Ryan.

Capítulo 9.

Capítulo 9.

El rompe hogares.

Han pasado dos horas desde que llegamos a casa, y la verdad es que nunca había extrañado mi hogar tanto como lo he hecho en estos momentos. Cada uno ya está instalado en sus habitaciones correspondientes, Hannah y Will en la habitación al final del pasillo junto al baño, Deimon y los gemelos en la habitación al lado de la de Jayme, y Max… pues él sigue en el sofá.

Se encuentra acostado con las manos sobre su abdomen y mira el techo con fijeza, como si pensase en muchas cosas que le estuvieran molestando. Jayme se encuentra ayudando a los demás a desempacar mientras los bombardea con preguntas de todo tipo, no pude evitar reírme al ver a los gemelos huir disimuladamente del lugar, evitando a toda costa ser los próximos en las preguntas de mi hermana.

Ahora se encuentran ayudándome a preparar algo para comer, bueno, en realidad Victoria se encuentra sentada en la mesada a mi lado, mientras su hermano arrasa con mi heladera. Me pregunto en dónde guarda tanta comida en ese pequeño cuerpo.

—Por la Abue Camille, Nicky controlate un poco o no nos dejarás nada— su hermana lo regaña con el ceño fruncido.

—¿Mmm?— emite su hermano con las mejillas hinchadas por un pedazo de pan. Ella pone los ojos en blanco.

Suelto una risa de boca cerrada por eso, Max no tarda en aparecer y por el reflejo del vidrio lo veo fruncir el ceño en dirección al niño.

—Carajo niño, parece que nunca te hubieran alimentado en tu vida—

Nicky se gira hacia él, traga y lo señala con el pan en su mano.

—Y tú pareces no haber recibido amor en tu vida— se encoge de hombros y vuelve a comer. Max lo mira incrédulo y se acerca a nosotros.

—Tan pequeño y letal a la vez— niega con la cabeza, mira a la pequeña a su lado— ¿Tú también vas a herir mi corazón?—

Ella niega y mueve sus pies con tranquilidad.

—No tengo la intención de hacerlo— le sonríe con dulzura.

Max sonríe encantado.

—Que tierna, ahora eres mi favorita, no como el hiriente de tu hermano— lo mira, Nicky pone los ojos en blanco y le saca el dedo de en medio— Auch—

Vicky se ríe, mira a Max con fijeza y se apresura en agregar:

—Aunque debo advertirte que, si alguna vez se te ocurre herir a mi mamá o a mi hermano puedo jurarte que dejaré de ser esta niña adorable y dulce, para convertirme en tu peor pesadilla— todo rastro de dulzura se desvaneció y solo quedó una mirada amenazante, lo señala con el dedo— ¿Te quedó claro?—

Max me mira palidecido por cómo se cambiaron las cosas, asiento de boca cerrada con respecto a la advertencia de la pequeña, él vuelve su vista a ella y traga grueso.

—Sí, señora Parca—

Como si no hubiera pasado nada, la dulzura vuelve a apoderarse del rostro de la pequeña.

—Muy bien— le regala una sonrisa adorable.

Niego divertido y me teletransporto hacia los demás con una bandeja en mis manos cargada de bocadillos, ellos me agradecen y no tardan en devorar todo lo que ven. No puedo evitar echarle algún que otro vistazo, el recuerdo de aquel sueño se hace presente en mi mente y un leve calor en las mejillas me hacen desvíar la mirada.

De no haber sido por la sangre, la capucha de mi abrigo y los mechones largos de mi cabello sobre mi rostro, ella me habría reconocido cuando nos vimos en el bosque el día de su llegada con nosotros. Pero, me habría gustado saber que aún recuerda ese momento, en donde casi me deja sin naríz pero pude verla de cerca sin necesidad de ocultarme para no ser descubierto.

Trago grueso y me apresuro en salir de la habitación, camino en silencio por la sala y el Cerbero -ya en su forma de tres perros Rottweilers- se me acerca moviendo la cola para empezar a babear sobre mis pies, acaricio sus cabezas y me acerco a la puerta, la abro y ellos no tardan en salir afuera para empezar a correr y a jugar en la nieve.

Los gemelos no tardan en aparecer y se apresura en salir, pero los detengo con un brazo y señalo los abrigos colgados, con gran rapidez se abrigan y entre risas salen tras sus perros, con Midnight observándolos desde la baranda del porche.

Cruzo los brazos sobre mi pecho mientras los observo jugar con la nieve, una sonrisa orgullosa se forma en mis labios al verlos sonreír y divertirse sin necesidad de preocuparse por el peligro. Una risa a mi lado me sobresalta y tensa a la vez, giro la cabeza y mi corazón dio un vuelco al verla a mi lado, maldigo a mi cuerpo por reaccionar de tal forma por su cercanía.

Ella lo nota pero no dice nada al respecto, solo cruza sus brazos y mira a sus hijos jugar en la nieve, relamo mis labios y vuelvo mi vista al frente.

—Gracias… por darnos un espacio en tu casa— dice con sinceridad.

Trago y asiento con lentitud, maldición, su voz sigue haciendo el mismo efecto de hace cinco años. Ella se acerca más a la entrada, nuestros hombros rozando con sutileza. Su cabeza descansa en el marco de la puerta.

—Hacía mucho que no los veía jugar con tanta despreocupación— sus ojos verdes se posan en mi perfil— Gracias de nuevo, Ryan—




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