Ryan.

Capítulo 25.

Mutante.

Deimon.

—No inventes, ¿es real?— pregunta Hannah con sus ojos fijos en el anillo de mi mano.

—No cariño, está pintado— responde Jayme con los ojos en blanco, su novia la mira con el ceño fruncido, a lo que ella le sonríe con inocencia y la abraza con ternura— Estoy muy feliz por ti, después de todo lo que pasó y ha pasado no me alegra nada más que ver a mi hermano feliz, y en compañía de la hermosa familia que han formado—

Sonrío ante esas palabras y las envuelvo a ambas entre mis brazos. Después de dos años lejos con los gemelos, en donde vivimos ocultos por los monstruos que nos cazaban y tuve que adoptar un papel que creí que no tendría hasta dentro de unos años, me ha hecho cambiar demasiado. Me convirtieron en alguien que no pensaría las cosas dos veces cuando se trata de proteger a los demás, en alguien que ahora no teme en volverse un monstruo sanguinario con tal de demostrar que no debe meterse con mi familia. Pero, por más que trate no puede evitar fallar algunas veces, como con Dante.

Pero él está a salvo ahora.

Porque tuve suerte conciencia, de lo contrario esto sería diferente, yo no estaría lidiando con un plan en mi mente todos los días en contra de un ser maligno que juré destruir apenas se acerque, no estaría tratando de descubrir lo que mi padre oculta, no estaría planeando la forma de localizar a Esteban y a la madre de Ryan, no estaría sobreprotegiendo a los gemelos en contra de lo que se les viene a futuro y yo no podré cambiar por más que quiera, no estaría comprometida con el amor de mi vida y tampoco estaría luchando contra el destino.

La separación de las chicas de nuestro abrazo me saca de mis pensamientos, les sonrío para disimular la disociación que tuve con mis pensamientos, ellas me devuelven las sonrisas y yo me alejo para darles su espacio. Ingreso a la habitación de casa y cierro la puerta para sentarme en el borde de la cama, suelto un poco de aire por la nariz y con los ojos cerrados me dejo caer hacia atrás. Los toques suaves del césped en mi rostro y manos me hacen abrir los ojos, para encontrarme con el paisaje que conozco a la perfección y más de una vez he estado.

Me siento en el suelo y respiro un poco el aire del lugar antes de ponerme de pie y comenzar a caminar por el camino de flores de colores, camino sin rumbo alguno porque el lugar siempre sabe a donde llevarte, porque es lo que tu corazón anhela más y en estos momentos solo anhelo una cosa. Levanto la cabeza y sonrío un poco al verlo recostado en el césped bajo el roble viejo, con un brazo bajo la cabeza, las piernas cruzadas y la mano libre jugueteando con una mariposa azul; me termino de acercar y lo miro con una ceja alzada. Sus ojos color miel se abren y una sonrisa divertida aparece en su hermoso rostro, con gran rapidez se gira sobre el suelo y queda arrodillado frente a mí.

—¡Dei Dei!— me saluda con emoción. Extiende sus brazos con aire jovial— No te quedes ahí y abrázame—

Suelto una risa y hago caso omiso a su orden, me lanzo a sus brazos y lo envuelvo en los míos con gran fuerza, nos quedamos abrazados por varios minutos sintiendo lo mucho que nos hemos extrañado durante este tiempo. Hasta que él decide separarse para tumbarse en el suelo y llevarme a mí con él, me acuesto a su lado con nuestras caras enfrentadas.

—Vaya, siento que ha pasado mucho tiempo desde que me fui, ¿hace cuánto fue eso?— pregunta sin perder su sonrisa.

—En el mundo humano estarías cumpliendo un mes de fallecido mañana, pero aquí...— observo el lugar con desdén— Han pasado casi cuatro años—

Sus ojos se abren y hace el sonido de explosión con su boca.

—Se me había olvidado que el tiempo pasa diferente aquí, pero corro con la ventaja que nunca envejeceré— suelta una pequeña risa— Beneficios de venir al cielo supongo—

No comparto su risa pero sí una pequeña sonrisa triste. Él lo nota pero no dice nada al respecto, solo pasa su mano por mi mejilla con suavidad.

—Te extrañan un montón, tus hermanos, las chicas, los gemelos, Ryan, Will...— la mención del último hace que los ojos de Dante luzcan tristes.

Su cabeza se agacha un poco y por unos segundos me siento mal de haberlo nombrado, hasta que él suelta un suspiro y regresa la vista a mí sin quitar su mano de mi mejilla.

—Lo he visto, a través del agua como me enseñaste y... está mal— dice en voz baja, aprieta un poco los labios— Quiero ayudarlo, pero... no sé cómo—

Lo miro por unos largos segundos en silencio, había olvidado lo mucho que la pérdida de alguien significativo puede afectar en nuestras vidas, hasta este momento. Es mi turno de acariciar su mejilla con delicadeza, me acerco un poco más y dejo un beso sobre su rizado cabello, le sonrío un poco.

—Dímelo y deja que yo me encargo de todo—

La respuesta le hace sonreír un poco y me cuenta todo su plan para ayudar a Will, junto al día y el momento en que lo hará. Nos pasamos hablando por mucho tiempo más, tantas horas que me hicieron sentir feliz de estar aquí con él, incluso deseando que el momento no termine en absoluto pero a veces es hora de volver a la realidad, aunque sea lo más doloroso que tengas que hacer. Ambos caminamos entre risas y conversaciones bellas hasta el río de agua cristalina, en donde nos detenemos y ambos miramos el agua correr con tristeza, sabiendo que debemos despedirnos en este momento. Suspiro haciendo notar mi tristeza, clavo mi mirada en Dante y frunzo el ceño al verlo mirar el agua con aire pensativo, hasta que su voz rompe el silencio.




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