El traidor.
Max
Volamos a toda velocidad y no nos detenemos por nada en el mundo, aunque hubo un par de veces que la vi reducir la velocidad para esperarme, algo que le agradezco pero no es necesario que haga esas cosas por mí. Porque al fin y al cabo el que se lastimó el ala y perdió años de vuelo fui yo.
Ella me regala una sonrisa despreocupada cuando me ve intentando de seguirle el paso, con delicadeza toma mi mano y me observa por unos segundos, en los que espera mi respuesta antes de aletear hacia un árbol y detenerse a mi lado sobre una de las ramas. Apoyo la espalda en el tronco y respiro con fuerza, ella se saca la mochila y de la misma la veo sacar una botella con agua que me tiende al instante, bebo el líquido refrescante con ansiedad mientras trato de controlar mis compulsivos latidos.
—¿Estás seguro de poder venir?— la pregunta sale con delicadeza— No quiero que te dé algo— su voz refleja preocupación, algo que me resulta adorable viniendo de ella y teniendo en cuenta de cómo fueron nuestras primeras interacciones.
Le sonrío con burla.
—¿Te preocupas por mí, princesa?— pregunto para molestarla, me parece irreal verla reflejando otra emoción que no sea odio hacia mí.
Su ceja se dispara hacia arriba.
—Eres el abuelo de mis hijos, creo que es normal que me preocupe por ti— suelta con tranquilidad.
Mi sonrisa burlona crece un poco más, es divertido verla admitir poco a poco que es mi hija, aunque no lo diga directamente. Desvío la vista y asiento como si lo pensara, solo para darle más dramatismo al silencio que dejó luego de esas palabras. Ella pone los ojos en blanco, se cuelga la mochila y se incorpora con sus alas extendidas a ambos lados de su cuerpo.
—Debemos seguir, si te cansas debes decirme y te llevaré—
Suelto un suspiro y comienzo a volar a su lado.
—No soy tan viejo como crees— aclaro. Un bufido burlesco escapa de su boca.
—Veamos si es cierto—
Y con eso me da rienda suelta a que dé un impulso con gran fuerza, haciendo que se trague sus palabras y a la vez comience otra carrera. La escucho volar detrás mío y miro sobre mi hombro por unos segundos, antes de cerrar mis alas y empezar a caer en picada con gran velocidad.
Entre el viento la escucho seguirme pero no parece alcanzarme, con una sonrisa egocéntrica comienzo a girar en el aire para aumentar mi caída, a su vez que mi cuerpo aumenta en tamaño junto a mis alas y todo rastro de mi verdadera naturaleza empieza a salir a la luz, acompañado de las llamas de fuego infernal que empiezan a rodear mi cuerpo.
Y para cuando me veo cerca del suelo abro mis alas, seguido de un aleteo con fuerza para elevarme en el aire a una velocidad sobrehumana, en donde me llevo conmigo una onda expansiva que hace que gran parte del bosque salga volando a una gran distancia, y algunas zonas del mismo, sean consumidas por mis llamas de fuego ardiente y eterno.
Me detengo sobre las nubes y suelto aire con pesadez, ha pasado mucho de ese truco y el hacerlo de nuevo es liberador. Dirijo mi mirada a su rostro en el momento que la escucho aletear a mi lado, sus ojos observan las llamas de fuego infernal con gran admiración al igual que el espectáculo que he causado. Una sonrisa arrogante se forma en mis labios, en especial ante la idea de mi siguiente truco.
Cierro las manos con fuerza y hago que mis ojos destellen el rojo intenso que me caracteriza, las llamas de fuego infernal que se encuentra en el bosque comienzan a desprenderse del mismo, se elevan en el aire y vuelan a nuestro alrededor mientras dibujan formas de animales en movimiento. Ella sonríe al ver eso y extiende su mano para tocarlo pero los mismos se desvanecen para formar nuevas formas.
Sonrío y el rojo de mis ojos se intensifica, las mismas llamas se vuelven más ardientes y giran a nuestro alrededor con más velocidad, hasta que se unen a las llamas de fuego que cubre mi cuerpo, alas y cuernos, aumentando de esa forma, el tamaño de las mismas. Los ojos de mi niña brillan de asombro y observan con fijeza las llamas de fuego, con una pequeña sonrisa extiendo una de mis alas y rozo la suya.
Esta empieza a cubrirse de fuego, uno que se extiende por todo su cuerpo y provoca que su verdadera naturaleza salga, mostrando a la hermosa Nephalem que es y me llena de orgullo cada vez que la veo como lo que en verdad es. Mis mejillas empiezan a doler cuando mi sonrisa aumenta al verla encantada con las llamas de fuego, pero las mismas se desvanecen cuando nuestros cuerpos se encogen al tamaño adecuado y todo rastro de nuestra imagen desaparece. Pero las sonrisas continúan.
—Impresionante— confiesa, sus ojos caen en mí— Apuesto a que mamá disfrutaba ver ese truco que hiciste—
Rio un poco, ambos continuamos nuestro camino al pueblo.
—Le gustaba pero no lo suficiente, decía que podía ser peligroso y que no es inteligente jugar con el fuego infernal—
—Bueno, eso es cierto pero es increíble de todas formas— da una vuelta en el aire y queda boca arriba— Me veía bien con ellas—
Pongo los ojos en blanco.
—Presumida— la molesto— Se le ven mejores al Rey del Infierno— y sonrío con arrogancia.
Ella se ríe con burla.
—¿Cuál? No lo veo por aquí— la empujo con delicadeza a unos metros de mí, ella se ríe con ganas y vuela sobre mí, su cabeza queda a la altura de la mía pero al revés— Aunque, le quedan mejor a otra persona—
Frunzo el ceño con una sonrisa, temo a lo que pueda salir de su boca.
—¿A quién?—
Sus ojos me observan con fijeza unos segundos, en los que una sonrisa tímida comienza a formarse.
—A mi papá— dice con voz baja.
Esas palabras hacen que mi sonrisa de burla desaparezca y quede nada más que mi boca entreabierta, trago con dificultad mientras mi cerebro trata de asimilar que me ha dicho papá en mi propia cara. Ni siquiera puedo comprender mis emociones, solo sé que mi corazón late desbocado, mis manos sudan y mis ojos la miran como lo más preciado del mundo, y es que eso es, es mi niña y la razón por la que haría que mi mismo imperio arda en las llamas eternas del infierno. Deimon es la razón por la que yo mataría sin escrúpulos con tal de que esté a salvo, y ahora que tiene una preciosa descendencia no dudaría ni un solo segundo en convertirme en la bestia más sanguinaria jamás vista.