchaba sus lamentos. Orman forcejeaba ante los policías y el juez para así ser liberado. Hallie lo recordaba bien. Había sido poco después de lo de su padre. Era un recuerdo claro, 23 de mayo de 1979. 6 días antes de su cumpleaños. El reverendo Orman había tenido una gran amistad con Hallie en ese entonces.
Dalia observó a Hallie sin decir nada. Solo admiraba cada una de sus palabras, y sonrió. Aún después de todo, Hallie seguía conservando esa inocencia que portaba desde muchos años atrás.
Aún conservaba aquellas palabras, aquellas que recordaba perfectamente sin ningún error. Pero la conservaba de una manera cobarde.
Cuando se encontraba con su madre, April Geene. Al borde del llanto. Estaban en una habitación. Hallie no recordaba bien como era, solo sabía que estaba oscuro, y que su madre, April, la observaba con cierto rencor. No lo recordaba. Solo tenía ocho años.
Al momento llegó Dylan. No había alguna expresión en él. Tomó a Hallie de los hombros y observó a April.
-Fuera, Dylan -declaró April, se notaba que había consumido alcohol, sus palabras apenas eran notables.
-Hazme un favor. Olvida el día que nos conocimos. Olvida el primer momento en que me hablaste. Olvida mis celos y mi orgullo. Olvida que una vez formé parte de tu vida. Olvídame, si te lo pido es porque sé que ni te costará hacerlo. Olvídalo tú, porque yo, sinceramente, no puedo
-No haré ningún esfuerzo más, que te vaya bien.- Contesto cobardemente,
-No, April. Yo ya no haré ningún esfuerzo. Mil veces intenté arreglar lo que yo no rompí. Ya me es suficiente.
No hubo respuesta, April solo observaba a Hallie, con esa mirada perturbante, y Hallie no podía hacer nada, absolutamente nada. Después de eso, ella sabía de las últimas palabras que escucharía de su madre.
-¡Dylan! ¡No dejes que me lleven! ¡No estoy loca! -April forcejeaba, mientras que los policías intentaban subirla a la patrulla, Dylan esperaba que Hallie no la estuviese escuchando, lo lamentaría, lamentaría que ella hubiese visto como se llevaban a su madre.