Ryan.

Capítulo 11.

Belleza Angelical.

Ryan.

Camino en silencio por los pasillos de la escuela, a la espera de no encontrarme con nadie ya que las horas de clases terminaron, pero aquellos que están inscriptos en talleres o grupos fuera del horario escolar suelen estar rondando por los salones. Deimon es una, después de nuestro encuentro he sido más cuidadoso en cuanto a la vigilancia con ella, por más que me gustó nuestro encuentro no debe volver a repetirse. Ruedo los ojos ante esa estúpida norma que me impuse, pero debo respetarla a regañadientes a menos que quiera que Max me reemplace por alguien más.

Me detengo en la puerta del salón de música, echo un vistazo rápido y me teletransporto detrás del telón del escenario, en donde los de teatro suelen ensayar. Para ser la única escuela en el pueblo debieron apañárselas para que dos grupos totalmente distintos puedan compartir salón, aunque, eso parece favorecerles un poco a los de teatro para sus obras y lo que sea que hagan.

Una melodía suave y encantadora me hace ladear la cabeza, avanzo en silencio por detrás del telón y me detengo en el límite de el mismo, asomo un poco la cabeza y mi boca se entreabre al ver su perfil, tan perfecto y atractivo. Pero la sorpresa me invade más cuando la veo mover sus manos y dedos con gran habilidad sobre las teclas del piano, tocando una pieza musical con gran perfección, justo como si un Ángel hubiera bajado del mismo cielo para componer tal música.

Ella intercambia la mirada entre las teclas y la partitura a la altura de sus ojos, pero eso no le impide perderse o siquiera equivocarse en las notas que toca, el profesor de música aparece a su lado con una mano bajo el mentón y la otra bajo ese brazo, asiente con aprobación y mira cada movimiento que Deimon realiza con naturalidad. La pieza termina y ella descansa sus manos sobre su regazo, el profesor vuelve a asentir con una gran sonrisa y la mira con gran orgullo.

—Eso estuvo increíble, señorita Ruth— cruza los brazos— En mis veinte años dando clases no a habido recuerdo de ver a algún alumno tocar una pieza musical como usted lo hizo—

Ella le regala una sonrisa amable.

—Muchas gracias profesor, es un halago para mí—

El hombre vuelve a asentir y señala el piano.

—Veamos tu oído para la música— comienza a caminar con por el salón pensativo— Repite esto—

Empezó a imitar entonaciones o algunas notas musicales, en los que Deimon escuchó con atención y tras unos segundos de silencio los repetía en el piano como si nada, cosa que provocaba diversos asentimientos por parte del profesor.

Las horas pasaron, en las que no pude quedarme más maravillado con esta chica, incluso tuve que sentarme en el suelo detrás del telón para poder escucharla con tranquilidad. Y sonrisas bobas crecían en mis labios cuando la escuchaba tocar el piano, la tranquilidad y las sensaciones que reflejaba con cada nota que sus dedos tocaban, podría escucharla toda la vida y nunca me aburriría.

Y cuando cerraba los ojos, podía imaginarla con una gran sonrisa e incluso a ambos bailar al compás de la música, en una pieza de baile lento y coordinado en donde solo nosotros podríamos existir y experimentar. Estando a gusto en la compañía del otro.

Un sueño de adolescente que me gustaría vivir.

Si tan solo pudiera decirle…

El molesto sonido de mi alarma me hace abrir los ojos con molestia, estiro un brazo y la apago de mala manera. Giro sobre mi cama y miro el techo con aburrimiento, por suerte ayer terminé con la entrega de leña gracias a Deimon, por el cual hoy podré empezar a entrenar de nuevo ya que me está haciendo falta.

Decidido salgo de la cama y voy directo al baño, unos minutos después salgo ya despierto y me teletransporto a la cocina. Me sorprendo al no encontrar a nadie y la idea de que puedan seguir durmiendo invade mi mente, pero al ver que son las ocho de la mañana lo dudo un poco. Un grito proveniente del exterior capta mi atención, con los puños apretados me teletransporto afuera y una mueca se forma en mis labios al verlo a todos sentados en una mesa y silla de madera para camping, ese último detalle me confunde más ya que no tengo mesa o sillas de madera para camping.

Avanzo hacia ellos con cierta confusión, el primero en recibirme es Max con su característica sonrisa maliciosa, aunque, ahora luce bastante más alegre que los últimos días y eso me hace cruzar los brazos.

—¿Qué hiciste?—

La pregunta le hace fruncir el ceño con diversión.

—¿Qué te hace creer que hice algo?—

Le entrecierro los ojos.

—Estás más alegre que de costumbre, algo me dice que hiciste algo— me levanta las cejas, sin creer que por eso lo acuse de algo. Ruedo los ojos y lo señalo con la cabeza— Anda, dime qué hiciste—

—Trata de adivinar—

—¿Conseguiste nuevo ligue?—

Él bufa.

—Que el cielo te escuche— libera una risa con eso— Que irónico de mi parte— niega entre risas— No, no tengo nuevo ligue—

Frunzo el ceño.

—¿Te robaste algo de mi habitación mientras dormía?—




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