Ryan.

Capítulo 14.

Beso.

Ryan.

Giro el cuchillo sobre mi mano mientras observo el blanco pintado en el tronco de un árbol, me quedo así por unos segundos y los recuerdos de anoche junto a las palabras de Deimon vienen a mi mente, la forma en las que las dijo me puso muy nervioso e incluso acalorado. Todavía me es difícil creer que ella dijera todas esas cosas, pero son más que solo palabras para provocar o ponerme nervioso, eran verdades, verdades que acepto pero que de todas formas me sorprende la confianza con las que las dijo. Es como si ella fuera consciente del efecto que causa en mí y que aún así pueda disfrutar de mis reacciones, sin necesidad de incomodarse, pero llegan momentos en los que me cuestiono sobre si la conozco en verdad o… quizás solo sea una parte que no quiso mostrar, hasta ahora.

Libero un suspiro y con la mano libre rasco un costado de mi cabeza, no sé cómo debo tomarme esto, y la verdad es que me asusta que ahora no quiera verme a la cara luego de esas palabras, aunque, no es como que yo deba considerarme inocente porque recuerdo con exactitud las cosas que le dije durante mi momento de delirio por el golpe. Y siendo sincero, no me arrepiento de ninguna palabra ya que soy consciente que lo que dije es verdad. Carajo, incluso delirando me hace desearla.

Harto de mi silencio lanzo el cuchillo y le atino al blanco con facilidad, tomo otro y con las mismas ganas de seguir ahogándome en pensamientos estresantes lo lanzo, para terminar clavándose junto al otro cuchillo. Sigo lanzando con menos emoción por unos segundos más, hasta que el sonido de unos aleteos capta mi atención, levanto la vista y la veo aterrizar con fuerza que termina levantado un poco de nieve, o lo que empieza a quedar ya que desde que amaneció ha empezado a derretirse, señal de que el invierno desaparecerá y empezará la primavera. Algo que adoro del mes de Febrero, porque la primavera llega a sus últimos días y podré disfrutar un poco del sol.

Ella guarda sus alas y observa el cielo en busca de algo, y para cuando parece no encontrarlo empieza a reírse mientras la observo a la distancia, le frunzo el ceño sin comprender su risa pero la respuesta llega cuando veo a Max aterrizar luego de unos segundos. Mis cejas se elevan al verlo llegar volando de donde sea que venga, él se encorva y apoya las manos en sus rodillas tratando de recuperar el aliento.

—Estoy muy viejo para esto— murmura entre respiraciones pesadas, se incorpora y mira a su hija con una sonrisa agotada— La espalda me está matando—

Ella vuelve a reírse.

—Solo fueron unos kilómetros, no exageres—

Él se sujeta el pecho y la mira incrédulo.

—¿Unos kilómetros?— la pregunta le sale aguda— Estuvimos volando casi dos horas, me recorrí dos pueblos enteros por estar buscándote y resultaba que la princesita estaba recostada sobre una rama de árbol a unos cinco minutos de donde yo estaba— la señala con un dedo acusador, ella le sonríe con inocencia por lo que opta por negar con la cabeza— No pienso discutir, mejor iré por los gemelos a la escuela y tomaré una siesta— y se aleja de nosotros.

—¡Camina despacio, no te vayas a joder las rodillas!— le grita, a lo que él le echa el dedo pero no detiene su caminar.

Regreso mi atención a los cuchillos y al blanco, para volver a mi aburrida práctica y tratar de ordenar mis ideas. Ella nota mi silencio pero no dice nada, solo se acerca y toma el pincel y el tarro de pintura amarilla de la mesa de acampar, camina hacia uno de los árboles para pintar una cruz y un círculo a su alrededor, regresa a mi lado y deja la pintura en su lugar. En completo silencio saca uno de sus cuchillos y lo lanza con poca fuerza hacia el árbol, este se clava enseguida y eso le hace sonreír, con suma tranquilidad comienza a lanzar sus cuchillos.

Sacudo la cabeza y me acerco a mi blanco en busca de mis cuchillos, los saco con algo de fuerza y regreso a mi lugar, con un suspiro vuelvo a lanzarlos. Seguimos en silencio, y eso comienza a jugar con mi paciencia y las ganas de hablar sobre lo de anoche, pero le temo a las reacciones. Hago una mueca por esa estupidez, no puedo creer que me esté dando vergüenza hablar con ella. Muerdo mi labio inferior y sin poder resistir más el silencio decido hablar:

—Veo que empiezan a llevarse bien— comienzo, para romper el hielo.

Ella asiente pero no detiene sus lanzamientos.

—Es más preferible eso que tratar de matarlo— observa el blanco por unos segundos antes de lanzar— Además, me he dado cuenta lo mucho que nos hemos necesitado. Me dijo que me amaba y…— lo que parece ser el recuerdo de esas palabras le hace tragar grueso— Me equivoqué con él—

Detengo mis lanzamientos y me giro para verla mejor. Aprieto mis labios al verla afectada por la situación de tener a alguien que la quiera y no tenga la intención de lastimarla en el proceso, algo que al parecer se me da lo contrario.

—Todos nos hemos equivocado al juzgar a alguien, es lo que nos vuelve humanos— la miro de arriba a abajo— O Nephalems— ella sonríe un poco y eso me hace sentir bien— Tienes suerte que con Max no interesa la cantidad de veces que tú lo hieras, él te seguirá viendo con los mismos ojos que lo ha hecho durante años, eres su hija y su razón de vivir—

Asiente algo cabizbaja.

—Lo sé, y eso es lo que más me dolió— relame sus labios y toma aire— Saber que después de todo lo que le dije, él siga estando— para lo último de mira a mí.




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