RUTH
—Sean bienvenidos... al último refugio de la luz —dijo Eleazar.
No supe qué responder. Nadie lo supo.
Las palabras parecían flotar en el aire espeso y dorado de aquel bosque encantado, como si tuvieran peso propio. Como si mantuvieran siglos de historia.
Mis pulmones se llenaron de un aire que olía a sabiduría, a polvo antiguo y a magia limpia.
Eleazar nos observaba con esos ojos que parecían haber visto la creación del mundo.
Tenía algo en su forma de estar, en su quietud, que hacía que todos los pensamientos ruidosos se callaran de inmediato. Y si tuviera una palabra para describirlo sería: inefable.
—¿Estás segura de que esto no es una alucinación por estrés post–fuego mágico? —murmuró Alessandra, en voz baja, mirando alrededor con expresión de asombro—Porque si es un sueño, quiero quedarme dormida para siempre.
Andrew le dio un leve codazo.
—No creo que en tus sueños, haya un anciano místico con ojos que parecen verte el alma —susurró—A menos que eso sea lo tuyo.
—¡Andrew!—soltó Alessandra, ruborizada.
Sonreí un poco. Esa sensación de ligereza entre tanto caos se sentía... rara. Pero necesaria.
—Han viajado lejos—dijo por fin, sin dejar de mirarme—Veo que ustedes tienen muchas preguntas—continuó— Y yo tengo muchas respuestas que dar.
Tyler me miró y me tomó del brazo, en un gesto sutil pero firme. No hacía falta que hablara. Él también lo sentía. Ese poder abrumador, pero extrañamente yo lo sentía mas que familiar.
—Ruth—dijo Eleazar, ahora mirándome directamente—has venido a Khisfire por una razón. Este lugar... este bosque... es parte de ti.
Tragué saliva.
Cómo que este bosque....¿Era parte de mí?
—¿Usted... quién escribió las profecías?—Pregunta Andrew.
Eleazar lo miró con una sonrisa suave.
—Yo no las escribí, joven guerrero. Solo las escuché... y las compartí. Las palabras vinieron de un lugar más antiguo que todos nosotros.
Tyler entrecerró los ojos.
—¿Más antiguo que Khisfire?
—Más antiguo que Artia -corrigió Eleazar—Más antiguo que la luz y la oscuridad. Las profecías... vienen de un lugar Hermoso. Las Estrellas.
Entonces Eleazar me miró como si ya supiera la pregunta que diría, antes de que yo preguntara.
—Ruth, Cariño, se que estas asustada. Pero Esta historia... no se escribe con una sola mano. Hay otras piezas. Otros nombres. Y uno de ellos... está más cerca de lo que crees.
Mis labios temblaron. Quería saber si el era esa persona.
—¿Jasper?—pregunté.
El anciano dudó por primera vez.
—Tal vez—dijo, críptico— O tal vez alguien que hayas olvidado.
Guarde silencio. no sabia que pensar. ¿había alguien más?. ¿alguien que olvide?. ¿De qué rayos está hablando?.
—¿Alguien que he olvidado?—repetí, bajando la voz.
—La memoria no siempre se pierde, Ruth. A veces... solo se esconde —añadió Eleazar con una mirada profunda—Y hoy... ha llegado el momento de que recuerdes.
—Ven conmigo—me dijo simplemente. supongo que mi expresión era mas que obvia.
Así que sin pensarlo, lo seguí.
El suelo bajo nuestros pies brillaba levemente, como si cada paso despertara la memoria de la tierra. Caminamos a través de un sendero cubierto de pétalos flotantes y hojas translúcidas. Parecía que todo el bosque estaba vivo, pero no de una manera amenazante. Más bien... acogedora. Como si me diera la bienvenida.
Llegamos a un lago. Un lago cristalino, tan quieto que parecía un espejo. Y al acercarme, el agua comenzó a agitarse. Pero no por el viento. Sino por mí.
Eleazar me indicó que me arrodillara frente al agua.
—Este lago solo te mostrara la verdad de tu pasado. Ten en cuenta que solo te mostrará lo que tú quieres saber.
—¿Y si no estoy preparada?—pregunté, tragando saliva.
—El agua lo sabrá—respondió él.
Inspiré profundamente. Me incliné. Y miré.
Al principio, solo vi mi reflejo. Mis ojos azules. Mi cabello largo... castaño.
Pero luego... mi reflejo comenzó a cambiar.
Mi cabello comenzó a palidecer, como si la luz lo drenara. Hasta que quedó completamente blanco, como la nieve más pura. Me llevé la mano al cabello real. ¡También estaba blanco! Sentí cómo una energía me recorría. Como si algo estuviera despertando, algo dormido durante siglos.
La imagen en el lago cambió de nuevo.
Vi a una niña.
Era Yo.
Corriendo descalza por el bosque. Riendo. Rodeada de pequeñas luces–espíritus, supuse–. Era libre. Inocente. Poderosa. Me vi trepar árboles, hablar con ardillas, llorar de risa por alguna broma tonta que solo yo entendía.
Y entonces, el recuerdo cambió.
Vi otra imagen.
Un castillo abandonado.
Y a una niña, Era yo, Entraba al castillo por curiosidad y luego tropiece con algo con..... con un niño. Tenia un cabello de color rojo, y unos ojos violetas muy profundos como la noche. Estaba sucio, desconfiado, y malhumorado. Pero no me alejé. Le ofrecí la mano.
Y él dudo... y luego la tomó.
Sus dedos temblaban, como si no estuviera acostumbrado al contacto humano.
—¿Quieres ser mi amigo?—me escuché decir.
De pronto la escena se desvaneció.
Ahora era la guerra. El cielo era de un rojo intenso. La tierra era sangrienta. había Gritos. Y una gran cantidad de magia en el aire.
Y ahí estaba yo como Athena en una armadura dorada.
Y frente a mí...
El Guerrero Oscuro.
Era idéntico a Jasper. Pero No era este Jasper. Si no otro Jasper. Uno más cruel. Más triste. Más perdido.
Luchábamos. Mientras que el mundo colapsaba a nuestro alrededor.
Pero detrás de toda esta destrucción....
Había una silueta.
Estaba algo Lejos.
Oculta entre las sombras.
Era un hombre.
Un Hermoso cabello rojo intenso sobresalía. Cómo también unos ojos violetas muy brillantes, y resplandecientes.
Él me miraba, sentía que me observaba desde lejos. Tenia su rostro oculto tras una máscara de dolor. Y Su silueta solo devoraba la oscuridad.