Max.
Monstruos de humo. Criaturas extrañas que no pertenecen a este plano, pero por una extraña razón que desconozco ellos se encuentran aquí.
Luego de mi inútil intento de coquetear con Abigail decí caminar un poco por el bosque -algo que hacía mucho tiempo que no hacía y ya lo echaba de menos- durante mi caminata escuché los rugidos de mi princesa y sin dudar corrí hacia ellos, y fue cuando lo vi: al monstruo de humo en su territorio. Regla que respetan más que sus propias vidas pero que este decidió desobedecer, y el solo hecho de que un solo monstruo se dignara a desobedecer esa regla indica que habrán más que lo harán, algo que temía que sucediera.
Y por esa misma razón me encuentro aquí: en el río congelado. Lugar en donde sucedió la pelea del monstruo y mi hija, y estando aquí sé que encontraré algo que me diga la razón por la que están aquí, claro, aparte de asesinar a mi hija y nietos.
Me hinco sobre mis tobillos y paso la punta de mis dedos sobre la sangre negra que yace sobre la nieve, paso la sustancia por mis dedos y observo el lugar en busca de respuestas. Toda la zona del río, volcán, manada y las zonas de cacería para las criaturas pertenecen al territorio de Deimon, ya que todos representan algo, desde el lugar en donde se transformó hasta en donde vive y ha recorrido antes. Cada parte destilando su olor como advertencia. Pero eso no responde a la pregunta de por qué ha decidido poner un pie en este lugar, sabiendo las consecuencias que le traerían.
Me incorporo y camino sobre el río congelado, y me detengo en donde se encuentra la mancha de sangre, olfateo un poco y su olor me llega en segundos, la reconozco como la de Ryan. Frunzo el ceño y meto las manos en los bolsillos del saco, me quedo en silencio tratando de pensar en algo que me sirva pero no encuentro respuestas.
—¿Qué haces?— el sonido de su voz capta mi atención, me giro y me sorprendo de encontrarla aquí.
—Hola a ti también— saludo y ladeo la cabeza con extrañeza— No te escuché llegar—
Ella se encoge de hombros y una sonrisa de superioridad crece en sus labios.
—No quería que lo hicieras— eso me saca una sonrisa y niego para volver mi atención a la mancha de sangre. Ella guarda sus manos en los bolsillos de su campera y se acerca un poco— Es de Ryan, él se golpeó la cabeza cuando el monstruo lo lanzó. Algo que tú ya sabías— para lo último me mira. Hago lo mismo.
—¿Cuándo lo descubriste?—
—Anoche, en el momento que cargué a Ryan— se gira un poco y señala a los árboles— Estabas detrás de esos árboles, en donde tenías una gran vista de la situación—
Intercambio una mirada entre los árboles y ella, asiento en aprobación y sonrío con orgullo.
—Me impresionas— confieso. Ambos caminamos hacia la orilla del río, ella observa el lugar y cuando nos detenemos se sienta sobre una roca, pero me mira un poco.
—¿Cuál es tu teoría?—
Hago una mueca y me encojo de hombros.
—Que el monstruo fue demasiado estúpido para venir aquí, o algo más está sucediendo—
La respuesta no parece gustarle, y lo demuestra al formar una mueca con sus labios.
—Desearía que fuera la primera— murmura.
Asiento ante eso, sin más me siento sobre la nieve y me dispongo a ver el río, con aburrimiento tomo un poco de nieve y formo una bola que lanzo hacia el hielo, el cual se rompe un poco revelando el agua. Una clara imagen de que ya se acabará el invierno, algo que llevo deseando hace mucho.
Vuelvo a formar otra bola y cuando estoy a punto de lanzarla, otra bola se atraviesa y rompe una parte del frágil hielo, por el rabillo del ojo la veo formar bolas de nieve con la nieve que tiene sobre la roca en la que está sentada, para empezar a lanzarlas con tranquilidad. Hago lo mismo por un buen rato, y por un momento una idea atraviesa mi mente al ver la bola de nieve en mi mano, pensativo la observo por unos segundos y con decisión le lanzo la bola a ella.
La bola impacta en su cabeza y enseguida se gira para verme, pero finjo seguir lanzando bolas de nieve hacia el hielo, por el rabillo del ojo la veo girarse hacia el frente y seguir con lo suyo, y es cuando decido lanzar otra a su cara. Vuelvo a fingir inocencia mientras trato de reprimir una sonrisa, hago otra bola y cuando estoy a punto de lanzarla siento como un montón de nieve me cae encima. Extrañado me quito la nieve y me pongo de pie, para encontrarla a unos metros con una gran pila de bolas de nieve, abro los ojos en sorpresa cuando me saluda con una mano y acto seguido soy atacado por sus bolas de nieve.
Cubro mi rostro con rapidez y cuando creo que ya terminó retiro las manos de mi cara, para recibir una bola de nieve que impacta con mi perfecto rostro. Sus carcajadas me hacen sonreír bajo la nieve que cubre mi rostro, me limpio un poco y la miro reírse de mí a unos metros, pero se detiene cuando nota mi sonrisa malvada. Con tranquilidad me quito el saco y lo dejo en el suelo, sin más, avanzo hacia ella.
—No, no, no te atrevas— retrocede entre risas.
—No te muevas— advierto. Pero no obedece, sale despavorida hacia el río congelado.
No tardo en seguirle el paso, y al notarlo se apresura en alejarse mientras se ríe de mi inútil intento de atraparla, niego con diversión y me apresuro en alcanzarla pero de la nada siento algo húmedo bajo mis pies, con extrañeza bajo la mirada y veo el hielo romperse bajo nuestras pisadas. Ella parece notarlo y se obliga a apresurar el paso al notar que ya no hay hielo detrás de nosotros, y mucho menos a los costados, solo hay una larga línea de camino a punto de derretirse.