He tenido muchas oportunidades para arrepentirme de lo que he hecho, pero nunca las he tomado. En este mundo uno aprende a no dejar que lo golpeen, porque eso te acerca un poco más a la derrota. Para algunos eso significa la muerte; como le ocurrió a mi padre. Para otros es ver pasar la vida encima de una silla de ruedas; como le ocurrió a mi hermano mayor. Para mí no existe esa opción. Si caigo he de volver a levantarme, porque no me puedo permitir perder. Ellos dependen de mí.
No puedo ser débil, no puedo ser blando, y sobre todo, no puedo permitirme pensar en mí. Cada vez que me vendo los puños, cada vez que entro en una pelea, hago lo que sea para no ser yo el que acabe en el suelo. No me importa que ellos tengan familia, no me importa destrozar sus caras, su cuerpo o sus vidas. Lo único en lo que pienso es en los míos, en que debo cuidar de ellos.
Empecé como muchos, peleando por algunos dólares en aparcamientos vacíos, locales abandonados y en algunos gimnasios que abrían sus puertas después del cierre. Pero ascendí peldaños a fuerza de victorias, a fuerza de no rendirme.
Llevo más de dos años manteniendo el título de rey de la lucha, y aun así todavía no se han aprendido mi nombre. Estos americanos no soportan nada ruso, y que precisamente un tipo con esa ascendencia sea el rey de la lucha clandestina en Las Vegas, les escuece. Por eso los idiotas siguen apostando en mi contra, esperando que algún día caiga y les haga felices. Por eso nadie le dio importancia a que un ruso cincuentón muriera en una de esas peleas. Y estuvieron encantados de que ese irlandés le rompiera la espalda a mi hermano.
Nikita, mi hermano, dice que tampoco soportan que sea joven, y según ellos, inexperto. Pero olvidan que crecí en una familia de luchadores. Mi padre peleó para sacar a su familia adelante, cuando no había otra manera de llevar dinero a casa. Mi hermano lo hizo por la misma causa, sobre todo cuando escuchan nuestro nombre y te cierran la puerta.
Pero yo he acabado con eso, yo he devuelto el honor perdido a mi familia, y lo más importante, he vengado las ofensas recibidas. El tipo que mató a mi padre está muerto. El tipo que destrozó a mi hermano también. Si algo me enseñaron ellos, es que los muertos no devuelven los golpes. Ellos cometieron el error de dejarme vivo.
Nikita pasó muchos años preparándose para la lucha, pero lo hizo dentro de la ley. Eso no daba mucho dinero, por eso entró en las peleas ilegales, para cubrir las deudas que nos comían vivos. Pero descubrió de la peor de las maneras, que ser bueno no te hacía invencible.
Le costó ceder a mis peticiones, pero conseguí que me entrenara. Fue duro, fue implacable, pero el resultado me llevó a alcanzar nuestro objetivo; ganar.
Pero había más. No iba a cometer los mismos errores que mi padre y mi hermano. Sabía que estaba ganando dinero, pero como todo, llega un momento en que todo se acaba. No sé cuánto tiempo me mantendré arriba, pero tengo muy claro que las peleas solo son el medio para conseguir más. No me quedaré en un simple peón que cumple las ordenes de un jefe avaricioso, seré yo el que las de. Voy a convertirme en mi propio jefe, tendré mi negocio y no será uno cualquiera, sino uno que nos sostenga a mí y mi familia hasta el fin de los días. Estamos en Las Vegas, así que dejaré que el dinero me guíe. No me importa si es ilegal, lo único que tengo claro es que no forzaré a nadie en contra de su voluntad. Odio a la gente que no solo se aprovecha de los más débiles, sino que no les importa destruirles hasta conseguir lo que quieren de ellos; dinero. Te usan y después te tiran a un lado de la carretera como un trapo viejo. Como hicieron con mi madre en la fábrica. La hicieron trabajar turnos interminables, soportando condiciones insalubres, engañándola, ocultando la peligrosidad de los productos químicos con los que trabajaba. Y cuando cayó enferma de los pulmones, cuando ya no tuvo fuerzas para seguir trabajando, la desecharon.
Mamá murió en casa sumida en dolor, asfixiándose en sus propias secreciones, y tosiendo sangre. Mientras nosotros no pudimos hacer nada, porque no teníamos dinero para pagar la medicación que necesitaba.
Sin trabajo, y con las facturas médicas por pagar, papá regresó a lo único que le permitiría dar de comer a sus hijos, y encontró la muerte. Al menos él murió rápido.
Conmigo no podrían, yo no iba a rendirme, yo soy de los que lucho hasta el final, aunque duela.