Ryan.

Capítulo 5.

Demonio.

Han pasado dos días desde la confesión de Max, y la verdad no sé cómo tomar la información. El hecho de haberme enterado que Max es el padre biológico de Deimon hizo que me diera cuenta de algunas cosas con respecto a cuando me había ordenado a vigilarla. Ese día y esa conversación se ha repetido en mi mente varias veces.

Flashback.

Tras la aparición de Brianna en mi habitación para informarme que Max quería hablar conmigo no dudé en teletransportarme frente a la puerta de su oficina.

Espero unos segundos y sin más llamo a la puerta con los nudillos, la voz de mi jefe resuena del otro lado de la puerta en un sonoro: adelante.

Entro a la oficina y me paro a unos metros de él con las manos a los costados de mi cuerpo, me quedo en silencio observando su espalda y su tranquilidad al observar la ciudad desde la ventana, él le da un pequeño sorbo a su trago y sin darse vuelta decide hablar como lo es habitualmente.

—Acabo de encargarte una misión súper importante para mí, en la carpeta sobre el escritorio tienes lo necesario—

Doy unos pasos hacia el escritorio y tomo la carpeta, al abrirla me encuentro con la foto de una niña de más o menos cuatro años, castaña, tez clara y ojos verdes. A su lado hay una foto de ella un poco más grande, esta parece realizada con computadora en base a la foto anterior. Al parecer se las tuvieron que ingeniar para conseguir la imagen de su rostro actual.

Observo la foto más tiempo del necesario y tras sacudir la cabeza me dispongo a buscar la información, pero la carpeta está vacía a excepción de las fotos, pero luego de eso no hay nada.  Frunzo el ceño y miro la nuca de Max.

—¿Qué se supone que haga con esto? No tengo nada de información—

—Ese es el caso, la chica es como un fantasma y no hay manera de encontrarla. Pero asumo que eso no te será un problema, teniendo en cuenta las veces en las no tenías ni una mísera foto de tus víctimas— lleva el vaso a sus labios.

Asiento recordando que no hay nadie que no pueda ser encontrado, mucho menos si soy yo quien los caza. Guardo las dos fotos en mi bolsillo.

—¿Tengo que eliminarla?—

Se gira hacia mí y me mira con seriedad, no me dejo intimidar y asiento para que me explique qué debo hacer con la niña. Max me señala con el vaso aún en su mano.

—Tu trabajo es sencillo, quiero que la busques y que la vigiles, si necesitas mudarte a la misma ciudad hazlo pero no la pierdas de vista—

Frunzo el ceño ante su petición.

—¿Me estás pidiendo que me vuelva niñero de la cría?—

Da unos pasos a donde estoy y deja el vaso en el escritorio, sus ojos grises recorren mi rostro con frialdad.

—Sí, ¿algún problema con eso?—

Lo miro con la misma seriedad.

—Sí, Max. No quiero encargarme de espiar a esta niña que no tengo la menor idea de quién es porque oh sorpresa su expediente está vacío,  ni siquiera sabemos su nombre o edad—

—Se llama Deimon y tiene catorce años— me corta seco.

Ruedo los ojos.

—Sabes a lo que me refiero, me estás pidiendo que espie a alguien que de milagro se obtuvo una foto— él me mira inexpresivo, suspiro rendido, no tiene caso discutir con él— ¿Te ha robado?—

—No—

—¿Sabe lo que eres?—

—No—

—¿Está metida en drogas o alcohol?—

—No—

—¿Entonces para qué me pides espiar a una niña de catorce?— me exaspero.

—Eso no te incumbe niño, harás lo que te pido sin chistar y cuando sea el momento me comunicaré contigo para darte indicaciones—

Exhalo con pesadez. 

—¿Eso es todo jefecito?—

—Sí, ya puedes irte e ir empacando. Y no me digas jefecito a menos que quieras morir—

Me da la espalda y tras sacarle el dedo salgo de la oficina con amargura.

Hora de ser niñero.

Fin del Flashback.

De haberle contado a mi yo de dieciséis años que se enamoraría de su encargo y que terminaría traicionando a Max para luego vivir la locura de hace dos años, me diría que estoy completamente loco. Sin embargo, de no haberlo aceptado no la habría conocido, al igual que no estaría pasando por todo esto, pero dudo que pueda cambiar algo de haberlo sabido antes.

Tras un suspiro y largos minutos de asimilación me obligo a salir de mi habitación, porque quiera o no, es momento de enfrentarme al mayor reto de mi vida: acostumbrarme a convivir con mi suegro.

Pensarlo me dan ganas de ahorcarme, esto va a ser duro y extraño. Pero soy un asesino con experiencia, nada debería de intimidarme, a excepción del Demonio que está viviendo bajo mi techo que resultó ser nada más ni nada menos que el mismo que engendró a la mujer que amo. Esto no podría volverse más raro.




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